LIBERACIÓN
DE FENÓMENOS
Cuando empiezas experimentar
la meditación es común que empieces a observar fenómenos en los momentos en que
te vas relajando: ruidos en el estómago, pequeños temblores, alguna tensión en
alguna zona del cuerpo, cosquilleos, entumecimientos o adormecimientos.
Mentalmente algunos recuerdos, imágenes, sonidos, gustos, olores, etc.
Hay que dejar que fluyan
estas sensaciones y no hacer nada, simplemente observarlas, pero dejarlas
fluir. La práctica te permitirá observar que estos fenómenos irán
desapareciendo e irás centrándote más en
lo que deseas. Tu concentración será cada vez mayor y te irás sintiendo más
tranquilo, cómodo, sosegado, consciente.
RELAJADO,
PERO EN ALERTA
Al relajarnos, la mayoría
perdemos el nivel de atención, nos quedamos como en un estado de ensoñación. Un
gran estado de alerta nos produce, normalmente, tensión, agitación. Ninguno de
estos dos puntos es un verdadero estado de meditación. Un estado de meditación
verdadero será: relajado, sereno, pero en alerta. Un equilibrio meditativo será
ni demasiado relajado, ni demasiado alerta. Este equilibrio es el que debemos
buscar en nuestras primeras experiencias meditativas. No distraído, sino
relajadamente en alerta. Relajado y lúcido. Esta lucidez te permitirá ser más
creativo, más consciente de todo, con una gran capacidad asociativa y con gran
sentimiento de compasión.
RELAJACIÓN
DINÁMICA Y MISERICORDIOSA
Adquirir relajación en la
práctica meditativa es esencial. Hay que relajarse y liberarse de toda tensión
innecesaria, de ello brotará: energía, vitalidad, claridad, bienestar,
concentración, serenidad. Ya que nos suele costar sostener nuestra tensión
diaria, podemos, de forma consciente incrementar nuestra tensión, para después
liberarla. Aprendemos qué ruidos llegan a nuestra mente y a nuestro cuerpo, y a
liberarlos. Esta liberación de tensiones innecesarias es un gesto de
misericordia y compasión hacia nosotros mismos. Dejamos que la vida fluya en
nosotros y con nosotros, sin huir de ella.
Cuando existe compasión y misericordia hacia nosotros mismos, se da, por
ende, misericordia y compasión hacia los demás. Recuerda la Regla de Oro de la que nos habla Un Curso
de Milagros: Lo que no quieras para ti,
no lo quieras para los demás.
En el siguiente artículo
seguiremos hablando de más aspectos importantes de la práctica meditativa.
Un inmenso abrazo.
Juan Fernández Quesada