viernes, 27 de septiembre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: LUCES Y SOMBRAS



Conozco a Manuela hace años, siempre me pareció una persona especial, algo misteriosa como buena amiga de las meigas, un día me paró y me comentó la situación de violencia de género que estaba viviendo.

Temblaba, se le entrecortada la voz, se sentía asustada, vulnerable, quería saber qué hacer, buscaba una salida digna, no entendía nada, su mayor pecado era ser mujer, querer garantizar una buena calidad de vida para sus hijos, asfixiada entre cuatro paredes, callada para no levantar sospechas, sin arreglar por no provocar…

Vivía una vida en blanco y negro como la portada de su libro del que me quedo con una frase: no mires nunca atrás, que si es amor, no duele.

Pero cuando el alma está llena de sueños los pies te marcan el camino y las alas se extienden.

Hoy no podía, no quería perderme la presentación de su libro, su voz era firme, la mirada al frente, pisando fuerte, delante de mí una pareja entrelazaba sus manos y un hombre lloraba, quizá el precio haya sido un poco alto pero he visto amor, he visto esperanza. Gracias.

CAMINA ERGUIDA

Camina erguida,
la frente alta
y la expresión serena.
Ya se que a veces aún revolotean
cientos de pájaros oscuros
nublando la cabeza,
pero ya has aprendido,
que un rayo de luz tenue
y difusa, ahora los ahuyenta.

Camina erguida,
que el gesto indica
que en tu alma hay fuerza.
Hay decisión.
Hay raza.
Ya está tocando a su fin
el tiempo de la tormenta.

Camina erguida.
Ya nunca más encoge tu espalda
una palabra hueca.
Un insulto.
La rabia.
Ahora al mirar para adentro
ves de nuevo tu esencia.

Poema. Mujeres: luces y sombras.
Manuela R. Gallego

INMA REYERO DE BENITO

miércoles, 25 de septiembre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: ABRIRSE AL AMOR



Hace unos días volví a ver la película Bajo el sol de la Toscana, dirigida en 2003 por Audrey Wells, sobre una novela de base autobiográfica de Frances Mayes y protagonizada por Diane Lane, que refleja la experiencia de una escritora estadounidense de mediana edad que, desolada por su divorcio, decide durante un tour por Italia comprar una casa de campo cerca de Cortona.

A veces nos sucede como a Frances, que hemos puesto todo nuestro empeño en un proyecto y, de repente, se va todo al garete y te encuentras vacío e inútil, e incluso tu esfuerzo entregado parece volverse en tu contra. En su caso, después de mantener a su marido durante años para que pudiera escribir, éste decide divorciarse porque se ha enamorado de otra persona. Se ve obligada a elegir entre arruinarse pagándole una “pensión alimenticia” o perder la casa familiar, que decoró con toda su ilusión y con la herencia de su abuela, que se ha convertido en “bien ganancial”, aunque a cambio recibiría una cantidad de dinero. La situación le resultó tan inesperada, que se queda desorientada y a la deriva.

Viajando por la Toscana siente el impulso de comprar Bramasole, una villa rural muy antigua, hermosa, amplia… y casi en ruinas, empleando todo el dinero que recibió a cambio de la pérdida de su anterior casa. Al principio no se comprende a sí misma. No sabe qué pinta en ese pueblo sin saber la lengua, ni conocer a nadie, rodeada de escombros y palomas. Cuando el amigo que le vendió la finca le pregunta cariñosamente qué buscaba cuando la compró, le contesta entre lágrimas que quería una boda, una familia, gente para la que cocinar…

Y decidió comenzar por lo más fácil, preparando deliciosa comida para los obreros que trabajaban en las obras de la casa, tres polacos igual de desarraigados que ella misma, e integrándose en la vida local. Y a partir de ahí comienza a crear una red de relaciones y a cuidar las que ya tenía, al mismo tiempo que avanza la reforma de la casa. Finalmente en la finca se celebra una boda (aunque no es la suya) y habita una familia (aunque no es de su sangre). Y solo entonces, cuando su casa y su vida están llenas, aparece su verdadero amor, que ya no es una “necesidad”, porque ella se siente completa y feliz. La vida le puso delante la persona apropiada cuando ella estaba preparada para disfrutar de una relación de pareja libre y sana.

Creo, como muestra la película, que la vida está deseando concedernos lo que anhelamos, pero que muchas veces somos nosotros quienes no sabemos qué es, ni estamos en condiciones de recibirlo sin echarlo a perder. A veces el camino para la felicidad no puede ser directo, simplemente porque no reside donde pensamos que está y debemos dar un rodeo para llegar a alcanzarla. Y aquello que percibimos como un fracaso no es sino una oportunidad para redirigir nuestros pasos en la dirección correcta.

También nos enseña que para recibir amor tenemos que estar abiertos a los otros, porque quien no está receptivo genera una distancia “de protección” que le aleja, incluso, de los que le quieren querer. El cariño nace de la confianza y se nutre de la cercanía. Y ejercitarse en el amor, ya sea en el ámbito de la amistad, la familia, la comunidad, el entorno social, el altruismo… nos prepara para crecer y ampliar su campo de acción.

En conclusión, la casa no deja de ser un marco vacío: lo que importa es el cuadro. El hogar son las personas. Y la elección de si queremos vivir en el amor o en el recelo sólo depende de nosotros, porque aunque corramos el riesgo de que algunos nos decepcionen, cerrarse a los demás por miedo a sufrir nos condena al aislamiento y la infelicidad. 

Ana Cristina López Viñuela

sábado, 21 de septiembre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: LA BELLEZA DE LO EFÍMERO




Esta semana he dedicado unas horas a colorear estos dibujos tipo mandala, os lo recomiendo, es una actividad muy relajante, calma la mente y desarrolla la paciencia y la precisión.

Aparcas por un rato las prisas y sales de la espiral de pensamiento en bucle que nos suele acompañar buena parte del día, diría que te conecta de algún modo con tu lado más primitivo y tu mayor pretensión es combinar colores y lograr cierta armonía.

Es necesario un poco de disciplina y perseverancia dos cualidades que dan muy buenos resultados en todas las facetas de la vida.

Mientras pintaba pensaba que iba a hacer con ellos, me vinieron a la mente los mandalas tibetanos, los realizan con arena de colores y cuando terminan los conservan veintiún días y después los destruyen, esto les permite mantener su flexibilidad creativa y disfrutar del presente sin apegarse al pasado.

Lo único que permanece en la vida es el cambio, hay que fluir por eso los budistas los destruyen, se entrenan para dejar ir lo que temen perder.

La verdad no me imagino destruyendo las cosas que amo, no me imagino perdiendo a mis hijos por mucho que no sean mis hijos y sean hijos de la vida, no me imagino tirando mis vaqueros favoritos, ni borrando mi galería de fotos… y no pasa nada, así está bien, es bonito pasear por el camino de la evolución dejando huellas imperfectas.

INMA REYERO DE BENITO

sábado, 14 de septiembre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: CUÑAAAAO



Hasta hace poco tiempo se llamaba “cuñadismo” al favoritismo hacia los familiares, pero desde hace algunos años se aplica el término a la tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás, lo cual no tiene tanto que ver con los hermanos políticos como con una actitud ante las relaciones sociales, más general de lo que parece, que se extiende a hombres y mujeres, fuera o dentro de la familia.

Ya dice la sabiduría popular que “el que mucho habla, mucho yerra”. Así que si uno cree saber de todo, lo más probable es que por su boca acaben saliendo muchas tonterías. Si te descubres revelando que eres la principal fuente de información veraz sobre todas las conspiraciones y cotilleos, que estás al día de todas las tendencias sociales, artísticas y de pensamiento, y que tienes la solución fácil para resolver todos los problemas del universo… solo te puedo decir una cosa: cuñaaao (con acento de “El Risitas” de Quintero).

Y todos lo somos un poco.

No creo que haya una única forma correcta de pensar o actuar, pero si además el experto en todas las cuestiones es la misma persona, me hace sospechar que lo finge, o que vive en una fantasía en la que ha sido nombrado uno de los siete sabios de Grecia (y desgraciadamente han fallecido los otros seis…).

Y si tenemos que recurrir a los gritos, mofas o descalificaciones para imponer la opinión propia, pienso que no debemos estar muy seguros de la certeza indiscutible de nuestros argumentos. Uno acaba perdiendo incluso la parte de razón que tenga si le fallan las formas.

No sé si sólo me ha pasado a mí, aunque sospecho que no, que he defendido con ardor una postura y me he empeñado en que determinado asunto era de una manera… para luego comprobar que era erróneo, algunas veces en temas tan tontos como si la marca blanca de cosméticos de Mercadona era “Deliplus” o “Deliphus”. ¡Y qué más dará! Pero a veces parece que nos fuera la vida en “ganar” una discusión. En el fondo, “tener razón” no es tan importante, si nos separa de los demás. Y si uno se cierra a otras visiones limita su perspectiva y no se enriquece con el diálogo, porque en lugar de escuchar ya está pensando en cuál va ser su respuesta cuando el otro termine de hablar.

Parece que “pone” quedar por encima en una discusión, como si realmente fuera un mérito, cuando lo más provechoso sería haber aprendido algo nuevo sobre algún tema, sobre los demás o incluso sobre uno mismo, porque nuestra forma de reaccionar puede indicarnos que tenemos algún problema sin resolver en nuestro interior. La humildad no consiste en hacerse de menos o renunciar al propio criterio, sino en admitir que hay otras formas de ver la realidad que no tienen por qué ser peores que la nuestra. En ese sentido decía Sócrates “el orgullo divide a los hombre, la humildad los une”.

No nos hace sabios que nos den la razón, sino buscar la verdad con sinceridad, venga de donde venga, incluso si procede de alguien al que despreciamos. En el mismo momento en que uno considera que no puede mejorar ni aprender se sitúa en el camino de la ignorancia y el error, sin importar los conocimientos adquiridos con anterioridad, que a veces sólo sirven para hacer más patentes nuestro orgullo, nuestra soberbia o nuestra vanidad. Así que procuremos ser únicamente cuñados o cuñadas de los cónyuges de nuestros hermanos o hermanas de sangre o por matrimonio, sin pretensiones de convertirnos en un ejemplo de cuñado universal.

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 12 de septiembre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: HAZ DE CADA MAÑANA UNA MAÑANA PERFECTA



Aquella mañana la taza de café se enfrió entre sus manos, su mirada estaba perdida en un punto entre el infinito y la nada, no conseguía concentrarse.
Su mente volaba a miles de kilómetros, no respondía a sus intentos de volver a la realidad.

Aquella mañana algo iba mal, los pájaros no habían acudido a su ventana como otros días a despertarla con sus cantos, se le habían quemado las tostadas y en en el frutero sólo quedaba una arrugada naranja, insuficiente para un zumo, suficiente para sumirla en oscuros pensamientos de carencia.

Aquella mañana el repartidor de publicidad aporreó su timbre, con insistencia, sin pausa, un segundo, dos, tres… ¡basta! su cabeza no podía más.

Aquella mañana cerró los ojos, respiró lento, profundo, inspiró, espiró, los ruidos parecieron alejarse como el cielo después de una tormenta su mente se despejó, el ritmo de sus latidos se acompasó y entonces escuchó el alegre canto de los pájaros… ¡si, siempre habían estado ahí!

Aquella mañana todo había sido perfecto, solo que ella tardó un poco más en darse cuenta.

INMA REYERO DE BENITO

jueves, 5 de septiembre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: QUIZÁ CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR



En una película siempre tendría el papel de galán, de sonrisa abierta y carcajada fácil, educado, amable, maneja la ironía con destreza, sólo alguien así puede presumir seriamente de estar "mal rematado".

Un puzzle de fotos reviste las paredes, de diferentes tamaños, en color, en blanco y negro, todo encaja, es la misma vida pasando con la cadencia de un reloj de arena…

Está rodeado de música, recuerdos, recuerdos… tantos, que seguro le ayudaron a remendar su corazón cuando parecía que se iba a partir en mil pedazos.

Cuando la vida pesa un poco parece dormido pero sólo la sueña, escucha de nuevo su voz, le regala margaritas, pasean, se entienden con una mirada, después vuelve a la realidad sabiendo que rendirse no es una opción.

Es bonito conocer a personas que no pasan por este mundo trivialmente si no que van dejando huellas que las convierten en inevitables y nos demuestran que cuando se conserva el alma joven la edad sólo está en el DNI.

Me alejo con nostalgia pensando que quizá cualquier tiempo pasado fue mejor.


 INMA REYERO DE BENITO

miércoles, 4 de septiembre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: “MI” ROSA



Tras una larga temporada de descuido el jardín lucía asilvestrado y el año pasado decidimos plantar dos rosales. Pasé todo el invierno sufriendo, confiando en que las heladas y la nieve no acabaran con ellos, y cuando llegamos al pueblo este verano, lo primero que hice fue comprobar el estado de los rosales. Había un único capullo y además cerrado. Cada mañana saltaba de la cama para asomarme al balcón y comprobar si ya había florecido. Y un buen día así fue. Y creció y se convirtió en una espléndida rosa, de un delicado color naranja y un agradable aroma. Solitaria y excepcional.

Comprendí mejor al Principito, cuando llegó a un jardín cuajado de rosas y descubrió que existían muchas otras de su especie, además de la que había en su planeta. Aunque al principio se decepcionó porque: “Me creía rico con un una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria”, después de su experiencia con la domesticación del zorro les pudo decir a las otras rosas: “No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo”. 

Y continuó: “Cualquiera que la vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual a cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es a ella a la que he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, no amamos a las personas en la medida de lo que “merecen” de acuerdo a sus características o a su comportamiento, sino por lo que hemos puesto de nosotros en la relación. Y ellas se saben especiales porque las tratamos con mimo. La calidad de un vínculo no procede, por consiguiente, de cómo “se porte” el otro, sino de la generosidad, el cariño y la confianza que yo deposite en él o ella, de que le considere digno de toda mi atención y afecto. Y de esos sentimientos amorosos nacería mi propia “felicidad” o “realización personal”, con independencia de si son o no correspondidos.

No hablaríamos entonces de “mi” rosa”, “mi” pareja, “mi” hijo, “mi” amigo… en el sentido de “posesión”, sino de “pertenencia”. No es que yo tenga derechos sobre ellos, sino que forman parte de mí y no puedo sino tenerlos presentes, sea cual sea su forma de ser o actuar, sin condicionar mi afecto a su respuesta a mis expectativas. Porque no se trata de “controlar”, ni de “dominar” al otro, sino de “compartir” con libertad, de formar parte de su vida porque así lo deseemos los dos.

No digo como Umberto Eco que la rosa prístina se halle en su nombre, ni creo como Platón que se encuentre en el mundo de las ideas, sino que vive el corazón de quien la ama, en la mirada profunda, omnicomprensiva, de quien la contempla con una devoción que trasciende las apariencias, el tiempo o la propia existencia para adentrarse en el misterio sagrado de su ser.

Ana Cristina López Viñuela