miércoles, 24 de abril de 2019

COMO LA VIDA MISMA: SOBRE LAS AVES


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Los colibríes son unas minúsculas aves americanas, de colorido plumaje y largo pico, que mueven sus alas con tanta rapidez que ni se distinguen cuando están volando, y son las únicas aves capaces de volar hacia atrás. Para los mayas eran los encargados de llevar los pensamientos y deseos de los hombres de un lado para otro y, para los aztecas, los mensajeros entre los dioses y los humanos. Pero, a pesar de su belleza, la sensación que me produce ver un colibrí volando es la de fatiga: parece imposible emplear tanta energía para mantenerse en el mismo lugar o, peor, para retroceder.

Posiblemente sea porque asocio el vuelo del colibrí con el ajetreo que a veces llevamos los seres humanos, corriendo de un lado para otro, afanados como abejas obreras, sin parar, para conseguir avanzar socialmente, ganar más dinero, obtener más prestigio, cumplir con todas las obligaciones que nos autoimponemos, ser amados y aceptados... ¡Y muchas veces, para que no nos cunda nada ese pasarnos la vida nadando contra corriente y acabemos, como el colibrí, quedándonos estancados o yendo hacia atrás!

El albatros es otra ave mítica, que ha sido descrita como “la más legendaria de todas las aves”, protagonista de poemas, portadora de buenos augurios y encarnación de las almas de los marinos muertos en la mar. Y cuando contemplo el vuelo de un albatros tengo sensación muy diferente, de relajación. Parece que no hace casi esfuerzo, la mayor parte del tiempo está planeando y puede recorrer centenares de kilómetros sin aletear. Aprovecha las corrientes de aire y sus propias alas, estrechas y alargadas, se han adaptado para ser más eficientes desde el punto de vista aerodinámico.

Quizás sea mejor hacer como el albatros y servirnos del propio curso de la vida, fluyendo con ella, para avanzar más deprisa y sin tanto agobio, confiando en que sólo tenemos que aprender a ser flexibles y servirnos de la fuerza de las corrientes y los vientos, que no están bajo nuestro control, para conseguir nuestro bienestar, que sí depende de nosotros.

Pero tal vez sea una tercera ave, la paloma de Alberti, la que se equivocaba y “por ir al norte fue al sur”, la que nos dé la clave. Igual nos estamos empeñando en alcanzar ciertas metas, que no son en el fondo aquellas a las que queremos llegar. Digamos que el camino para alcanzar la felicidad o la satisfacción personal no siempre pasa por conseguir aquello que creemos que nos lo va a facilitar. Tal vez sin ese trabajo o ascenso, con esos problemas de salud o de dinero, con una pareja llena de defectos (como nosotros) o en solitario, sin que tus hijos sean los mejores de la clase… puedes ser igualmente dichoso, tal vez más que si las circunstancias fueran las que tú consideras idóneas. Porque los deseos del genio de la lámpara siempre tienen trampa: si modificamos eso que nos molesta, también cambian instantáneamente otras muchas cosas que son las que nos dan la vida. Si no encontráramos dificultades, tampoco tendríamos retos que superar; si no cometemos errores, perderíamos la oportunidad de aprender.

La única forma de avanzar sin tanto esfuerzo y en la dirección correcta que se me ocurre es la aceptación gozosa, no resignada y a regañadientes, de mí misma con mis limitaciones y posibilidades, de las otras personas con sus defectos y virtudes, de las circunstancias en las que me veo envuelta aunque sean duras, de todo. Y comprender que eso que considero adverso está ahí para enseñarme, para mostrarme el camino, que es una oportunidad para conseguir grandes beneficios para mí y para los demás. Y que si permanezco atenta y abierta a lo que me rodea, la propia corriente de la vida me mostrará la forma de sortear los escollos con los que me encuentre y me llevará en sus brazos hasta donde termina el horizonte.

Ana Cristina López Viñuela

martes, 23 de abril de 2019

EL RINCÓN DE INMA: EL TIEMPO ES UNA ETERNIDAD



Se detuvo el tiempo, los granos del reloj de arena quedaron suspendidos por un instante, dos palabras golpean su mente constantemente desde aquel día: “No sobrevivió”...

Como una pesadilla recurrente que te asalta cada noche y solo quieres despertarte y comprobar que todo sigue bien las imágenes se repiten a cámara lenta, una y otra vez, un grito desgarrado por respuesta ¡¡noooooooooo…!!  y luego, la nada, y la culpa, esa cruel voz en su interior ¿por qué no seguí hablando con ella? ¿por qué no le dije que parara? ¿por qué? ¿por qué a mí? ¿por qué a ella? ¿por qué? ¿por qué…?

Y con cada porqué los granos del reloj vuelven a caer  monótonamente, como arena movediza bajo sus pies, ya no importa la vida, la mirada se pierde, el cuerpo pesa, las ganas se van, daría su vida por un abrazo de despedida, por ver una vez más su infinita
sonrisa.

Le dice cómo tiene que vivir gente que nunca ha muerto por dentro, qué paradoja, ¡qué sabrán ellos!, lo que hagas está bien, ponerse en tu lugar resulta imposible, admirar tu fortaleza inevitable.

Le duele el alma, busca consuelo en una mano que le sujete, se toma su tiempo, porque la vida ahora es a su tiempo, es sin tiempo, tiempo de pasear, tiempo de perderse para encontrarse, tiempo de reinventarse.

Los granos del reloj siguen cayendo pero se siente más fuerte, como al principio, como cuando ella la eligió para venir a este mundo, como cuando dijo por primera vez :mamá o dio su primer paso vacilante. Seguro que se siente tan orgullosa de tí como tú aquel día.

¿Te acuerdas? Seguro que te dice de mil formas: ¡Mamá, tú puedes!

Sus corazones latieron a la vez y ahora lo vuelven a hacer, porque nunca nos vamos del todo, siempre seguimos latiendo en el corazón de los que nos querrán hasta la eternidad.

Inma Reyero de Benito

sábado, 20 de abril de 2019

EL RINCÓN DE INMA: LA ZONA DE CONFORT



Hoy  voy a hablar de la zona de confort que es esa zona en la que nunca pasa nada, menos confort hay de todo, yo le llamaría la zona de la marmota.

Durante mucho tiempo viví, mejor dicho sobreviví en ella, eso tenía ventajas: no me ponía nerviosa, no tenía que correr ningún riesgo, cero estrés. Pero como la alegría en casa del pobre dicen que dura poco enseguida empezaba a sentirme mal y a pensar que esa vida no merecía la pena y que seguramente no estaba en este mundo para aportar tan poquito.

 Un buen día abrí la ventana por aquello de ventilar y me gustó la brisa que se coló, era fresca, con olor a limpio y pensé que porqué no me podía permitir respirar ese aire puro. Decidí salir pero mi mente que ya se había acomodado en el sofá empezó a divisar peligros inminentes que amenazaban mi seguridad y me decía :¡no puedes! Y para convencerme de ello aparecía la debilidad, la rigidez, un dolor de estómago… así poco a poco me llevó a su terreno.


Tanto tiempo malviviendo dejó huella y ahora cada vez que tengo que hacer algo nuevo, por ejemplo un viaje, una  celebración … me bloqueo, no sé por donde empezar y no empiezo por ningún lado, entonces el tiempo se echa encima, me pongo nerviosa, mi mente me dice que no puedo y entro de nuevo en la espiral.

Últimamente he encontrado un truco que me funciona, poniendo de tu parte y practicando, los resultados compensan. Lo quiero compartir   por si os ayuda y también me gustaría que me dijerais otras cosas que os funcionen, si a alguien le pasa lo mismo. Lo que hago es muy sencillo, escribo lo que tengo que hacer, por ejemplo si voy a celebrar un cumpleaños anoto: regalo, ingredientes para tarta, velas, poner la mesa … y viéndolo escrito no lo veo tan inaccesible, paso a la acción , eso lo cambia todo, voy tachando, y así consigo mi objetivo, verlo escrito y fraccionado me ayuda mucho, igual os parece infantil pero me está dando buenos resultados.

 Me he perdido tantas cosas por una vocecita que me decía: no puedes, no puedes, que ahora, mientras lo escribo, le digo ¿que no puedo? ¡Mira cómo lo hago!

Inma Reyero de Benito

jueves, 18 de abril de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LOS HOBBITS


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No es fácil imaginar que un sesudo profesor de Oxford como J. R. R. Tolkien, tan minucioso que fue capaz de crear lenguas para cada una de las razas descritas en sus obras, de forma que los topónimos, nombres propios e inscripciones que figuran en sus novelas fueran coherentes, eligiese al azar el argumento y los protagonistas de la trilogía “El Señor de los Anillos” y de “El Hobbit”.

Los hobbits son pequeños y entrañables seres, como niños, aficionados a disfrutar de los pequeños placeres, sin más ambiciones que cocinar y degustar suculentos manjares en compañía de amigos, regados con abundante cerveza y fumar una pipa como colofón. Su mejor cualidad parece ser permanecer inadvertidos e invisibles al mundo exterior, cómodos en los confines de su Comarca. Pero cuando se dan cuenta de que lo que pasa fuera de su entorno está amenazando su modo de vida y a sus seres queridos, encuentran dentro de sí el coraje para reaccionar.

Se dirían los menos indicados para luchar contra el temible Sauron y su ojo que todo lo ve, acompañado de los espectros del anillo, con ejércitos de hombres y orcos bajo sus órdenes. Parece que quienes se tendrían que enfrentar a estos impresionantes enemigos serían “los de su tamaño”: magos como Gandalf, elfos como Galadriel, reyes de los hombres como Aragorn, incluso los belicosos enanos… sin embargo, quienes desempeñaron un papel fundamental e insustituible para derrotar a Sauron fueron tres hobbits: Bilbo, Frodo y Sam, sin olvidar las hazañas de Pippin y Merry, que en momentos de dificultad fueron capaces de sobreponerse a sí mismos y de realizar lo que los demás, incluso ellos, pensaban que eran incapaces de hacer.

El poder es muy peligroso y no es garantía de no sucumbir ante el mal. Saruman era el mago más dotado, pero se convirtió en aliado de Sauron; Isildur era un gran rey de los hombres, pero se rindió al poder del anillo; y Denethor, el último de los senescales de Gondor, se volvió loco porque perdió la esperanza. Los propios reyes de los elfos: Elrond, Celeborn y Galadriel comprendieron que si unían su poder al del anillo maldito no podrían dominarse a sí mismos.

Pero quienes no tienen grandes ambiciones, como los hobbits, son inmunes a los peligros del poder e, incluso si optan por la degradación, solo son capaces de hacer el mal a pequeña escala. Por ejemplo, Gollum sobrevivió muchos años a la carga del anillo, sin tener la tentación de utilizarlo para enfrentarse a Sauron y, muy a su pesar, su aportación fue imprescindible para que fuera destruido.

¿Te sientes a veces como un hobbit, pequeño e impotente ante las grandes estructuras de poder político, económico, empresarial, publicitario, informativo… que parecen controlarlo todo? Pues recuerda que los grandes héroes a veces no son nada llamativos y que tal vez de ti dependa que se hagan realidad logros muy importantes.

No hay excusa para no hacer todo lo que uno pueda, poco o mucho, para que la justicia, la solidaridad y la verdad triunfen. Si nuestros actos están movidos por el amor y la sabiduría, nadie sabe cuál puede ser su trascendencia para el desarrollo de la Humanidad. No seamos nosotros quienes queramos poner cercas al campo y justifiquemos nuestra inacción o nuestra cobardía con la disculpa de nuestra insignificancia, porque todos tenemos nuestro papel y nadie sabrá si nos correspondía el de protagonista si nosotros mismos hemos renunciado a desempeñarlo. ¿Qué estás haciendo en tu casa, en tu trabajo, en tu ambiente, en tu ciudad… para que el mundo sea mejor? Piensa que los árboles grandes nacen de pequeñas semillas, que alguien se ha molestado en plantar y cuidar. Está en tu mano sembrar el cambio. Siéntelo, imagínalo, hazlo y compártelo.

Ana Cristina López Viñuela 

martes, 16 de abril de 2019

EL RINCÓN DE INMA: TE QUIERO TODO EL RATO



Querido hijo, igual piensas que no tiene sentido que te escriba porque vivimos juntos, pero a veces las prisas, la rutina y muchos otros motivos no nos dejan pararnos a sentir y a pensar en lo importante.

No hace falta que te diga muchas cosas… que amontone palabras desgastadas cuando tú y yo siempre nos hemos entendido con una mirada.

Te quiero como cuando dormíamos los cuatro juntos y me hacías dibujos en la espalda, como cuando imitabas a Amador, al tío la vara o el “díselo papi”...

Llegué a desesperar, a querer zarandearte para que volvieras, no entendía qué estaba haciendo tan mal, un día cuando creí que no podía más y me culpaba por no haber sabido ser la madre que necesitabas me dijeron que si tiraba la toalla todos mis miedos sobre tu futuro se cumplirían.

No sabía por dónde empezar pero cuando tienes un porqué siempre aparece el como.

De aquella no sabía que todo pasa, que el  más potente de los antídotos contra el miedo es el amor  y que el futuro no existe, sólo podemos actuar en el presente, ignoraba también que las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran y tantas y tantas frases que empezarían a cambiar nuestro caótico día a día.

Qué equivocada vivía, qué gran lección me tenía preparada la vida, quien me iba a decir que acabaría dándote las gracias por enseñarme tantas cosas.

Me encanta que hayas vuelto a sonreir , disfruto con nuestras charlas  sobre cualquier tema, eres rápido, con  un gran sentido del humor, siempre quieres llevarme a tu terreno como buen adolescente, todavía no comprendes que la veteranía es un grado, lo que siento cuando me abrazas me daría para escribir un libro, en blanco, eso sí, porque no hay palabras.

Siempre voy a estar, como cuando me tirabas de la camiseta porque el “tirorón” se quería comer a Nemo, pero sólo puedo ser tu apoyo, el dueño de tu vida eres tú.

Tendrás que tomar tus propias decisiones y si alguna vez dudas aquí estoy, como siempre. Prometo escucharte  y respetar lo que sientas en cada momento.

 Cuando quieras algo pídelo, a veces te dirán que no, pero eso también forma parte de la vida…

… y pase lo que pase recuerda que te quiero todo el rato y que te quiero feliz.

Inma Reyero de Benito

jueves, 11 de abril de 2019

COMO LA VIDA MISMA: SER COMO NIÑOS


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El otro domingo me quedé hasta las “taitantas” de la noche viendo Prodigios, un programa de televisión donde compiten niños talentosos de toda España en las categorías de canto, instrumento y danza. Dejando a un lado los horarios de programación, que parecen diseñados por algún enemigo de los que necesitamos dormir ocho horas para estar operativos al día siguiente, tema que requiere otro artículo, me suelen atraer los concursos infantiles, excepto los que se empeñan en convertir a los niños en adultos en miniatura, que me repelen bastante. Me gustan porque he comprobado que, ya se trate de cocinar, de cantar o de bailar, todos estos programas presentan algunas características comunes.

La primera de ellas es la naturalidad, la alegría, la pasión, la constancia y la laboriosidad de los chavales, que se enfrentan a los retos sin miedo al fracaso, convencidos de que son capaces de resolver cualquier situación que se les presente igual o mejor que otro, si lo desean con intensidad y se esfuerzan por lograrlo. Se toman los concursos como lo que son: juegos, y así es como deberíamos plantearnos la vida los adultos, sin tanta seriedad impostada. Como no ven los límites, están listos para superarlos. Y no se desaniman, porque si ayer les salió algo mal, hoy no va a pasar de nuevo, porque han aprendido de su error y lo van a conseguir.

También llama la atención el comportamiento colaborativo de los chicos y chicas entre ellos, pues no envidian el éxito de sus compañeros, sino que lo asumen como propio. Sienten el dolor del fracaso y lo expresan libremente, con lágrimas. Pero son capaces de decir, como un concursante de Prodigios, que se alegraba de que su rival en el duelo pasase a las semifinales, aunque eso significaba que él se quedaba fuera. Y lo dicen de verdad, no es una maniobra para ganarse al público, como se comprueba en la forma en que se felicitan o se consuelan con todo el corazón.

Otra característica es la actitud de los jueces, que aunque sean sinceros y exigentes, hacen más hincapié en lo positivo que en lo negativo, señalando los aciertos, la buena disposición al trabajo, el potencial expresado… Todo ello brilla por su ausencia en los realities en los que participan adultos, donde los jueces son implacables y tajantes, rozando la crueldad. Aunque también es cierto que los concursantes adultos muchas veces intentan justificar lo injustificable, se enfrentan a los jurados y a los compañeros, no admiten sus errores y se enfadan si no reciben un reconocimiento que ni su esfuerzo ni sus resultados merecen. Pero, aun así, sigo pensando que se atrapan más moscas con miel que con vinagre…

¿Cómo llegó el niño sincero, abierto y confiado que éramos a convertirse en un adulto manipulador, egoísta, caprichoso?

Con cada año cumplido y con el constante adoctrinamiento de los mayores, que todo lo saben, hemos aprendido a poner etiquetas a lo que nos rodea, a distinguir “lo mío” de lo de los otros, a clasificar al género humano en “amigos” y “enemigos”, a rechazar y temer “lo diferente”. Empezamos a desconfiar de las personas en cuanto experimentamos el dolor y la decepción. Sentimos la necesidad de protegernos, y aprendimos a disimular y mentir para intentar ser aceptados y queridos, y a actuar “a la defensiva”. Nos alejamos de nosotros mismos porque “lo maduro” es vivir en el “mundo real”, donde tenemos que competir para conseguir todo lo que deseamos, porque para “tener” algo (¡hasta la razón!) se lo he de quitar a otro.

Los niños tienen mucho que enseñarnos, porque los mayores hemos olvidado lo que es divertirnos en el trabajo, aceptar tal cual son a las personas que nos rodean sin plantearnos siquiera no hacerlo, expresar las emociones con naturalidad, no tener miedo al fracaso, confiar en la buena voluntad de los demás, buscar nuestros objetivos sin perjudicar a nadie…

Tenemos la tendencia a pensar que los niños son tontos y “no entienden”, pero es todo lo contrario. Cazan al vuelo nuestras mentiras e inseguridades, nos aman cuando no lo merecemos y dan siempre lo mejor de sí mismos. Tal vez los “listillos” tengamos que “desaprender” y volver a las sensaciones de la infancia, porque el mundo que nos hemos construido los “maduros” e “inteligentes” adultos es invivible, lleno de crueldad, movido por el interés y ajeno a la solidaridad. 

Cuando Jesús dijo que el reino de los cielos es para los que son como niños, pienso que se refería a que el paraíso en la tierra consiste en recuperar la inocencia y, con ella, comprender que la vida puede ser (y, de hecho, es, si no nos empeñamos en estropearla) un entorno amoroso y bello, en el que solo hemos de aprender a movernos libremente, como un pez en el agua, para ser felices.

Ana Cristina López Viñuela

domingo, 7 de abril de 2019

EL RINCÓN DE INMA: CREAS LO QUE CREES



Esta semana dediqué una mañana a leer la materia que habíamos visto en Ley de Atracción y estuve redactado mis propios apuntes, sacando decretos de Internet,  ya sabéis, que si aquí y ahora decido ser feliz, que si sólo atraigo circunstancias beneficiosas para mí y los que me rodean y bla bla bla… Estos temas me interesan y notaba que tenía una vibración positiva bastante alta.

Fue pasando el día y por la tarde entré en la biblioteca. Voy de vez en cuando, sin ningún criterio, llevaba bastante tiempo con el mismo resultado, nulo, intentando encontrar a través de la consulta en el ordenador un libro que me interesaba. Y, aunque avancé un poco más que en otras ocasiones, una vez más, mi búsqueda no tuvo éxito.

Fui a la estantería con la idea de encontrarlo por mi misma ¡para eso estaba a tope! Empiezo a mirar pensando que tenía que ser fácil, tengo que buscar DY, había hecho este proceso más de una docena de veces, sin conseguirlo , igual iba pensando que era un desastre y que nunca encontraría un libro por mi misma, quién sabe. El caso es que este día y sin ningún esfuerzo miro, veo D, digo vale, por aquí tiene que ser… DY!!! y delante de mí dos libros del autor que estaba buscando.

Mi cara era la misma que si hubiera visto un fantasma, miré a los lados y todo por si había una cámara oculta y aparecía alguien con un ramo de flores ¡hubiera sido perfecto ya!

¿Metafísica? ¿Ley de atracción? ¿Milagro? ¿Pensamiento positivo? También puedes pensar que fue casualidad, pero después de meses haciendo lo mismo ¿justo se da la casualidad ese día?

Juan siempre dice que entre ser creyente o no serlo elijamos serlo. Para creer tienes que eliminar las dudas porque tienes que confiar en algo que no puedes ver y para eliminar las dudas tienes que revisar tus pensamientos irracionales y creencias limitantes, sustituir los yo soy así, no puedo, tengo que, haga lo que haga no sirve de nada … por otras ideas más positivas y racionales, así aumentarás la vibración y lo que deseas en tu vida aparecerá.

También puedes elegir seguir como hasta ahora pero entonces no te quejes ni pongas excusas. Yo he decidido pensar que mi mente es un cheque en blanco que crea lo que cree.

   “Si la única oración que dices en toda tu vida es GRACIAS, será suficiente”.
                         Meister Eckhart.
              
Inma Reyero de Benito

martes, 2 de abril de 2019

COMO LA VIDA MISMA: EL TIEMPO ES ELÁSTICO


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Charlando con jubilados recientes y amigos en paro he comprobado que todos ellos se quejan de que no les rinde nada el tiempo, que no hacen más cosas que cuando la jornada laboral ocupaba buena parte de su día. He concluido que el tiempo es como un gas, que ocupa completamente el volumen del recipiente que lo contiene: si es pequeño se contrae y si es grande se expande.

Todos tenemos claro que cuando necesitamos que alguien realice un trabajo es más probable que saque un momento el que está muy atareado, que el que no tiene nada que hacer, porque no hay ocupación más exigente que no hacer nada. Y lo veo en mí misma, que el día que más me rinde es el que tengo alguna actividad prevista, mientras que las probabilidades de que vea otro episodio de mi serie favorita después de tragarme el anterior crecen exponencialmente con cada capítulo visto, especialmente si no tengo “nada que hacer” o, lo que es lo mismo, no me he propuesto hacer nada en concreto.

Si esto nos lleva a estar más relajados y disfrutar de cada actividad, sintiéndonos satisfechos con la situación, perfecto. Pero debería saltar una alarma en nuestra cabeza cuando nos escuchemos decir “no tengo tiempo” como disculpa para no dar un paseo, ni quedar, ni hacer una llamada de teléfono, ni leer un libro, ni apuntarnos a una clase o taller de algo que nos gustaría aprender, ni ir a conciertos o espectáculos, ni meditar... ¿Es que realmente no tenemos tiempo o que lo estamos desperdiciando? Porque si hemos podido hacer un maratón de series detrás de otro, estar al día de todos los cotilleos del corazón, seguir las peripecias de los concursantes de varios realities o alcanzar el nivel cincuenta mil del Candy Crash, igual nos lo deberíamos plantear…

Y es que el gran ídolo, el Baal al que sacrificamos el tiempo y la energía es la pantalla, ya sea del televisor, del ordenador, de la consola o del móvil. En cada hogar hemos construido un altar para la tele, de forma que el sitio más cómodo de la casa se encuentra siempre frente a ella y es el núcleo sobre el que gira todo, aunque tengamos que prescindir de un rincón luminoso y agradable para leer, escuchar música o realizar ciertas tareas. A algunos incluso les persigue cuando se mueven por la casa, pues está en la cocina, el dormitorio, la sala de estar… Es omnipresente. Y parece que nos importa más lo que se ve en una pantalla que la vida real, que es más interesante lo que se dice en un chat o en un post que mantener una conversación con la persona que tenemos enfrente, y contar nuestra vida en las redes sociales que vivirla.

Tampoco se trata de andar corriendo por los pasillos como pollo sin cabeza, dejando las llaves en la nevera y las gafas en la cesta de la ropa sucia, echando humo, pero sin obtener ningún rendimiento y muy poca satisfacción, con la misma sensación de estar perdiendo el tiempo, pero además con muchísimo esfuerzo y nerviosismo. A mí me da tranquilidad hacer las tareas de una en una y por orden, sin empezar asuntos nuevos hasta poner fin a los anteriores, y pienso que es más eficaz. Pero no siempre lo pongo en práctica… ¡Tal vez si no hubiera estado antes remoloneando para no ponerme a hacer lo que no me apetecía, no haría falta que estuviera tan apurada luego!

Y lo peor es que el tiempo puede que sea elástico, pero no ilimitado. En vez de sentirnos mal por dedicar horas y horas a ver quién consigue el Trono de Hierro o qué hijo de Ragnar Lothbrok se hace con el poder en Kattegat, ¿por qué no nos proponemos emprender alguna actividad productiva para nosotros mismos o para otros? ¿Por qué, por ejemplo, no nos planteamos comprometernos en un voluntariado, programar actividades con la familia y los amigos, contactar con alguien del que hace mucho que no tenemos noticias, retomar una afición o dedicar unos momentos a la mejora personal? La mitad de conseguirlo es proponérselo, así que sólo hay que concretar qué queremos introducir en nuestro día a día y planificar cuándo y cómo lo vamos a hacer. Si eres como yo, mi consejo es que te pongas ya, si no quieres que se convierta en otro buen propósito fallido o en un nuevo motivo de remordimiento… ¡Te lo digo por experiencia!

Al final de nuestra vida, cuando el tiempo se acabe, sería muy triste pensar que no sabemos más, ni somos mejores y hemos perdido mil oportunidades de ser felices y repartir alegría porque optamos en su momento por emplear nuestro tiempo en algo cómodo, pero que no nos llenó.

Ana Cristina López Viñuela