martes, 27 de julio de 2021

EL RINCÓN DE INMA – JUEGO DE NIÑOS

 


Infancia y charcos es una de las combinaciones más felices que se me ocurren.

Como la realidad es neutra dos pequeños charcos en una cancha de baloncesto se convirtieron en los protagonistas de una escena en la que, dependiendo del observador, jugaron un papel diferente.

Por un lado, estaba yo, sentada en un banco. No me hubiera percatado de su existencia si no aparece un niño que atesoraba tan poca edad que apenas mantenía el equilibrio. Se mostraba mitad inexperto, mitad emocionado, deseando estar en varios lados a la vez para no perderse nada.  Centró toda su atención, en décimas de segundo, en su charco, un charco que se convirtió en todo su mundo.

Tiró del brazo de su madre para conseguir su objetivo, meterse dentro y formar parte de él. Se le veía entusiasmado, inmerso en una danza que ambos bailaban a la perfección. Ahí su madre descubrió el charco y no estaba dispuesta a compartir tanta felicidad - ¡No!, ¡No!, ¡No saltes! Que te mojas, que te manchas, que no llegamos a casa, venga a la silla. ¡Vamos! ¡Vamos! - Gritaba mientras le zarandeaba. El niño salió trastabillado y cayó en plancha en otro charco que había al lado. La música en ese escenario que él no había elegido era diferente. De salpicarse un poco pasó a calarse entero, llorar asustado y hacerse daño en una rodilla.

Esta situación me llevó a establecer un paralelismo con los retos que nos plantea la vida.

El charco está ahí y podemos ignorarlo, ahogarnos en él, saltar mientras nos empapa. Podemos caminar por él con paso firme sabiendo que al otro lado nos espera la orilla, tratar de esquivarlo o resistirnos.

Podemos tomar nuestras propias decisiones o dejarnos llevar por las que nos impongan los demás. Nos puede recordar que hace mucho que no somos espontáneos y nos mojamos, también puede divertirnos o enseñarnos una lección.

¿Cuáles son tus charcos en la vida? ¿Cómo te posicionas ante ellos?

En cualquier caso, un charco nos puede condicionar, pero nuestra actitud será determinante.

 

INMA REYERO DE BENITO

jueves, 22 de julio de 2021

JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - POR UN MUNDO MEJOR 3ª Parte

 


7- Cultivar la tolerancia        

La práctica de la tolerancia es uno de los valores que más potenciará y contribuirá a ese mundo mejor. La tolerancia; une: la intolerancia; rompe y destruye la relación y la concordia entre los humanos. En la simpleza de estas palabras queda reflejada su grandeza. La grandeza de quién de este valor hace su forma y el sentido de su vida. Una vida, al servicio de la convivencia y de ese deseado mundo mejor. 

 

Cultivar y practicar  la tolerancia implica, entre otras actitudes: ceder responsablemente para evitar enfrentamientos innecesarios; nos ayuda a entender para  comprender y transigir-aceptar-; propicia y facilita  la práctica de pequeños "sacrificios" por una mejor y más plena convivencia; no ponernos tanto en primera persona, evitando exclamaciones como esta: por qué me ha pasado a mí, y no a otro, ante una situación adversa, como tampoco debemos magnificar hechos intrascendentes, sino todo lo contrario. En contrapartida a lo expuesto, también podríamos decir: ¿por qué las cosas positivas me pasan a mí, y no a otros seres humanos con tantas necesidades a cubrir?   

 

Tolerar y aceptar las situaciones dónde no resultamos favorecidos. Tolerar actitudes y opiniones discordantes, como en aquellas situaciones en las que por uno u otro motivo estamos en desacuerdo, siempre y cuando no afecten a nuestros valores y dignidad personal. Éstos deben ser defendidos empleando palabras y reflexiones respetuosas, fundamentadas desde el debido respeto ajeno y por lo ajeno. 

 

Al poner en práctica cada uno de estos apartados, entre otros razonamientos, favoreceremos un mejor entendimiento en la relación humana; eliminaremos situaciones conflictivas que, de no estar presididas por la tolerancia, sin duda alguna, aflorarán. 

 

8- Reconocer los errores          

Con esta humana y humilde acritud crearemos y favoreceremos la tan necesaria cercanía entre las personas de nuestro entorno. Contribuiremos a rebajar la tensión, al tiempo que estableceremos una comunicación más sólida y profunda. Quién reconoce sus errores, se ha ganado un lugar de privilegio en la sociedad: requiere de un valorable grado de humanidad y de humildad. Dos grandes valores y virtudes que distinguen, en gran manera, a su poseedor. 

 

Lo siento, me he equivocado, lo reconozco, expresado desde el sentimiento -no es necesario pedir *perdón-, con estas simples y sencillas palabras, pero mágicas, cargadas de humanidad, ¡cuántos problemas evitaríamos en el trascurso de nuestra existenciaantes que empecinarnos en culpar al prójimo o cargarnos de unas razones que no nos pertenecen, creando crispación y desasosiego con las personas con las que nos relacionamos!  ¿De qué nos sirve la soberbia y el orgullo -grandes enemigos de la concordia humana- cuándo son el origen de tantos problemas sociales al negarnos a reconocer nuestra realidad, cómo es el reconocimiento de nuestros errores con la debida restitución? 

 

No debemos quedarnos en el reconocimiento de nuestros errores, siendo este un valor destacable, sino que debe de ser el inicio para cambiar en aquellos aspectos negativos susceptibles de ser mejorados, los que tanto malestar producen en las personas de nuestro entorno: justamente, a las que decimos querer. 

  

Necesitaremos de una apreciable dosis de humildad en el reconocimiento de nuestros actos inadecuados para erradicarlos, desprovista del orgullo y de la soberbia, antes mencionados, siendo éstos tan nefastos para conseguir la armonía entre los humanos. Esta humildad nos ayudará, grandemente, a cobrar conciencia de nuestra realidad -principio de realidad- para, de tal manera, iniciar nuestro proceso evolutivo, el que tanta paz y bienestar nos proporcionará: para contribuir a ese mundo mejor. 

 

Quién reconoce sus errores o actos inadecuados, solicita disculpas y restituye lo necesario, contribuye grandemente a una mejor convivencia para conseguir ese deseado mundo mejor. ¡Quién de tal modo proceda, bienvenido sea a la sociedad! 

 

*PerdónEsta palabra o expresión, de por sí, puede llegar a estar "vacía" de sentido o de contenido humano cuando es expresada a modo de disculpa sin más, pero vacía de sentimiento. No es así, cuando las disculpas solicitadas provienen desde nuestro interior como un sentimiento supremo en la relación humana. Bajo este prisma, la palabra perdón reconocida socialmente, deja de tener un sentido más profundo y pasa a ser una expresión a modo de "cortesía". 

Un abracín.

Joan.

domingo, 18 de julio de 2021

EL RINCÓN DE INMA – A UN OCÉANO DE TI

 



 

EL RINCÓN DE INMA – A UN OCÉANO DE TI

 

Me sabes a mar,

eres arena cálida bajo mis pies,

con la que construyo castillos

que me anclan a tierra firme,

donde por fin rendirme.

 

 

Se cuela por cada grieta

sal que cura mis cicatrices.

Tus olas dejan resaca

pero no calman mi sed,

soy una sirena varada atrapada en tu red.

 

 

Adicta al vaivén del oleaje,

polizón en cada viaje.

Aires nuevos agitan mis velas

mientras sueño con volverte a surcar.

Me sabes (a)mar.

 

INMA REYERO DE BENITO

 


JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - POR UN MUNDO MEJOR 2ª Parte.

 


4-No al egoísmo     

Este no al egoísmo será cómo esa luz mágica que nos ilumina en la oscuridad; facilitará discernir entre las conductas éticas o perversas. Propicia la paz y el bienestar entre los humanos: quién esté tocado por este don, cooperará grandemente a la construcción de un mundo mejor del que estamos tan necesitados. Estas sencillas palabras intentan retrasmitir el gran poder beneficioso que tiene para la humanidad la erradicación del egoísmo: el origen de tanta desgracia, sufrimiento y maldad. 

 

Debemos recordar que el egoísmo es uno de los "valores negativos " más destructivos en la esencia de la persona, así como de la concordia y de la relación humana, dónde por un valor material o por actitudes egoístas los humanos malvendemos nuestra alma al "diablo". Estas breves líneas intentan definir el gran poder destructivo que ejercen a quién del egoísmo hace el sentido de su existencia. 

 

El deseo de poseer aquello que honestamente no nos pertenece, nos hace desarrollar unos falsos mecanismos  en que "apoyarnos" para justificar indebidamente  la obtención de unos valores materiales o valiosos, cómo pueden ser: el autoengaño, para convencernos de "nuestra razón"; apoyarnos deliberadamente en la mentira para obtener perversamente unos beneficios; la invención de unas ideas alejadas de la realidad cómo de cualquier otro motivo o causa que justifique la acción egoísta que vive en nosotros.

 

¡Cuántos conflictos familiares tienen por origen el reparto de una herencia, dónde los hermanos son los actores principales de tales disputas! Hablamos de hermanos, poseedores de idénticos vínculos sanguíneos.   

 

El egoísmo, por el egoísmo de obtener mayores beneficios, aunque sean injustificados, ¡cuántos conflictos provocamos en primera persona! ¡Cuánto camino nos queda por recorrer en nuestro proceso personal y evolutivo hasta qué, por fin, un día cobremos conciencia de que su práctica se convierte en ese indeseable compañero de viaje, llamado egoísmo, principal responsable de tanto drama personal y social, para que lo erradiquemos de nuestras vidas si realmente queremos contribuir a ese deseado mundo mejor! 

 

Por el egoísmo de poseer lo que no nos pertenece, cómo el dinero, los humanos robamos, matamos y nos desahuciamos moral, ética y emocionalmente.

 

Recordemos que el egoísmo nos conduce a la pérdida de nuestros valores y del principio de realidad, siendo el origen de infinidad de conflictos: bajamos a nuestros más oscuros fondos, dónde la indignidad pervive sobre lo ético, honesto y razonable. 

 

El sentido de lo expuesto tiene por objeto hacernos cobrar conciencia de cómo este solo valor- el egoísmo- marca profunda y negativamente la coexistencia entre los humanos, convirtiéndolo en uno de los peores enemigos de la convivencia y de ese deseado mundo mejor, el que tanto deseamos, pero, en ocasiones, ¡qué poco nos involucramos en él! 

 

Desterrar el egoísmo de la faz de la tierra debe ser para toda persona de bien uno de los principales empeños si deseamos construir un mundo mejor. 

 

5-Aceptar las críticas           

Uno de los motivos que propician con mayor facilidad el desencuentro entre los humanos, es por nuestra incapacidad en aceptar unas opiniones discordantes en cuanto a nuestros puntos de vista, valores o razonamientos. 

 

Justamente, si deseamos conformar una personalidad más equilibrada y compensada-evolucionada-, la misma pasa por nuestra capacidad en aceptar, antes que rechazar, otras opiniones distintas a las propias pues, de tal modo, obtendremos unos puntos vitales de referencia, diferentes y valiosos, los mismos que nos ayudarán a conocernos y, por ende, a desarrollar una personalidad más compacta y madura. 

 

Al sediento debemos ofrecerle agua: a quién desee conocerse, debe beber en las fuentes de la palabra ajena sin sentirse agredido. De la palabra razonada tenemos la posibilidad de aprender: de la agresiva, poner a prueba nuestra madurez. Oiremos, pero no nos sentiremos agredidos ni causaremos enfrentamientos, siempre, tan innecesarios. 

 

Aceptar opiniones discordantes sin originar fracturas en la relación humana será motivo para qué, en lo sucesivo, las personas podamos dialogar sin sentirnos incómodas, ya que la palabra ajena responsable, ponderada y expresada en libertad debe ser escuchada para que esté al servicio de la comunicación y de la convivencia. 

 

Aceptar las críticas sin sentirnos agredidos será nuestra contribución, en primera persona, a ese mundo mejor. Nos abriremos a la opinión ajena, al tiempo que favoreceremos la comunicación, tan imprescindible como necesaria en la relación humana. Aceptar las críticas; nos une -y aprendemos-: rechazarlas; nos distancia-consecuentemente, continuaremos viviendo en la ignorancia-. 

 

6-Solicitar disculpas    

En los sucesos cotidianos, cuando nos solicitan razonadas disculpas, no deberemos empeñarnos en demostrar tener la razón ni magnificarla, pues con esta actitud- de superioridad- crearemos conflictos personales y sociales.  Deberemos impedir que quién solicita disculpas pueda sentirse menospreciado y humillado, hecho que evitaremos a toda costa como un acto de generosidad y, palabra mágica, de humanidad, dónde la soberbia, el orgullo y la prepotencia-grandes enemigas en la relación humana- no tengan cabida alguna. 

 

Solicitar humildemente disculpas es una de las acciones que más bien dice de quién así se comporta de forma habitual. La persona tiende a reconocer sus errores, actitud que genera confianza y respeto entre sus semejantes.   

  

Idéntico mérito tiene la persona que, desde su madurez y valores adquiridos, sabe aceptar las disculpas con la mano extendida en prueba de reconciliación dejando, sin más, el tema zanjado, dónde los reproches no deben, bajo ningún concepto, tener cabida. 

 

Reflexión final: ¿De qué nos sirve empeñarnos tanto un tener la razón - cuando nos han solicitado previamente disculpas- si este empeño no nos dará la "felicidad" y generaremos conflictos innecesarios a nuestro alrededor? 

 

Un abrazo sentido.

Joan. 

 

jueves, 15 de julio de 2021

LOS HÁBITOS QUE NOS AYUDAN

 



Dice Thich Nhat Hanh que cuando uno se dispersa en los pensamientos hay que usar la respiración para volver a tomar el control de ellos. “La respiración es el puente que enlaza la vida y la conciencia, que une el cuerpo con las ideas”.

 

Las religiones han utilizado durante cientos de años determinados ritos para despejar la mente. En nuestra religión católica siempre se han realizado los ejercicios espirituales, las novenas del rosario, los cánticos de los monjes, como en los monasterios de Silos o Leyre. Pero también en otras culturas se usaron y siguen usando, otros tipos de actividades para resultados similares como las elaboraciones con arenas de colores de mandalas de los monjes tibetanos, que requieren perseverancia, concentración y una gran dosis de veneración y respeto.

 

La utilización de símbolos que entran por nuestros sentidos: velas, ropas, olores de incienso, sonidos de cánticos, etc., nos transportan casi de forma automática a determinados estados mentales y de ánimo. Cuando usamos todos estos elementos, nos son muy útiles para llevarnos a estados de reverencia, a recogimiento, a reflexión, a consciencia.

 

Los antropólogos los han denominado “ritos de intensificación”. Son una forma de unión de los grupos, una manera de identificarse los individuos los unos con los otros. Algunas costumbres ya han decaído, pero todos recordaremos, como, por ejemplo, en algunos pueblos sacaban al santo patrón en procesión para pedir que lloviera, que saliera el sol, o para que hubiera fertilidad en los campos, animales o en las mujeres. Las fiestas de los pueblos siguen siendo un rito de intensificación para manifestación de estados de alegría, comunión y encuentro. Las familias y amigos se vuelven a ver en las fiestas.

 

Pero también hay otras formas de llegar a encontrar un cierto estado de relax o de equilibrio y concentración. Así, las personas que hacen jardinería tienen un buen mecanismo de admiración de la belleza de lo natural, de un buen cuidado de la tierra.

 

¿Qué cosas realizas para encontrar una cierta serenidad y equilibrio o encuentro contigo y con otros? Yo, ahora, estaba recordando a la madre de un amigo que encuentra gran sosiego montando puzles. Recuerdo también a mi padre como, de vez en cuando, se ponía él solo a hacer un solitario con las cartas de la baraja española que parecía darle cierta templanza.

 

Últimamente se han puesto de moda otras técnicas, como la meditación, en la que la concentración en la postura y la respiración son esenciales, de tal forma que cuando la mente comienza a divagar se la hace volver a concentrarse una y otra vez en esos dos aspectos: postura y respiración, en el aquí y ahora.

 

Te recomiendo desarrolles algunos tipos de actividad o rituales que te lleven a ese estado de serenidad, equilibrio, templanza. No importa lo que hagas, lo importante es que a ti te sea útil para llegar a esos estados. Y los rituales pueden ser individuales o comunitarios.

 

Hay una ermita en Trobajo del Camino, León, donde suelo entrar a realizar alguna pequeña oración. Me encanta porque suele estar en silencio y con poca gente. Es humilde, con pocas figuras y un cierto olor a incienso. Me reconforta ese encuentro conmigo mismo, y con Dios, aunque sea corto.

 

Cuando el pensamiento se dispersa hay que hacerlo regresar al estanque de la paz.

 

Recuerda los mensajes de sabiduría vistos hasta ahora:

01)                  Despertar a la necesidad de cambio.

02)                  Cuestionar el presente.

03)                  Alimentar nuestras creencias potenciadoras.

04)                  Confiar en ti mismo y en tu espíritu.

05)                  Ser una vasija, vaciarte para llenarte.

06)                  Observa sin distraerte de lo importante.

07)                  Compromiso con lo sencillo.

08)                  Equilibrio cuerpo-mente.

09)                  Ganar en sensación de serenidad.

10)                  Los hábitos que nos ayudan.

Hasta mi próximo mensaje de sabiduría.

Un abrazo, aunque sea virtual, pero sí sentido.

Juan Fernández Quesada.

lunes, 12 de julio de 2021

JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - FRASES PARA REFLEXIONAR

 


-Si la muerte nos une, ¿por qué crear diferencias en la vida?

-En los pequeños detalles encontrarás su grandeza.

-Dejamos un legado material a nuestros hijos, pero ¿qué hijos lega­mos a la sociedad?

-el sufrimiento no magnificado es la universi­dad de la evolución.

-Ante una vivencia negativa, podemos plantearnos el porqué. No perdamos esta oportunidad. ¡¡¡Es irrepetible!!!

-Adonde no llegue la comprensión y la tolerancia, aceptar nos evi­tará situaciones de crisis y sufrimiento innecesario.

-En la soledad, el silencio puede ser el mejor compañero de viaje. Te habla, te escucha, te aporta... Es la compañía perfecta     de la soledad.

-Viviremos en una sociedad superior cuando cultivemos a la par la humanidad y la inteligencia.

-¿Puede ser compatible la verdadera amistad sin haber desarrollado previamente nuestras capacidades humanas o evolutivas?

-Seamos humildes en el reconocimiento de nuestros errores, tole­rantes con los ajenos y generosos en reconocer tus aciertos.

-Existen mecanismos para salir de la «oscuridad», pero ¿realmente queremos hallarlos?

-El sufrimiento, hijo de la circunstancia no aceptada, ¿puede tener como madre a la ignorancia?

-El sufrimiento innecesario, más que por la circunstancia habida, puede ser por la dificultad en hallar la respuesta benefactora. Hallada ésta, «cesa» el sufrimiento.

-Miedos a vivir, miedos a pensar, miedos a sentir; ¿puede existir peor miedo?

-El niño, al igual que el árbol, necesita de un tutor, para no necesi­tarlo (tanto) de adulto.

 

Un saludín.

Joan.

 

sábado, 10 de julio de 2021

EL RINCÓN DE INMA: SOMOS

 


Estamos hechos de cada sonrisa de vuelta,

de duchas templadas,

café caliente

y puestas de sol.

 

Somos el niño que salta en el charco,

los pasos por caminos que no se borraron,

lo que damos,

lo que amamos.

 

A veces nos reflejamos en la fragilidad

de una pompa de jabón.

 

Somos poemas de rima libre,

notas desafinadas,

una nana,

en el cuento el hada.

 

Somos el beso robado en un portal,

el final que sale bien

y el que no

también.

 

Instante

y eternidad;

el todo que quedó en casi nada,

estamos hechos de mucho         y más.  

 

INMA REYERO DE BENITO                                   

viernes, 2 de julio de 2021

JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - POR UN MUNDO MEJOR 1ª Parte.

 


¡En cuántas ocasiones decimos que hemos de cambiar el mundo para que éste sea mejor, olvidándonos de lo esencial! Este cambio se inicia cobrando conciencia de la realidad y de nuestras limitaciones evolutivas; observando en qué parcelas debemos superarnos para ser mejores personas, si deseamos conseguir ese mundo mejor. Dónde la bondad prevalezca sobre la "maldad"; la envidia sea desplazada por el espíritu de superación, y el amor compensado y equilibrado inunde nuestras vidas.  

 

 En una reunión se comenta que el mundo debe cambiar a mejor; a continuación sugiero, si tú eres parte de ese mundo que debe mejorar, empieza por dar ejemplo en primera persona: por cambiar tú. Desafortunadamente, a los humanos nos resulta más fácil cambiar el mundo en su totalidad, antes que empezar por uno mismo: por nuestro mundo interior. ¡Así nos va, así nos irá! 

 

Todas esas buenas palabras cargadas de mejores intenciones, no nos harán cambiar el mundo, sino que ese deseado mundo mejor será la consecuencia de que cada uno de nosotros hayamos interiorizado e incorporado en primera persona los valores anteriormente expresados, entre otros, como punto de partida para, ahora sí, de ese modo, iniciar el camino y el proceso que nos aproximará a ese mundo mejor, ineludiblemente, empezando por uno mismo. Porque ese mundo al que aspiramos, más afable, comprensivo y cercano empieza por desarrollar nuestros valores, capacidades humanas y evolutivas en beneficio propio y de la sociedad para lograr alcanzar ese deseado mundo mejor. 

 

Por un mundo mejor: valores referenciales

 

1)   Comprensión 

Este es uno de los valores tan necesarios como imprescindibles para conseguir una excelente harmonía entre la especie humana.  Facilita la comunicación, potencia el afecto y la concordia entre los humanos antes que el enfrentamiento. Quién esté dotado de este valor tiene, ante sí, la oportunidad de vivir una vida más plena, compensada y equilibrada porque, justamente, la incomprensión es la llave y la mano maligna que abre las puertas a una infinidad de conflictos que, al final, acaba afectando a nuestro equilibrio y paz interior -antídoto de eso que llamamos "felicidad"-, cuando con una mínima dosis de comprensión habríamos sido capaces de evitar tantas situaciones conflictivas.  

 

Antes de quejarnos tanto de la incomprensión ajena, cobremos conciencia de la nuestra, para empezar a desarrollar y potenciar la comprensión, valor tan excelsamente positivo para conseguir un mundo mejor, empezando por el propio: esto sí que está a nuestro alcance, antes que intentar cambiar el mundo. 

 

2)   La escucha 

¿Podemos sentir a quién no escuchamos por nuestra desidia o indiferencia? La escucha es la gran facilitadora en la comprensión y la comunicación entre las personas y su problemática: el pueblo que escucha, improbablemente entrará en conflicto. Cuando solamente oye, inicia la senda de los despropósitos.  

 

Desgraciadamente, esto es lo que nos sucede a los humanos, cuando por nuestra inmadurez y la negación en la escucha responsable, convivimos con unas personas a las que conocemos físicamente, pero a las que ignoramos su esencia.  

 

En esta situación, vivimos y compartimos unos espacios con unos "desconocidos" a pesar de llevar los mismos apellidos. Porque los lazos de sangre, como tal, "solamente" aproximan a las personas. La escucha: los unen sólidamente en una escala superior; facilita y potencia el proceso afectivo, aunque no existan esos lazos de sangre. Éstos, ¿de qué sirven, cuando están vacíos de contenido humano, así como de sentimientos, como es la negación en la escucha responsable e integradora? 

 

3)   Sentimiento (sentir es vivir, aunque el cuerpo no tenga tantas energías)

¿Podemos sentir o querer a quién no escuchamos por nuestra indiferencia o despreocupación hacia su persona y problemática? ¿Por qué hablamos con tanta facilidad de amor- como si su pronunciación nos trasportara a una galaxia perfecta- y tan poco de los sentimientos, cuando su demostración los convierte en el sentido y la esencia en nuestra etapa terrenal?  Esta es la gran cuestión, ignorada, que tenemos ante nosotros, los humanos.  

 

 Resulta fácil y hasta cómodo pronunciar la palabra amor y hablar extensamente de este tema, pero ¿por qué nos resulta tan difícil pronunciar la palabra sentimiento, hablar de los sentimientos- o desde el sentimiento- cuando su significado expresa tantas emociones, tanta humanidad y bondad, tanto acercamiento entre las personas en una dimensión más profunda, pero desconocida de quién la ignora? 

 

Sentir o racionalizar, esta puede ser una de las grandes incógnitas que tenemos ante nosotros por resolver. Esta forma de vivir nos demostrará nuestro grado evolutivo. A mayor evolución, la persona tendrá más libertad y capacidad para pensar, sentir, expresarse o de vivir desde el sentimiento sin necesidad de racionalizar -tanto- porque, justamente, la evolución adquirida priorizará la demostración de los sentimientos antes que racionalizar como forma de vida. A más madurez alcanzada, equivale a mayor demostración de los sentimientos: su contrapartida; menos necesidad de racionalizar tanto. Ley de las compensaciones. 

 

Cuando nuestra vida está presidida como actitud imperativa y determinante por el raciocinio, tendemos a "filtrar" aquello que pensamos o hacemos por el temor al error y a sus consecuencias. Consecuentemente, nos convertimos en seres prisioneros del raciocinio, de tal modo, nos condiciona negativamente la capacidad de expresarnos en libertad: los sentimientos permanecen   atrapados, reprimidos y cautivos por el raciocinio.  Éste actúa a modo de mecanismo de defensa ante nuestra inseguridad, temores o miedo al fracaso a consecuencia de nuestro precario grado evolutivo. 

  

¡Cuán fácil nos resulta hablar de amor, pero cuánto nos cuesta pronunciar y vivir bajo el influjo de esa palabra mágica cómo es la de los sentimientos! 

  

Si deseas ser una persona libre y contribuir a ese mundo mejor, este es el camino: conócete, evoluciona y madura como ser humano.