jueves, 16 de marzo de 2017

EL HOMBRE DE LAS SIETE MÁSCARAS

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Si no quieres pasar muchos años de tu vida limpiando tu basura interior, empieza por no ir llenando la bolsa. Como decía Robert Bly: “Hasta los treinta años nos pasamos la mayor parte de nuestro tiempo decidiendo qué aspectos de nosotros mismos vamos a arrojar a nuestro saco de desperdicios; después nos pasamos el resto de nuestra vida intentando retirarlos de él”.

Cuenta Veronique Tadjo, una escritora de Costa de Marfil, la historia del hombre de las siete máscaras:

El cuento nos dice, de forma simbólica, la diferencia entre el llamado yo social, y el tesoro que se esconde en la sombra. Traer a nuestro consciente zonas olvidadas, forma parte de lo que trabajamos en psicoterapia.

Cuentan que en un tiempo y lugar inciertos, vivía un hombre que creía ser feliz con sus siete máscaras. Una máscara para cada uno de los siete días de la semana.


Cada mañana, cuando salía a trabajar, cubría y (creía que) protegía su rostro con una máscara. Al regresar a casa, descubría su rostro antes de acostarse. Era tal su convicción que ni siquiera sabía por qué lo hacía, incluso para cada día festivo tenía caretas especiales.

Una noche, mientras dormía, un ladrón entró en su casa y se llevó todas sus máscaras. Por la mañana, al darse cuenta del robo, se desesperó y se lanzó a buscar denodadamente dónde habían podido ir a parar sus máscaras. Anduvo horas y días recorriendo la ciudad, buscando por los bajos fondos, denunciando a distintas autoridades… pero el ladrón y sus máscaras no aparecían, de hecho no aparecieron nunca.

Un día, desesperado ya de tanto buscar, se dejó caer en el suelo y lloró desconsoladamente, como cuando era niño. Una mujer que pasaba por allí, se detuvo, le miró a los ojos y le preguntó:
– ¿Por qué lloras así?

El hombre, durante unos segundos, quedó aturdido ante esa presencia. Sus ojos profundos le resultaban familiares y lejanos a la vez.
– Un ladrón me ha robado mi bien más preciado, mis máscaras, y sin ellas mi rostro queda expuesto y tengo miedo, me siento débil y vulnerable.

Ella le respondió:
– Consuélate, mírame bien, yo nunca llevé máscaras, tengo tu edad y vivo feliz.

Él la miró largamente, era una mujer de una belleza profunda, le recordaba algo… pero no sabía qué.
Ella se inclinó, enjugó sus lágrimas y le dio un beso en la mejilla. Por primera vez en su vida, aquel hombre, sintió la dulzura de una caricia en su rostro.

¿Cómo se forma la persona?
Decía Jung que el componente esencial de la personalidad era el ego ideal. Los esfuerzos que desplegamos desde nuestra infancia para adaptarnos a las normas sociales y morales, son el yo social que conforman el concepto de persona. La persona echa fuera de la conciencia todos los elementos juzgados como inaceptables por el entorno del individuo, bien sean emociones, actitudes, conductas, creencias, pensamientos, rasgos de carácter, etc. Esto es lo que produce en el inconsciente lo que ya he comentado como “sombra”.

Así pues, los conceptos de “persona” y “sombra” son como en la moneda, el anverso y el reverso de la misma.

En el teatro griego los actores llevaban máscaras en sus actuaciones y la palabra latina “persona” viene de “per sonare” que significa “resonar a través de”. Es decir, la máscara les servía a los actores tanto para proyectar su voz, como ilustrar el carácter o la personalidad del personaje que se interpretaba. Así se interpretaba a una persona celosa, avariciosa, buena, honrada, servicial, etc. La máscara entonces daba un carácter universal al personaje, pues no variaba su faz.

Así pues, todo desarrollo de la persona conlleva un conflicto, ya que el individuo tiene que dejar su yo íntimo, su identidad real, para desempeñar uno o varios papeles que le son impuestos. Esta oposición entre el yo íntimo y el yo social es el conflicto que solemos vivir los seres humanos, más agudizados en unos que en otros. El yo íntimo suele perder terreno a favor del yo persona adaptado al medio social. Entonces el gran dilema personal está siempre en cuidar el desarrollo de tu yo íntimo, adaptándote al tu medio social. Es como también decía uno de los padres de la psicología humanística, Carl Rogers, de buscar nuestra congruencia o equilibrio.

Así pues, debe quedar claro que para construir un yo social es necesario crear una sombra. Esto es como el trabajo de la crisálida para transformarse en mariposa, el tránsito, el esfuerzo, el dolor, la adversidad, debe realizarlo, para fortalecer sus alas. Los tránsitos posteriores con devenires adversos, nos siguen dando la oportunidad de crecer. Cada adversidad, trae un don consigo. Esto no significa que en la educación de los niños haya que hacer que el niño reprima sus emociones y sentimientos, pero sí marcar límites a conductas que puedan producir efectos adversos en los demás, en el medio y en sí mismos, y enseñarle a que canalice sus emociones de forma adecuada y constructiva.

Espero haya sido de tu agrado esta lectura.

Y, por favor compártela con tus conocidos.

Gracias.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada. 

viernes, 10 de marzo de 2017

LAS FORMAS DE LA SOMBRA

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Según el material que rechazamos, podemos decir que hay una sombra negra y otra blanca. El instinto sexual y el agresivo estarán en la SOMBRA NEGRA. Es más típico en personas que han tenido educaciones pulcras, rectas. La sombra se rebela en este caso ante esas normas rígidas que fueron impuestas. Hay envidias, celos, deseos de dominio, sexualidad desorganizada.

La SOMBRA BLANCA es distinta viene de un desarrollo incompleto, un rechazo de una tendencia virtuosa o espiritual. En este caso la sombra está compuesta por lo opuesto a lo que fue impuesto como norma en origen. Un chico pandillero al que le habían enseñando a no respetar las normas, se le impuso rechazar toda disciplina, en su sombra blanca el deseo era observar esa disciplina. En estas personas, en momentos determinados, a solas, o en momentos de descontrol exhiben conductas virtuosas.

También existen formas categorizadas por los medios que las han generado. Así existe la SOMBRA FAMILIAR. Las familias, además de transmitir creencias y valores positivos, también transmiten rechazos colectivos. Un suceso trágico familiar, por ejemplo un suicidio, se puede convertir en una especie de mito o estigma. Se dan secretos que se llevan como carga. Todos estos secretos, estigmas y traumas se suelen reproducir en las siguientes generaciones. Los programas grabados en el inconsciente se transmiten a los descendientes. Por ejemplo, en una familia que manifestaba una obsesión con conducir, por la posibilidad de tener un impacto, había ocurrido un accidente muy trágico de los bisabuelos que se mantenía oculto.

Algunos de los mandados familiares son:
·        No seas tú mismo (o natural).
·        No existas (vive en un segundo plano).
·        No crezcas (no evoluciones).
·        No triunfes.
·        No tengas salud.
·        No pienses.
·        No sientas.
·        No te comprometas.
·        No intimes.
·        No seas abierto.
·        No hables (o no te expreses).
·        …………

A veces la sombra familiar se concentra en uno de los miembros de la familia (el chivo expiatorio). Es el “malo” de la familia, que tiene como misión asegurar el equilibrio familiar. El resto viven como víctimas para recibir alabanzas o sentimientos de pena del entorno por “haber tenido tan mala suerte”. Abraham Maslow en uno de sus escritos hablaba de cómo una familia mantenía a uno de los hijos enfermo para centrar todos sus cuidados y atenciones en él y, de esta forma, el resto de familiares eludían o evadían mirarse entre ellos y así aliviar los posibles conflictos. Un muchacho irresponsable e inmaduro puede dejar ver la rigidez y excesiva seriedad de la familia.

LA SOMBRA COMUNITARIA. En una comunidad determinada, las prohibiciones y tabúes impuestos por los líderes dejan una sombra que perseguirá a sus miembros. En comunidades religiosas, en centros de formación militar rígidos o estrictos, cualquier comportamiento que pudiera indicar una desviación sexual, era perseguido de forma tajante. Las atenciones entonces hacia otros valores o aspectos positivos eran mínimos comparados con las atenciones hacia estos tipos de señales, lo que, por lo tanto, llevaba a que se pudiese dar más de ello, como también manifiesta la Ley de Atracción. Cuanta más atención manifestamos hacia algo, más se dará ese algo. Todo a lo que prestamos atención se manifiesta más.

LA SOMBRA NACIONAL. Un país que no quiere ver sus defectos o deficiencias proyectará más y más estas deficiencias sobre los países que les rodean. Como en los casos individuales, solo el intercambio nos permite ver y reconocer nuestros propios errores. Cuando determinados países comienzan a entrar en descalificaciones y envidias sobre otros países, sólo manifiestan sus propias sombras.

Antaño, los bufones en las cortes representaban esas partes oscuras que se pretendían ocultar. Hoy día son los cómicos los que nos ponen en evidencia nuestras miserias.

Espero haya sido de tu agrado.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada. 


sábado, 4 de marzo de 2017

EL SUEÑO DE CARL JUNG SOBRE SU SOMBRA

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“Tuve un sueño que me asustó y me animó a la vez. Era de noche, y me encontraba en un lugar desconocido. Avanzaba con dificultad contra un fuerte viento. Una densa bruma lo cubría todo. En mis manos en forma de copa, tenía una débil luz que amenazaba con extinguirse a cada momento. Mi vida dependía de esta débil luz, que yo protegía preciosamente. De pronto, tuve la impresión de que algo avanzaba detrás de mí. Miré hacia atrás y percibí la forma gigantesca de un ser que me seguía. Pero, al mismo tiempo, fui consciente de que, a pesar de mi terror, debía proteger mi luz a través de las tinieblas y contra el viento. Al despertarme, me di cuenta de que la forma monstruosa era mi sombra, formada por la pequeña llama que tenía encendida en medio de la tormenta. Sabía también que esta frágil luz era mi conciencia, la única luz que poseía. Enfrentada al poder de las tinieblas, era una luz, mi única luz”.

Jung que se había formado en el psicoanálisis de Freud sabía, según la teoría de su maestro, de la existencia del inconsciente, de ese mundo rechazado, pero en sus investigaciones descubrió otro inconsciente, EL INCONSCIENTE COLECTIVO. Un inconsciente más profundo, una memoria común a toda la humanidad. Unos programas forjados desde el pasado a los que denominó “arquetipos”, programas existentes en todas las civilizaciones y culturas y la sombra era uno de esos arquetipos fundamentales. Este planteamiento del inconsciente colectivo fue lo que llevó a la ruptura entre Freud y Jung.

La sombra, según Jung, es la representación de un conjunto de complejos y energías rechazadas que en psicoanálisis se denominaba “el Ello”. Otras formas de denominar a la sombra han sido “el sí mismo reprimido”, “el alter ego”, “el lado sombrío de sí mismo”, “el sí mismo alienado”, “la personalidad inferior”. Pero el propio Jung en 1917 definió la sombra como EL OTRO EN NOSOTROS. Es “el lado negativo de la personalidad” o la suma de todas las cualidades desagradables que odiamos u ocultamos, las funciones deficientemente desarrolladas y el contenido del inconsciente personal.

Como Jung decía, el yo consciente (la luz) produce un área inconsciente, la sombra de uno mismo.

La sombra suele ser percibida antes por los demás que por nosotros mismos. También, la sombra que durante el día se muestra más pequeña por el ángulo de incidencia del sol, por la noche se hace grande, e incluso, dormidos, invade todo el espacio. Así, si reprimimos un deseo durante el día, en la noche, en sueños aparece nítidamente lo reprimido. Simbólicamente, aparecerán esos deseos como amenazantes, deformados, transfigurados. Un jefe puede tener forma de tirano o de verdugo; una madre puede tener forma de bruja, de serpiente; etc. Aquellos que se libran de las apariencias, se dice que suelen soñar menos.

Hay expresiones en el lenguaje coloquial que guardan relación con estos conceptos. Así, por ejemplo podemos decir: “Esta persona tiene miedo hasta de su sombra”. En una persona puntillosa o celosa se habla de “todo le hace sombra”.

El próximo día seguiremos hablando de la sombra.


Espero haya sido de tu agrado.

Un abrazo.
Juan Fernández Quesada.

viernes, 3 de marzo de 2017

LA SOMBRA Y EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

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Un día los discípulos preguntaron a Jesucristo: “¿Qué camino debemos tomar para entrar decididamente en la vida espiritual?”, y Jesucristo respondió: “Aprended primero a superar vuestros miedos”.

Carl Jung había mencionado en sus escritos lo mismo: “Encontrad aquello que una persona teme más, y sabréis de qué estará hecha su próxima etapa de crecimiento”.

Por lo tanto, para avanzar en nuestro crecimiento hay que empezar por la tarea de ver nuestros miedos, nuestros defectos, nuestras repugnancias, nuestras antipatías, nuestras reacciones desorbitadas, nuestras frustraciones, nuestras culpabilidades, nuestras limitaciones.

Sin aceptación meterse en una vida espiritual es caminar en zona de desequilibrios, de desestabilidades. Por eso, Un Curso de Milagros (UCDM) nos habla de llegar a una percepción verdadera, a una mente recta.

Si queremos llegar a una verdadera espiritualidad, hay que empezar a conocerse a sí mismo. Como UCDM dice tienes que saber cuál es tu identidad.

Raras son las personas que se sienten realizadas. Un gran porcentaje de seres solo ven frustraciones y, entonces, en nuestro avanzar por la vida con esa insatisfacción, nos lleva a pensar si eso va a ser todo y, por lo tanto, qué sentido tiene vivir.

Hay algunos que se dedican a cambiarse externamente. Mucho deporte, mucho maquillaje, muchas ropas, EN EL FONDO MUCHAS CARETAS. No somos conscientes que la labor principal está dentro de nosotros y no fuera, y, cuando cambias por dentro, lo exterior viene por añadidura. Es en nuestra sombra donde está todo lo que queda de nosotros por sacar, es dónde están nuestras verdaderas potencialidades y, esas potencialidades son las que nos harán crecer espiritualmente, porque en la sombra es dónde está la conexión con lo infinito.

Espero esta lectura haya sido de tu agrado. Compártela. Gracias.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada.