martes, 29 de noviembre de 2016

AFRONTAMIENTO

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El afrontamiento se puede definir como el esfuerzo que hacemos para manejar situaciones que valoramos como potencialmente dañinas o estresantes.

Esta definición tienes tres elementos clave:
1)   Implica que hay que hacer un cierto esfuerzo y planificación.
2)   No asume que el resultado de dicho afrontamiento vaya a ser siempre positivo.
3)   Es un proceso que se desarrolla en el tiempo.

Es esencial en todo afrontamiento ver cómo valoramos. Los seres humanos solemos realizar dos tipos de valoración:
1)   Valoración primaria.
2)   Valoración secundaria.

VALORACIÓN PRIMARIA: determinamos si estamos en riesgo o peligro y si merece la pena el esfuerzo en molestarnos. Esta valoración tiene que ver con la preservación del bienestar físico y psicológico.

VALORACIÓN SECUNDARIA: Cuando determinamos, según nuestra creencia, que estamos en una situación de riesgo o peligro, nos preguntamos si podemos hacer algo o qué debemos hacer.

Ejemplo: Un jefe de departamento de una empresa llama a tres de sus empleados y, con cara seria, les dice que quiere verlos al día siguiente en su despacho. ¿Qué valoraciones, supuestamente, pueden hacer sus empleados?
a)   Antonio, por ejemplo, piensa que hay problemas, y que el tono indica de que algo hizo mal, por lo que ahora está metido en una situación difícil y que no puede hacer nada. PERCIBE EL TONO DE SU JEFE COMO UNA AMENAZA REAL.
b)   Bernardo, por ejemplo, piensa que el hecho de que lo haya expresado de esa forma, en algunas ocasiones no ha significado nada importante, y en otras sí. Como hasta que el jefe no le manifieste lo sucedido no sabrá qué problema ha habido, se prepara o planifica con unos datos sobre sus aspectos competenciales, por si tiene que dar alguna respuesta con datos cuantitativos y cualitativos de su función. Y, además de esto, se vestirá de una forma más formal para dar una mejor impresión a su jefe. PERCIBE EL TONO DE SU JEFE COMO UNA POSIBLE AMENAZA.
c)   Eduardo, por ejemplo, ha pensado que si el jefe está molesto por algo, es su problema, y que pasa de lo que el jefe diga, porque no se siente amenazado. PERCIBE EL TONO DE SU JEFE SIN AMENAZA Y COMO ALGO QUE NO VA CON ÉL.

Hasta aquí, no sabemos cuál es la valoración más correcta, pero ya podemos afirmar, que la valoración que juega con más posibilidades e ingredientes de salir airosa ha sido la de Bernardo, preparando el encuentro y gestionando su ansiedad. La de Antonio es catastrofista y, por tanto, será asumida con mayor ansiedad. La de Eduardo es negar que pueda haber un problema o dificultad. En principio, no sufrirá ninguna ansiedad, pero puesto que no conlleva ninguna preparación, el impacto de su falta de preparación puede ser negativo sobre su puesto.

En la valoración secundaria (QUÉ HACER), Antonio determina que no puede hacer nada porque aquello está fuera de su control. Bernardo ve un posible riesgo y prepara un plan de respuesta y Eduardo considera que no hay riesgo y que no tiene que hacer nada.

Como hemos visto estos dos tipos de valoraciones pueden repercutir de una forma muy importante en cómo respondemos ante los desafíos y amenazas. La valoración primaria no debe ser alarmista, pero sí más realista jugando con las posibilidades, sin ignorar las dificultades en nuestro entorno. Esto propiciará una valoración secundaria adaptativa, con opciones de respuesta. Cuando la situación va más allá de nuestro control, el mejor plan es autocontrolarse, no entrar en guerra o conflicto, y ofrecer, en el momento en que se tengan los datos, actitud de apoyo y esfuerzo por mejorar.

DOS ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO
1)   Centrada en los problemas. Esta estrategia puede, a su vez, estar orientada:
a.   hacia la externalidad: alterar la situación o el comportamiento de los otros.
b.   hacia la internalidad: se trabaja sobre nosotros mismos, nuestras actitudes y necesidades, desarrollo de nuevas aptitudes o competencias para dar respuesta a estas situaciones estresantes.
    2)   Centrada en las emociones. Las estrategias de afrontamiento son de ejercicio físico, meditación, relajación, respiración, expresión de los sentimientos y búsqueda de apoyos externos.

Cuando uno cree que puede hacer algo con respecto a la situación o problema presentado, afronta, con mayor probabilidad, centrándose en los problemas. Cuando ese problema está más allá de nuestro control, se suele afrontar más por la vía emocional.

No obstante, yo aconsejo que utilicemos ambas estrategias. Es decir, como en el ejemplo planteado, preparar nuestra respuestas, técnicas de negociación, como hizo Bernardo (centrado en problemas), y, trabajando la relajación y la actitud no defensiva (centrado en emociones).

Espero te sea de utilidad para cuando tengas que afrontar situaciones futuras, laborales, entrevistas de trabajo, de pareja, familiares, etc.

Un abrazo.


Juan Fernández Quesada

viernes, 25 de noviembre de 2016

LO QUE ES, ES

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Como dice Padmasambhava: “Si quieres conocer tu vida, contempla su estado presente; si quieres conocer tu vida futura, contempla tus acciones presentes”.

Es bueno, deseable, aprender a manejar el sufrimiento. De las mejores formas, como ya he dicho en otro artículo, de enfrentar este aspecto, es con la meditación, que se puede realizar desde cualquier situación personal y desde cualquier creencia individual. La meditación es un entrenamiento mental que quiere el desarrollo de una nueva manera de percibir la realidad. También Un Curso de Milagros, en el Capítulo 3, apartado VI, nos habla que para adquirir paz mental, es necesario dejar de emitir juicios, dejar de calificar todo, dejar de evaluar todo, y, en su lugar, como dicen las prácticas meditativas, observar y dejar estar.

Con esta nueva forma de percibir la realidad, se quita uno las barreras del autoengaño, de los prejuicios, de los conceptos, que no dejan de ser divisiones del todo, y de todo aquello que impide ver el conocimiento puro de las experiencias de vida y de lo que somos, de nuestra identidad. Conocer es saber quiénes somos. Hay que aprender a ser libres para ser, sin influencias externas.

Comprender los hechos (las situaciones), a los demás, a uno mismo, a la vida, implica no imponer ideas particulares. Esto es interpretar. E interpretar no es conocer, es percibir, que está sujeto a evaluación, de nuevo a una valoración limitada, porque estará hecha en base a las categorías conceptuales que manejemos y no en base a conocer lo que ya somos y lo que es la vida. Ver la vida y al ser humano desde los conceptos es distorsionar la realidad.

Nuestro caminar se suele asentar en ir buscando el placer y evitando el dolor. De esta forma la vida se convierte como en una carrera de obstáculos en la que hay que estar esquivando dolores y acercándonos a las satisfacciones, esto es una lucha continua, porque la vida es constante cambio. De hecho, lo más estable de la vida es el cambio: todo lo que empieza, termina; todo lo que aparece, desaparece; todo lo que sube, baja; todo lo que se extingue, vuelve a florecer, aunque sea en otra forma. La muerte no es una muerte real, es un alimento para una nueva vida. Así es la vida energética. Recuerda: “la energía ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma”.

Todo lo que hacemos es resistirnos a todo lo comentado en el párrafo anterior. Lo permanente es nuestra existencia, es el fluir de la vida, es el cambio. Esto no hay forma de variarlo, es así. ES.

Dividir nuestra vida en MALA y BUENA (pensamiento polarizado), es partir de ideas preconcebidas falsas, de que unas cosas TIENEN QUE SER y de que otras NO TIENEN QUE SER. Esto es falta de aceptación de la realidad.

La vida es más que teorías y conceptos, más que ideas que fabricamos. Por eso, cuando te apegas a las cosas, que son transitorias, porque son cambiantes, sufres. El sufrimiento se produce porque no entendemos que lo que ahí está ahora, mañana no estará, o mejor dicho, no es que no vaya a estar, NO VA A ESTAR EN LA FORMA EN QUE TÚ DICES QUE TIENE QUE ESTAR. Lo que consideramos MALO, lo negamos, rechazamos y ocultamos a nuestra vista, sin darnos cuenta de que nosotros mismos lo hemos creado y, por lo tanto, siempre va a estar ahí, hasta que tú no lo quites de tu interior. Es decir, lo que aparece fuera, es porque está en ti. En ti está la tristeza, la rabia, la ira, los celos, la envidia. Esto es lo que tienes que corregir en ti. De nuestra resistencia surge la frustración y el sentirse desgraciados.

La mayoría de las experiencias de nuestra vida pasan inadvertidas. Muchas veces por estar con la cabeza en lo siguiente que queremos nos ocurra, dejamos de prestar atención a lo que vivimos ahora. Nuestra mente suele estar más tiempo en cosas pasadas y futuras que en el momento actual, eso nos hace ser esclavos de lo que constantemente evitamos (pasado) o de lo que deseamos (el caramelo que creo voy a obtener) (futuro).

En resumen:
1) Si quieres ganar en paz y serenidad, observa los hechos tal como son ahora.
2) Acepta que todo es cambiante, acaba y comienza, es permanente de distinta forma.
3) Practica la meditación para disfrutar más del momento y tomar más conciencia de él.
4)   Dejar de emitir juicios, de calificar o descalificar.
5)   Acepta las cosas como son, aunque no te gusten.
6) Vive lo que experimentes aceptándolo, sin ir contracorriente, es decir, sin evitar que las cosas ocurran.
7) Aceptación no es resignación. Resignación es pasividad y rumiación. Aceptación es asumir que lo que es, es, y luego aprender para cambiar y mejorar.

Espero que esta lectura haya sido de tu agrado.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada.

martes, 22 de noviembre de 2016

POESÍA DE JAVIER MATILLA: LA CASA DE LOS DIOSES

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Agudo suena a lo lejos
el tañer de una campana
que despide con su eco
a pobres, ricos y parias.

Ninguna torre los abraza
ni es metal de pompa y fasto,
pues cuelga de un pobre carro
por una cuerda de esparto
que empuña un extraño joven,
eremita de ojos claros,
de franca sonrisa abierta,
de abrazo cómplice, ¡hermano!

Es David, el Hechicero,
que en su “Casa de los Dioses”
ha convertido en oasis
lo que antes era yermo.

Sobre la ruinas de barro
que dejaron los rebaños,
se asienta plúmbeo y callado
el anhelo de un foráneo
que con solo sus dos manos
y un corazón desplegado,
vive de forma coherente
lo que otros han soñado.

Ruta de pueblos perdidos,
éxodo de aventureros
que encuentran en su morada
descanso a sus pies heridos.

Arcano, tácito y sabio,
el éxito te persigue,
las estrellas te cobijan,
el Universo es tu amigo.

Has vencido al “Goliat”
del poder y el consumismo.
El Camino de Santiago
sin ti no sería lo mismo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

EL ENFADO O LA IRRITABILIDAD

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Esta es una de las emociones que más nos cuesta erradicar de nuestras vidas. Tiene una influencia negativa en nuestras vidas y en la vida de quienes nos rodean. Se activa cuando creemos que alguien está atentando intencionalmente contra nosotros o contra nuestros intereses o personas queridas. El diálogo interno de alguien que tiene este sentimiento es del tipo: “Esta persona no debería haber actuado como lo está haciendo”. Es decir, parece ser que nosotros somos los que decidimos cómo tendrían que actuar los demás conmigo. También puede ser en otro sentido: “Esta persona debería haber hecho….”. Como vemos el diálogo es similar al otro. Tanto en un sentido como en otro el creer que los demás deben o no deben actuar de una forma determinada es lo que nos lleva al sentimiento de enfado o irritabilidad. Esto es lo que los psicólogos cognitivos denominamos “debotitis hacia otros”. Es decir una inflamación de los “debo o tengo que”. Otras veces este enfado puede estar condicionado por cansancio, estrés, enfermedad, tomar algunas sustancias, por ejemplo alcohol.

No siempre el enfado es negativo. Por ejemplo, voy a comprar unos plátanos y me los dan enormemente pasados. Mi cara y expresión de enfado puede hacer que el vendedor no vuelva a dar plátanos en esas condiciones. Mostrar nuestro enfado de forma controlada y adecuada en determinadas situaciones puede generar respuestas adecuadas en los demás, pero no hay que hacer un uso ni abusivo ni inadecuado de ello, porque tendríamos la tendencia a intentar influir en los demás provocando miedo en ellos. Antes bien, en general, sería bueno que intentáramos estimular a los demás en su conducta positiva y no tanto estar pendiente de lo negativo. Por ejemplo, sería más conveniente decirle a nuestro tendero: “Es fenomenal tener un tendero que se preocupa de no dar la fruta pasada a sus clientes”. Comentarios de este tipo harán que las personas se sientan dispuestas a hacer bien su labor.

No obstante, recuerda, si el estar enfadado es algo frecuente en tu vida, se ha transformado en un hábito y sería bueno que trabajases intensamente en cambiar los pensamientos que preceden a ese estado.

Para trabajar en el enfado puedes hacer lo siguiente:
1)   ¿Qué ha sucedido para enfadarte? Escribe la situación.
2)   ¿Esta reacción se produce en ti con frecuencia ante este mismo tipo de situación?
3)   ¿Expresa lo más detalladamente posible cómo te has sentido?
4)   ¿Qué emoción o emociones han intervenido?
5)   ¿Qué te gustaría cambiar de ti en estas situaciones?
6)   ¿Cómo sueles expresar tu enfado? Es decir, indica la parte conductual.
7)   ¿Qué pretendes conseguir con tu enfado?
8)   ¿Tu enfado consigue que obtengas buenos resultados en la relación con esa persona y cambios deseables continuos o estables en la conducta del otro?

Si a esta última pregunta has contestado de forma negativa, vamos a dar forma a tu reacción.
1)   ¿Qué ha afectado en ti la situación que tú crees te enfada?
2)   ¿Cuándo has sido consciente de tu emoción de enfado?
3)   ¿Por qué te has enfadado?
4)   En una escala de 0 a 10 evalúa la intensidad del enfado.
5)   ¿Has expresado tu enfado o te has callado y no lo has expresado?
6)  Si lo has expresado, ¿cómo lo has hecho? ¿en qué momento? ¿para qué?
7)   ¿Cuál ha sido la repercusión de tu enfado en los otros?
8)   ¿Cuál ha sido la repercusión en ti?
9)  ¿Qué aspectos modificarías la próxima vez que te surgiese una situación similar?

Seguro que te harás consciente de que te sitúas como víctima de la situación y no como responsable de tus emociones. Caer en el papel de víctima sólo nos lleva a quejarnos, en lugar de a hacernos cargo de lo que sentimos y a tener más capacidad de controlar la situación. Solemos pensar que el problema está en los demás, pero ¿qué ocurriría si te posicionaras como responsable? Prueba.

A veces cuando observamos a otros en esos estado de enfado y nos sentimos identificados con ellos, nos sentimos avergonzados. Te pido que observes a otros en estas reacciones de ira. En esta observación de otro identifica lo siguiente:
1)   ¿Qué le ha enfadado?
2)   ¿Cómo lo ha expresado?
3)   ¿Cómo lo ves desde la posición de observador?
4)   Si esa persona fueras tú, ¿cómo te definirías?
5)   ¿Qué le aconsejarías a esa persona que cambiase?

Como verás desde la posición de observador actuamos más objetivamente porque el grado de implicación es distinto.

Una cosa muy importante en la ira, es pararla en los inicios, pues una vez está desbocada, es difícil hacerse con el control de ella. Para ello haz lo siguiente:
1) Identifica el enfado que quieres parar.
2) Cuenta hasta 20 antes de reaccionar.
3) Valora la situación de 0 a 10.
4) Valora la reacción de la otra persona. En este estado de ira los sujetos lo suelen valorar como “muy malo”. Eso se llama “tremenditis”. La tremenditis suele llevar asociadas las etiquetas de “Es horrible”, “Es dramático”, “Es tremendo”, “Es catastrófico”. ¿Es tan dramática la situación?
5) ¿Cómo sería mejor expresar tu disgusto?
6) ¿Qué beneficios obtendrías si expresaras tu disgusto de otra forma?
7) No realimentes tu enfado poniendo de muy malo al otro en tus diálogos con los demás.

Es decir, con todo lo planteado quiero que:
1)   PARES.
2)   PIENSES.
3)   ACTÚES.

Y, por último, vamos a aplicar una técnica que se llama ANCLAJE de la Programación Neurolingüística:
1)   Identifica el enfado que quieres parar.
2)   Elige una conducta que te ayude a recordar lo que quieres parar (tocarte la oreja derecha, mover la cadena de tu reloj, etc.).
3)   Escribe una frase que te haga recordar lo que quieres hacer, a partir de ahora, con tu irritación.

Este anclaje lo tienes que usar cuando empieces a detectar las primeras señales de tu emoción de irritación, es decir, cuando tu corazón empieza a acelerarse, notas que la temperatura de tu cara comienza a aumentar, tu ceño se empieza a fruncir, tu mandíbula se tensa, tus músculos se tensan, etc. Este anclaje te permitirá ver tu emoción desde fuera y aprenderás a gestionar tu ira de la manera más conveniente para ti.

Espero te sirva de ayuda en tus futuras situaciones que vivas.

Un fuerte abrazo.


Juan Fernández Quesada

viernes, 18 de noviembre de 2016

LA VIDA DEPENDE, PRINCIPALMENTE, DE TI

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Hay una historia que refleja muy bien esta idea: Había una vez un discípulo de un monasterio que estaba presto a desafiar a su maestro, con lo cual se le acercó uno de los días y, ocultando a sus espaldas un pájaro que sostenía en las manos, desafiante le preguntó: “Maestro, aquí, detrás de mí, tengo un pájaro entre las manos. Dígame usted, que lo sabe todo ¿está vivo o muerto?”. (Si decía que el pájaro estaba vivo, lo ahogaría, y si decía que estaba muerto, abriría sus manos y lo dejaría volar). El maestro, tranquilo, con serenidad y mirándole a los ojos, respiró profundamente y con mucho amor le respondió: “Todo depende de ti. La solución está en tus manos”.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada

jueves, 17 de noviembre de 2016

CARACOLAS EN EL PULSO (MANUEL FERRERO DE SU LIBRO CARACOLAS EN EL PULSO ED. CULTURAL NORTE 2016)

Si hubieras descubierto el mar que llevas dentro, la marejada
traería caracolas y tesoros en vez de peces muertos. Si cada
latido fuera un secreto descubierto, cada emoción una caja de
regalos por abrir y en cada pupila hubiera otra pupila reflejada,
la oscuridad de la noche sería
                                      para danzar y pasear de la mano.

Nunca es tarde para descubrir un aleteo de pardal en la
mejilla, un remolino de vencejos en la sangre o para el baile
que hacen las anémonas con las doradas. Siempre es tiempo
para llegar a deshora. Siempre es el momento
                                      si eres el capitán de tu propio barco.
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miércoles, 16 de noviembre de 2016

MEDITACIÓN, EL ARTE DE LA PAZ QUE NOS ENSEÑARON LOS MAESTROS ORIENTALES

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La felicidad no es placer, es un estado sin contrario, es mirar con flexibilidad y amplitud, es conocer sin interpretar, es ausencia de expectativas exigentes, es caminar disfrutando del camino.

Llevan los orientales años experimentando cómo reducir el sufrimiento humano y, digo reduciendo, no eliminando, porque también el sufrir es crecer aprendiendo de él. Los budistas, por ejemplo, utilizan la Meditación Vispassana que promueve indagar en, de forma dinámica, la realidad, observando el proceso perceptivo. El sujeto se convierte en un observador. Observa, no cuestiona. El significado de Vispassana es “ver de forma especial”, observar las cosas tal y como son, no como parecen ser (meditación introspectiva). Aprendemos mediante esta meditación a dejar de vivir en la fantasía, en el autoengaño. La respiración es el principal elemento guía, mientras que el sujeto observa todos los cambios externos e internos que acontecen, su estado físico, sus emociones, lo que siente, lo que percibe. Observa también sus pensamientos y los cambios emocionales que producen. Hay una comprensión integral de lo que acontece en el momento.

Otro tipo de meditación es el Samatha que es, principalmente, concentración y calma o tranquilidad. La mente descansa, enfocándose en un objeto, lo que permite manejar la atención intencional. De este modo no hay distracciones. Cuando la mente está atenta a un objeto no entran pensamientos que distraen o perturban la paz. Esta orientación Samatha, es la que más ha influido en la mayoría de las técnicas meditativas

Cuanto más se trabaja la atención consciente, se adquiere gran concentración. El meditador adquiere una intensa agudeza perceptiva y una transformación permanente del ser.

En Occidente esta parte de meditación atenta se fue incorporando en el trabajo para manejar el estrés y el dolor crónico, denominándolo Mindfulness (Atención Plena), cuyo objetivo es:
a)   Entrenar a la mente en la atención consciente y
b) Reducir los procesos mentales que perturban o producen malestar emocional, así como las conductas que causan desorganización.


Terapias, como la Atención Plena de Jon Kabat-Zinn; la Terapia Dialéctico-Conductual de Marsha M. Linehan; La Terapia de Aceptación y Compromiso de Hayes, Strosahl y Wilson, y, anteriormente Wilson y Luciano; La Terapia Racional Emotivo-Conductual de Albert Ellis; la Terapia Cognitiva de Atención Plena de Zinder V. Segal; y otros autores; son casos de terapias que trabajan con el Mindfulness.

La práctica meditativa se ha demostrado eficaz en múltiples problemáticas: estrés, hipertensión, ansiedad, depresión, dolor crónico, cansancio, alta sintomatología fisiológica: temblores, taquicardias, sudoraciones, palpitaciones, contracturas, etc. Sus resultados son:
1)   Vivir con mayor intensidad el momento presente.
2)   Congruencia y ajuste en los sentidos.
3)   Quietud mental.
4)   Sensación de Plenitud, Abundancia.
5)   Serenidad, Calma.

Ha sido un placer compartir contigo esta lectura que deseo te sea provechosa para iniciarte en el mundo meditativo.

Un abrazo sentido.

Juan Fernández Quesada.

martes, 15 de noviembre de 2016

IDEAS QUE SUELEN SUBYACER EN LA DEPRESIÓN Y UNA BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN

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Muchas personas después de una ruptura en una relación de pareja o matrimonial, suelen caer en la depresión, la desesperanza, la soledad, el abandono y un nivel bajo de tolerancia al estado de frustración producido.

Hay personas que manifiestan que se ha ido su “media vida”, su “media naranja”. Manifiestan: “he perdido una parte de mí”. Esto nos puede parecer muy bonito y romántico, pero es una idea más bien patológica que produce en la persona sentimientos depresivos y de autocompasión. Uno se puede sentir frustrado al perder a su pareja, pero realmente no pierde nada de sí mismo. Uno es completo del todo, no es una “media naranja” de nadie, es una naranja entera. Pero el mayor problema suele estar en su autocondena. Se dicen que son indeseables por no estar con esa persona o que valen menos. La ecuación que ponen es ESTAR SOLA = VALER POCO. De este modo se sienten desesperanzadas para cambiar su situación. Empiezan con diálogos victimistas: “¿Quién me va a querer a mí?” “Si él/ella no quiere seguir conmigo, ¿quién me va a querer?”. Identifican su valía con el valor que la otra persona le ha otorgado o con la atención que ha tenido para con él o ella durante un tiempo.

Las ideas acerca de la separación son las que determinan cómo te sentirás y no la separación en sí misma.

Ideas como “Es horrible y muy desagradable estar solo/a”, “No puedo soportar estar solo/a”, “Soy un ser indeseable y por eso me han dejado”, “Soy un/a fracasado/a”, “¿Qué va a ser de mi vida sin él/ella?”, “Siempre voy a ser un/a desdichado/a”, son las que generan esos sentimientos depresivos, con un alto grado de culpabilidad, frustración y desesperanza. Esta falta de aceptación de sí mismo y de no aceptar un mínimo dolor para cambiar, forman la base de la falta de cambio.

¿Qué podemos hacer ante esto? Podemos pensar que somos falibles como personas y cometer errores, pero aunque seamos rechazados, no autocondenarnos. Lo mejor es aceptarse, a pesar de la desaprobación. Si tenemos poca o baja autoestima, podemos decidir “aceptarnos incondicionalmente” y cuando lo decidimos, determinamos, no insultarnos, no castigarnos y darnos estimulación y ánimos para emprender de nuevo nuestra andadura corrigiendo los errores (no culpabilidades).

La valía de uno mismo depende de lo que se dice uno mismo. Si lo que hacemos es considerar que nuestra valía depende de lo que dicen los demás de nosotros, nos ponemos a merced de las miles de cabezas pensantes que opinarán miles de cosas diferentes sobre nosotros.

Nosotros no podemos evaluar íntegramente a las personas, de ahí que las calificaciones o descalificaciones son cosas absurdas. Sí podemos, si así lo deseamos, evaluar las emisiones conductuales, de pensamiento, etc., que realizamos puntualmente, teniendo bien claro que el sujeto no es sus conductas, ni sus pensamientos, ni sus sentimientos, ni sus actitudes, etc. El ser es mucho más que todo ello. ¿Quién se atreve a evaluar a un ser íntegramente? Pues bien, eso es lo que hacemos cotidianamente cuando manifestamos, por ejemplo: “Enrique es bueno”. Significaría que Enrique, en ningún momento, puede emitir un comportamiento erróneo, le cubrimos de un halo de bondad, y ya puede cometer todas las estupideces que quiera, que seguirá siendo el “buen Enrique”. Pero en sentido negativo, ocurre más de lo mismo. Si catalogamos algo, hagámoslo sobre conductas o emisiones puntuales, no sobre la persona. Es decir, podríamos decir, por ejemplo: “Enrique ha tenido en este momento un comportamiento estúpido, pero eso no significa que Enrique sea estúpido”.

Cuando uno se deprime tiende a no hacer nada para mejorar las cosas, porque se cree el diálogo que manifiesta: “Para qué voy a hacer nada, si no puedo cambiar nada”. Observe sus generalizaciones: “Nada”, “siempre”, “nunca”, “jamás”, etc. La vida no es así, esas generalizaciones no casan con la realidad, aunque muchas veces nos ocurra algo.

Escriba las ideas negativas como las mostradas y cuestiónelas, pregúntese si son ciertas, si puede dar fe de que está usted en lo cierto, o si son presunciones acerca de usted, de los demás o de la vida. Luego, coja el teléfono y llame a sus amigos/as, a sus familiares, apúntese a un curso, haga un viaje, eche tiempo en una afición, haga ejercicio, etc., pero no se quede por más tiempo a lamentarse de lo ocurrido, de usted, de la vida, ni del otro. No pierda su tiempo, que es un regalo de cada día. De este modo, empezará a ver luz sobre usted mismo y sobre su vida.

No confunda estar “triste” por el acontecimiento ocurrido de la separación, con estar “deprimido/a”. Lo primero, “triste”, nos posibilita tomar conciencia de que tengo una situación adversa, pero no insalvable. “Deprimido/a” me genera incapacitación y ceguera para ver otras opciones. Y también recuerde que “no hay atajo sin trabajo”. Cambiar su situación le va a ser costoso, pero no imposible y, en lugar de pensar en los placeres inmediatos, piense en los que hallará a medio/largo plazo con algo de esfuerzo.

Sepa que usted estará triste por un tiempo, pero trabajando esas ideas absurdas y saliendo a hacer cosas y relacionándose con más personas, hallará los estímulos que le servirán para refundarse.

Un saludo.

Juan Fernández Quesada.


domingo, 13 de noviembre de 2016

PARÁBOLA: GANA EN SABIDURÍA PARA SER LIBRE

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Un rey rico llamado Plousios había plantado un bosque para cazar en él y publicado un edicto prohibiendo a todo el mundo entrar.

Un día, mientras cazaba, encontró una cabaña que, un mendigo, llamado Penicros, había construido, violando el edicto.

Furioso, Plousios ordenó que colgaran a Penicros y destruyeran su cabaña; pero Penicros dijo: “si me cuelgas antes de escuchar mi sabiduría, siempre lo lamentarás”. “¿Qué te hace pensar que eres sabio?”, preguntó Plousios; y Penicros contestó: “porque he construido mi cabaña en el bosque de Plousios y, por lo tanto le he encontrado, que es lo que deseaba, pues tengo consejos que ofrecerle”. Divertido por la temeridad de su respuesta, Plousios ordenó que montaran a Penicros en un burro y lo llevó con él a la ciudad; y en el camino le interrogó: “Dime la diferencia entre un buen hombre y un mal hombre”. Penicros contestó: “un hombre malvado reñía con un hombre bueno y le decía: por cada palabrota que me profieras te devolveré diez. El hombre bueno respondió: por cada diez palabrotas que me profieras, no te devolveré ninguna. He ahí la diferencia entre un hombre malvado y uno bueno; y entre un necio y un sabio”.

Impresionado por la respuesta, Plousios respondió: “¿Es cierto que tanto en el hombre como en la naturaleza todo crece con el tiempo?”. Y Penicros contestó: “Hay una cosa que no: la pena”. Plousios dijo: “Se nos advierte que al enviar un mensaje tengamos cuidado con el mensajero que enviamos. ¿Por qué?”. Penicros respondió: “porque el carácter del enviado nos dice mucho del carácter de quien lo envía”. Plousios preguntó: “Todo animal tiene su color, sus manchas o rayas, para esconderse en el bosque; ¿cuál es el mejor método para que el hombre se esconda?”. Penicros respondió: “hablar”. Plousios preguntó: “¿Cuál es el peor tipo de hombre?”. Penicros respondió: “el que se cree bueno”. Plousios preguntó: “¿No sería bueno que un reino durara siempre?”. Penicros contestó: “si así hubiera sido con su padre ¿dónde estaría su majestad ahora?”. Plousios dijo: “Los niveladores dicen que no hay diferencia entre los nobles y los comunes. ¿Es eso cierto?”. Penicros respondió: “Hubo una vez un noble que hablaba con desprecio a un pobre estudioso quien le respondía siempre con términos amables. Tras repetirse esto durante un tiempo, el estudioso replicó al final: parece que tu noble linaje acaba contigo, mientras que el mío podría estar comenzando conmigo. En otra ocasión un hombre de alta cuna insultaba a un sabio plebeyo: dices que mi linaje es una mancha para mí, dijo el sabio; pero tú eres una mancha en tu linaje”. Y Penicros dijo: “la muerte es el temor de los ricos y la esperanza de los pobres. Hay una historia que nos cuenta una verdad más profunda acerca de la diferencia entre un noble y un plebeyo, un rico y un pobre: Había una vez alguien parecido a Plousios y alguien parecido a Penicros, que viajando juntos fueron emboscados por ladrones. ¡Ay de mí si me reconocen! Dijo el que se parecía a Plousios. ¡Ay de mí si no me reconocen! Dijo el que se parecía a Penicros”.

“Aún más: el heredero de un hombre rico había despilfarrado el dinero, y un sabio pobre lo vio comiendo pan y olivas. Dijo al rico empobrecido: Si alguna vez hubieras pensado que éste hubiera podido ser tu banquete, éste no sería tu banquete. Éstas son las diferencias. Como hombre y hombre, mujer y mujer, ni hay ni debería haber diferencia alguna a los ojos de un rey o de un juez, pues no hay ninguna diferencia en su naturaleza”.

Plousios preguntó: “¿Por qué morimos?”. Y Penicros contestó: “Porque vivimos”.

Plousios preguntó a Penicros sobre amigos y enemigos, y Penicros contestó: “mejor un enemigo inteligente que un amigo necio”.

Plousios preguntó: “¿Alguna vez está bien mentir?”. Y Penicros respondió: “En tres casos es permisible: en la guerra, en la reconciliación entre dos hombres y para apaciguar a una esposa. Y de manera más general se dice que una verdad a destiempo hace daño”. Plousios dijo: “No eres un mendigo, eres un sabio”. Y Penicros respondió: “en efecto, pues tú has sido el mendigo pidiéndome sabiduría. En la vida, la razón es el piloto; la ley, la luz por la que se guía; sabiduría es reconocer que la ley proviene de la naturaleza; y la razón es el don de la naturaleza para el hombre. El hombre no posee garras para luchar, ni un grueso pelaje con qué protegerse del invierno, pero puede gobernar sobre aquellos que poseen garras y pelaje, si lo desea”. Plousios dijo: “dime qué quieres a cambio de todo lo que me has enseñado hoy”. A lo que respondió Penicros: “se dice que Diógenes, el filósofo, cuando el emperador Alejandro se dirigió a él, que vivía en un tonel, ofreciéndole recompensas, respondió: sí, puedes recompensarme, apartándote, pues me tapas el sol. Pero yo sí aceptaré una recompensa de ti: déjame construir una cabaña en tu bosque y vivir en ella en paz”. Y Plousios, que aquel mismo día había ordenado que colgaran a Penicros por construir una cabaña en su bosque, le dio permiso para que viviera allí de ahí en adelante. He aquí la recompensa de la sabiduría.

Extraído del Buen libro de Grayling.

Que sigas ganando en sabiduría, querido amigo/a. Un fuerte abrazo.

Juan Fernández Quesada.