miércoles, 30 de octubre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: PROCUSTO O EL ELOGIO DE LA UNIFORMIDAD




Procusto “el Estirador” es un personaje mitológico de la antigua Grecia que ofrecía posada en su casa al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro donde, mientras el viajero dormía, lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si la víctima era alta y su cuerpo era más largo que la cama, procedía a serrar las partes del cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si, por el contrario, era de menor longitud que la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarlo. Afortunadamente para el turismo en el Peloponeso dio con Teseo, que tras retarle a comprobar si su propio cuerpo encajaba con el tamaño de la cama, lo “ajustó” cortándole a hachazos los pies y la cabeza, y así terminaron sus hazañas de psicópata asesino.

Lo queramos o no, todos tenemos nuestra propia “cama de Procusto” mental, más o menos flexible o rígida, formada por prejuicios heredados, presupuestos sociales, apegos a la tradición o la experiencia… donde pretendemos hacer encajar todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos. Pero esos esquemas no suelen concordar exactamente con la realidad, porque no se han trazado a partir de ella, sino de una visión parcial y muchas veces dirigida por intereses ajenos.

Para Procusto los límites de su cama delimitaban la perfección, lo correcto, lo que “tiene que ser”, de forma que todo lo que excedía sobraba y lo que no llegaba faltaba. Pero ese juicio implacable siempre conduce a la tortura y la muerte, aunque sea de forma metafórica, pues cuando uno vive inmerso en el fanatismo y el pensamiento único se agostan la espontaneidad, el crecimiento, la confianza, la tolerancia, el amor… Y además uno está tan convencido de obrar bien, que está dispuesto a cualquier sacrificio personal y a justificar toda infamia contra aquello que considera una amenaza contra el orden, la inteligencia y la moral. Pero le acaba traicionando su propio sistema, porque ningún ser humano es el producto de una cadena de montaje industrial, por lo que es incapaz de acoplarse exactamente con un modelo preestablecido y esto le producirá gran frustración y dolor, además de abocarle al fingimiento de una personalidad artificial que le permita ser “aceptable”.

Si empleamos nuestra vara de medir para juzgar a las personas, trataremos de “cortar la cabeza” a quienes sobresalgan por encima de la nuestra o despreciaremos a los que “no dan la talla”, y con ello nos haremos un mal a nosotros mismos. Para empezar, porque habremos desperdiciado en cavilar maquinaciones la energía que necesitamos para crecer, pero sobre todo porque desmembrando lo “singular” de cada cual perdemos la posibilidad de beneficiarnos de la creatividad y la visión de quienes tienen otras cualidades diferentes de las nuestras.

La única forma que conozco de romper los moldes o, al menos, de fabricarlos de materia más maleable que el hierro, es salir de mi entorno conocido. Leer, viajar, conversar con personas diferentes a mí, integrarme en otras culturas, estudiar historia y filosofía… me hacen relativizar los conceptos que creo absolutos y abrirme a lo diferente. Creo que uno no conoce en profundidad "lo suyo” hasta que no lo contrasta con “lo de otros”, lo que no significa que tenga necesariamente que establecer cambios o renunciar a lo anterior, sino tan solo ser consciente de la voluntariedad de sus elecciones.

Aunque me encantaría carecer de filtros y limitaciones en mis pensamientos y mis relaciones con los demás, descubro en mí misma esa tendencia a etiquetar la realidad y clasificar a las personas, por lo que me conformaría con introducir un puntito de desconfianza en mis convicciones “innegociables” e intentar no rechazar sin más aquello que me rompe los esquemas, sin dar por supuesto que cualquier forma de ver las cosas que no encaje exactamente con la mía tiene que ser por fuerza una equivocación, una debilidad o un pecado. Como diría Shakespeare por boca de Hamlet “hay más cosas en el cielo y la tierra de las que sueña tu filosofía”. Para asegurarse de no caer en ese error hay que osar preguntarse con honestidad y de forma recurrente ¿me estaré comportando yo como un Procusto más?

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 24 de octubre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: INVENTO Y ME REINVENTO




Según Paco Umbral escribir es la manera más profunda de leer la vida, estoy totalmente de acuerdo con él, escribir te lleva a un análisis minucioso, a medir las palabras con más precisión, a escuchar silencios y a gritar verdades que no pueden ser calladas por más tiempo.

Y acabas leyendo todo, lees miradas, lees un poema mientras imaginas que alguien lo compuso para tí, lees que tuvo un mal día y lo disfrazó de cansancio, lees que dejó pasar aquel tren porque en verdad prefería seguir errante la dirección que le marcaban sus pies descalzos, lees que ya no se quieren pero no saben olvidarse, lees el mensaje en la botella que jamás nadie encontró, lees que se tatuó la profunda cicatriz para que al verla no doliera tanto.

Y escribes una vida inventada cuando la tuya te duele, te dibujas unas alas gigantes para volar donde no ha llegado nadie y planeas con gracia los aires para olvidar que en la tierra apenas te quedan planes y los que tienes te quedan un poco grandes.

Y escribes lo que no puedes expresar sin que se te entrecorte la voz, ya no te tropiezas con juguetes en la alfombra, ya nadie tira de tu manga con cara de asombro, ni te regalan besos con sabor a chocolate, se acabaron las nanas, de repente peinas canas, otro capítulo monótonamente acabó.

Y pasas página o cambias de libro, improvisas una escena, añades viñetas, escribes postales, te inventas una nueva rima asonante, das un giro dramático y escribes que eres importante, que te quieres, que te atreves, que una y las veces que haga falta volverás a reinventarte.

INMA REYERO DE BENITO

miércoles, 23 de octubre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LA TIRANÍA DEL LIKE



Parece cosa reciente, que tiene que ver las redes sociales e internet, pero la tiranía del like (o del me gusta, que es lo mismo pero en español) es inherente al ser humano, pues tiene que ver con la búsqueda de aprobación y el deseo de integrarse en el grupo.

Cuando uno vigila constantemente su Facebook, su Twitter o su Instagram para ver cuántos “me gusta” ha recibido o, peor aún, condiciona su vida a lo que quiere mostrar a la gente, o decide qué piensa, qué escribe o qué hace en función de la aceptación que va a alcanzar, pierde por completo su naturalidad y condiciona su personalidad propia.

Es sospechoso cómo nos animan todo el rato a describir nuestro “estado”, a subir fotos, a manifestarnos en contra o a favor de algo, o a facilitar nuestros datos personales para que “nos los protejan” (¿?). No os engañéis con respecto a la motivación: no es porque vuestros followers o “seguidores” tengan una necesidad loca de enterarse de cómo os sentís en cada momento del día o de la noche, ni que al mundo entero le interese cada cosa que se os ocurra hacer o decir. Son las empresas y los centros de poder quienes quieren saber todo sobre nosotros para espiar nuestra intimidad, controlarnos y manipularnos.

A veces, incluso, el deseo de transmitir que uno es una persona de éxito nos lleva a fingir en las redes una situación o un estado de ánimo ideales, que no son los nuestros. Pero esa apariencia de felicidad hace que todo el mundo acabe creyendo que su vida es peor que la de los demás, lo cual no sólo es falso, sino que fomenta la envidia, el descontento y la frustración, y nos separa de los que supuestamente son nuestros “amigos”.

He estado en asambleas donde se aplaudía calurosamente una propuesta y, a los pocos minutos y con el mismo entusiasmo, la contraria. Parece contradictorio, pero no lo es, pues cada individuo se convertía en “gente” y reaccionaba como un conjunto compacto, anulando su capacidad de discernimiento y su criterio personal. Existen técnicas perfectamente descritas para la manipulación de masas y por algo se llama mass media o “medios de comunicación de masas” al cine, la radio, la prensa, la televisión, internet… porque no tratan tanto de informar objetivamente o ayudar a formar una opinión a cada persona individual, como de dirigir el pensamiento colectivo y adormecer la capacidad de discurrir por uno mismo.

Una manera de silenciar al “disidente” es rechazar con violencia o desprecio a todo aquel que no acepte ciegamente lo que se quiere imponer a la mayoría o no encaje en el molde preestablecido. Existen palabras talismán como “libertad” o “progreso”, que hay que apropiarse a toda costa, porque quien disienta tendrá entonces que ser “fascista” o “retrógrado” por definición. Haced la prueba y analizad cualquier discurso político: comprobaréis que no se discute sobre las diferentes formas de afrontar un problema, sino que se trata de imprimir sobre la opción propia el sello de lo “progresista” y de descalificar las opiniones contrarias sin intentar siquiera comprender qué las motiva. Se barajan con demasiada frecuencia conceptos irracionales, acusaciones no demostradas o directamente insultos, como “casta corrupta”, “nazis” o “chusma”, que no van dirigidos a la cabeza, sino a las tripas del que los escucha, fomentando el odio y la desconfianza hacia los que son diferentes, pero no necesariamente enemigos.

Dejemos de vivir nuestra existencia de cara a la galería para buscar la autenticidad que se encuentra en el contacto físico o visual directo, en la conversación abierta, en la búsqueda honesta de la verdad y en el encuentro sincero con las personas, sin prejuicios, reservas mentales, ni ideas preconcebidas, aunque esa actitud no nos haga “populares”.

Ana Cristina López Viñuela

viernes, 18 de octubre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: CUESTIÓN DE DIGNIDAD




Abro un vídeo que recibo por WhatsApp, aparece un paracaidista haciendo un salto, lleva una bandera de España, la bandera ondea, la gente aplaude, la imagen es bonita, de repente el paracaidista impacta contra una farola, se oyen exclamaciones, se ve que no le ha pasado nada y acaba el vídeo.

En ese momento la escena me resulta graciosa, pido perdón de antemano a l@s sensibles y me explico, no me doy cuenta que es día de las fuerzas armadas, ni sé que el paracaidista pretendía caer delante del palco de autoridades ante la mirada de miles de personas y millones de espectadores.

Cuando fui consciente  la situación  perdió la gracia, imaginaba la frustración y la rabia de esa persona mientras soltaba la bandera en un contexto muy diferente al que habría imaginado.

Posteriormente sentí admiración por su saber estar y su compostura, seguramente se podría haber retirado pero se mantuvo firme asumiendo lo que acababa de pasar, escuchando las palabras de los reyes, el saludo afectuoso de su superior y la ovación de los asistentes.

Analizando mi reacción me ha llevado a pensar en la cantidad de veces que juzgamos a primera vista, hablamos sin saber o escuchamos para dar soluciones alegremente. 

Y fui más allá… ¿cómo nos tomamos los "fracasos"? ¿vamos de infalibles? ¿asumimos responsabilidades? ¿salimos corriendo cuando las cosas se ponen difíciles? ¿rumiamos temas del pasado que lógicamente no podemos cambiar?

Está claro que no podemos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor pero sí podemos elegir cómo reaccionar ante lo que nos sucede y la dignidad de este paracaidista superó para mí al salto perfecto que se esperaba de él y me dio una lección mucho más valiosa para aplicar cuando el viento de la vida sople en contra.

INMA REYERO DE BENITO

viernes, 11 de octubre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LA SUERTE



Decimos que hay personas que han nacido con estrella, a las que parece que les luce más lo que hacen que a los demás, como si poseyeran un don sobrenatural que les predispusiera al éxito. Incluso nosotros mismos sentimos en ocasiones que estamos en racha, que todas las dificultades que nos vamos encontrando se solucionan solas y las cosas vienen rodadas. Me acuerdo ahora de la poción “felix felicis”, tan importante en la trama de “Harry Potter y el Príncipe Mestizo”, que otorgaba al que la tomaba unas horas de suerte, en las que todo lo que emprendiera le saldría necesariamente bien. A todos nos gustaría tener unas cuantas botellas de esta poción mágica en la bodega para degustar en las ocasiones…

Nos deseamos suerte unos a otros cuando nos vamos a enfrentar a una situación decisiva o complicada. Y, aunque también se dice que “la suerte es para el que la trabaja”, lo cierto es que prima la idea de que la fortuna es caprichosa y no siempre sonríe al que la merece. Dice la sabiduría popular que “vale más caer en gracia que ser gracioso”, como queriendo indicar que ese estado de beatitud no depende de nuestras características o de nuestro esfuerzo, sino de algo ajeno a nosotros, llámese destino, capricho, azar…

Pero volviendo a Harry Potter, parece lógico que gracias a la poción “felix felicis” Harry consiga la información necesaria para vencer a Lord Voldemort. Pero me resulta más sorprendente lo que sucede cuando Harry simula derramarla en la bebida de su amigo Ronald Weasley, justo antes de realizar la prueba para entrar en el equipo de quiditch (deporte mágico que se practica volando sobre escobas). El mero hecho de creerse invencible dotó a Ron de una fuerza y una habilidad que no creía poseer, y le dio la seguridad en sí mismo que necesitaba para enfrentarse a sus miedos, dando una lección de habilidad y destreza como portero. Obtuvo los mismos resultados que con la poción, pero sin tomarla.

Cada vez estoy más convencida de que la magia reside en nuestro interior y sólo necesitamos creer que algo está a nuestro alcance para lograrlo. Si afrontamos las situaciones difíciles pensando que nos van a superar, es casi seguro que así será. Por el contrario, cuando nos sentimos llenos de confianza en nuestras posibilidades tenemos medio camino hecho para triunfar. No se trata de creerse “superior” o “invulnerable”, porque eso no es verdad y negar la realidad no puede llevar a nada bueno, sino de no dar por supuesto que vamos a fracasar. De decirnos interiormente “¿por qué no?” en lugar de “es imposible”.

Tampoco tiene sentido confiar en que una fuerza externa va a solventarnos los problemas mientras estamos tumbados en el sofá, porque ya dice el refrán “A Dios rogando, y con el mazo dando”. Si no compras lotería, no te puede tocar, por más novenas que reces y más conjuros que pronuncies. Busca tu suerte y probablemente la encuentres. Lucha por tus objetivos y tendrás muchas más posibilidades de alcanzarlos que si te quedas de brazos cruzados esperando que el maná caiga del cielo.

No es objetiva la percepción fatalista de que el destino me es desfavorable porque no me han salido las cosas como deseaba y, por eso mismo, con cada desengaño aumentan las probabilidades de una nueva decepción. Lo que llamamos “error” no es sino un paso previo al acierto y cuantas más equivocaciones llevemos acumuladas más cerca nos encontramos de dar con la solución, aunque sólo sea por descarte. Es más, si una estrategia nos conduce a resultados aceptables o mediocres podemos conformarnos, sin buscar algo mejor, lo cual sería mucho menos enriquecedor a la larga que un fiasco patente, que nos obliga a intentarlo de nuevo, de otra forma.

Pienso sinceramente que el “estado de gracia” tiene que ver con la inocencia original, con afrontar cada situación como si fuera completamente nueva, sin estar condicionados por el pasado, ni temerosos del porvenir. Con una mirada limpia de prejuicios veré con más claridad mis circunstancias, mis opciones, mis cualidades, mis posibles colaboradores, las actuaciones que se requieren para lograr un objetivo… y tomaré decisiones más acertadas. La suerte pasa, creo yo, por vivir centrados en el momento presente, porque no es la mejor forma de atraerla declararnos vencidos de antemano o atribuir la responsabilidad de lo que nos sucede a factores externos, ni tampoco dejar de intentar algo porque hemos fracasado antes.

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 10 de octubre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: SALAS DE ESPERANZA




Salas de espera, antesalas de esperanza.
Miradas perdidas, cuerpos nerviosos acomodándose en sillas que no parecen hechas a la medida de nadie.

El tiempo pasa lento, se agudiza el oído, sólo quieres oír tu nombre y que todo acabe, mientras tanto revisas el móvil en busca de nada, entablas conversaciones intrascendentes, miras a ver si llevas un caramelo en el bolso cuando sabes que nunca llevas.

Todo se vuelve relativo, esperas, desesperas, dos filas más allá una mujer somnolienta da cabezadas como si no le interesara su diagnóstico; un padre y un hijo hablan animados… probablemente sólo se vean en esas situaciones, una breve llamada por sus cumpleaños, un día en Navidad y poco más.

Los nervios te hacen pasear, lees carteles que no memorizas, contestas mecánicamente preguntas que no escuchas, en tu mente reina el caos, no sabes cuánto tiempo llevas allí, a estos sitios hay que venir sin prisa… esperar…

Un conductor de ambulancia acerca a un hombre con un andador, se mueve torpemente, lleva la  cabeza vendada, el conductor le "aparca", tiene prisa, el hombre está solo, ni siquiera parece tenerse a sí mismo, la enfermera es amable, él se muestra impasible, su hija no ha aparecido, no parece importarle, agacho la vista, pienso que lo mío no es nada y que si un día acabo así tampoco quiero acordarme, recojo la lágrima que rueda por mi mejilla y espero…

Esperas, respiras, el aire es pesado pero de todos es sabido que mientras hay vida, mientras hay espera… hay esperanza.

INMA REYERO DE BENITO

jueves, 3 de octubre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: SAN FROILÁN


Foto: Paco Fergar Mella. 


San Froilán es tradición, costumbres heredadas generación tras generación, es se mire por donde se mire la gran fiesta de León.

San Froilán despierta  los sentidos, huele a morcilla, a chorizo, a avellanas y buen vino.

San Froilán es el color de las sedas, de sus pendones ondeando cada vez más cerca del cielo, simbolizando fuerza, equilibrio y unidad.

San Froilán es bullicio, se mueve al ritmo de las jotas, del mercadillo medieval, la romería a la Virgen del Camino, las Cantaderas y el movimiento de cada traje regional.

San Froilán son carros engalanados tirados por vacas, bueyes, caballos y burros, con variados  aperos, con suculentos amasados y surtidas cosechas, reivindican con orgullo lo mejor de cada pueblo, una forma de vivir, unas raíces, una manera de sentir.

San Froilán suena al ritmo de un himno, el de León ¡viva León!, es arraigo, es canción, dulzaina y tamboril, es saber de dónde venimos para saber a dónde queremos ir.

San Froilán es un homenaje de lealtad a la gente de manos curtidas y mirada noble que nunca perdió su identidad.

INMA REYERO DE BENITO

miércoles, 2 de octubre de 2019

EL VALOR DE LA HONESTIDAD



Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba para ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse.

Sabiendo ésto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.

Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
-"¿Hija mía, que vas a hacer allí? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. ¡Sácate esa idea insensata de la cabeza! Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura"

Y la hija respondió:
- "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar, por lo menos, por algunos momentos cerca del príncipe y eso me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.

Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China" . La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó.

La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.

Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores.

Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. 

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención.

Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

Entonces, con calma el príncipe explicó:
 -"Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles".

Maravilloso relato, ¿no? En tiempos donde lo importante parecen ser los resultados, los logros, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un valor perdido... Somos capaces de inventar los más variados argumentos para excusarnos, por no decir "me equivoqué, tienes razón, no sé acerca de esto".

Opinamos sobre todo, juzgamos a todos... la "viveza" se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos...

La verdad, la sinceridad, la humildad... no son virtudes exacerbadas en los dibujos animados para niños, ni en las publicidades para adultos hemos confundido el significado de la palabra ÉXITO.

Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis creencias y mis sentimientos, sin dejar de ser quien soy para quedar bien u obtener resultados... ese ha sido un día de éxito.

Puedes hacer de este, un día exitoso... de ti depende.  

JUAN FERNÁNDEZ