viernes, 28 de junio de 2019

EL RINCÓN DE INMA: CAMPEÓN



"Sólo con corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos"
                        El principito.

León está en fiestas y aparte de los fuegos artificiales que me encantan, no encuentro muchos motivos para cambiar mis rutinas pero este año no quería perderme el pregón.

El ambiente era festivo, globos, una charanga tocando  temas pegadizos. Cojo posiciones, puntual a su cita con León Jesús Vidal sale al balcón, la gente aplaude, él sonríe, habla pausado, improvisa, cuando las palabras salen del corazón no se  necesita seguir un guión.

Habla de algodón de azúcar, de caballitos, de gente que se alegra , dice que aunque esté en otros sitios él siempre está aquí, supongo que será porque pertenecemos a donde se nos quiere y hemos sido felices.

Me emociono, pienso en ¿qué hubiera pasado si hubiera creído que no podía? ¿y si se hubiera puesto límites?, si sus miedos hubieran sido más fuertes que sus sueños  su vida habría cambiado, sin duda.

Se le ve frágil, entrañable, hombre en alma de niño, se hace fotos con quien se lo pide, es todo ternura, me da las gracias por acercarme a él cuando el privilegio es mío.

Después de la admiración y paz que sentí a su lado, me alejo y me sumerjo de nuevo en el bullicio mientras pienso que estamos hechos de los momentos que elegimos llevarnos.

INMA REYERO DE BENITO 

domingo, 23 de junio de 2019

COMO LA VIDA MISMA: PERSONAS "TÓXICAS"


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Hablamos de personas tóxicas como si un porcentaje de seres humanos naciera con una irrenunciable reserva de veneno, como las serpientes de cascabel, que les acompañara de la cuna a la sepultura. Pero lo cierto es que la “toxicidad” es una cualidad adquirida, tal vez incluso inoculada por otros contagiados, que tal vez todos, o la mayor parte de nosotros, alimentemos en algunas circunstancias, aunque hay que reconocer que ciertas personas se han convertido en auténticos maestros de la tortura psicológica.

Atribuimos algunas características a las personas tóxicas: que son muy negativas, que ahogan a los que les rodean con su pesimismo y exigencias, que se presentan como víctimas, que todo tiene que girar a su alrededor… Pero ese tipo de conductas suele estar muy ligado a quienes sufren soledad o pena, quienes han sido abandonados o creen que lo van a ser, los que buscan atención porque se sienten insignificantes. Es decir, el veneno se crea dentro y, aunque luego se vaya propagando al exterior, el peor efecto es para el paciente cero, es decir, la persona que lo genera. Y aunque crea que esas estrategias son la forma de hacerse “visible” y “poderoso” en su entorno, esas actitudes de celos, envidia, egoísmo, crueldad… le debilitan, hacen sufrir y alejan de los demás.

Tiene que ser penoso pensar que uno no tiene otra opción para no quedarse solo que manipular a otros, porque siente que si los dejara en libertad no le respetarían, ni elegirían estar a su lado: lo que subyace es que no se creen merecedores de amor y por eso buscan como tristes sucedáneos el miedo, la lástima, el castigo o el control. Así que el primer interesado en tomar el antídoto debería ser la persona tóxica, aunque le parezca que ese cenagal lleno de barro y porquería es su zona de confort y que recibe alguna forma de “recompensa” por esos comportamientos.

Pero lo cierto es que su actitud manipuladora puede hacer mucho daño a otras personas, especialmente a las más vulnerables, ya sea por su baja autoestima, por su dependencia de la opinión de los demás o por los sentimientos de culpa que van arrastrando. Tal vez en esa subordinación y mansedumbre se escondan también la comodidad de la inercia, la cobardía de no resistirse, la facilidad de dejar en manos ajenas la toma de decisiones en lugar de coger el toro por los cuernos. La verdad es que cuando yo he estado en esa situación no era del todo consciente de ella (aunque siempre se tiene una clara intuición de que la relación no es equilibrada, ni sana) y me sentí inerme e incapaz de poner freno a los abusos, porque se ejercen desde una posición de poder, del tipo que sea. Entonces, el primer paso tendrá que ser buscar ayuda para clarificar lo que pasa y por qué sucede, y para reforzarse interiormente hasta ser capaz de enfrentar la situación.

Los síntomas del “envenenamiento” son psicológicos, pero también físicos, si bien no se les suele prestar atención porque está uno demasiado centrado en las alucinaciones producidas por la “toxina”. Pero si notas un nudo en el estómago, angustia, ansiedad, mil y un achaques, apatía, ganas de llorar, hasta caminas encogido… cuando tienes que ir al trabajo o a una reunión, mientras dura y cuando finaliza. Si cada vez que hablas con ciertas personas, a veces aparentemente muy amables y preocupadas por tu bienestar, te sientes inferior, indigno, culpable, como si no merecieras su atención… Si un ambiente se convierte en opresor o un individuo pasa a ser el centro de tus pensamientos día y noche, y lo único que te importa es complacerle o no defraudarle…  Lo siento, pero estás atrapado en la tela de araña.

Existen distintas estrategias para conseguir el objetivo, que es tenerte a su merced. Lo primero es alterar la percepción de la realidad, de forma que tú no eres la víctima sino el culpable de la situación. Además siempre procuran que los de alrededor compartan su óptica, vertiendo descalificaciones, opiniones sesgadas, burlas, críticas… que pongan en entredicho tu persona y tu criterio, para que te sientas solo, aislado, inseguro. Lo segundo, minar tu autoestima para que asumas que tú eres el problema y que deberías agradecer que te soporten cuando sólo eres digno de desprecio y abandono. Y, por último, que ellos son lo único que tienes, tu tabla de salvación, de forma que fuera de sus migajas de afecto o comprensión no hay nada, sólo un mundo hostil que te destrozaría si ellos no te estuvieran “protegiendo”.

Una vez que uno es consciente de ser presa de una tarántula humana, sólo queda comenzar con la profilaxis y el tratamiento: buscar ayuda si la necesitas, poner límites, mejorar tu autoestima y autonomía personal, tal vez aislarte del foco de infección, ser consciente de que es la persona tóxica la que está “enferma” y tú puedes ser comprensivo y considerado, pero no eres responsable de su estado, ni tienes por qué aliviar su malestar con tu dolor, etc. No vale la pena malvivir en un mundo de sufrimiento y pesimismo cuando se puede ser feliz, así que deberíamos ir con una botellita de antídoto en el bolsillo, para evitar que ninguna intoxicación, propia o ajena, nos quite la energía y el buen humor.

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 20 de junio de 2019

EL RINCÓN DE INMA CAMBIA TU PENSAMIENTO



Estos días mi hija ha  estado de exámenes,  estaba preparando lengua y   leo en sus apuntes: "habeces", para los que no tengáis mucha imaginación quiere decir : a veces, le digo: ¡por favor! ¿Cómo se escribe esto?   Se fija y dice:"Ostras, es verdad es: "habeZes"...

Os aseguro que ella  quería aprobar lengua pero lo tenía complicado si no se ponía un poco las pilas, hasta se cabreaba porque no funcionaba la vela que le encendía la abuela, y es que, claro, la "suerte" te tiene que encontrar trabajando.

Ya había dado el primer paso, ser consciente de lo que estaba haciendo mal.

Con la felicidad pasa lo mismo, queremos ser felices pero hacemos poco para serlo. Nuestros pensamientos están llenos de "faltas" que nos llevan una y otra vez al suspenso hasta que aprendamos la lección y esperamos con  resignación que el tiempo cambie lo  que sólo podemos  cambiar  nosotros.

Vamos con ventaja porque ya sabemos la pregunta que nos va a caer: eliminar de nuestro lenguaje : NO PUEDO, ES HORRIBLE, TODO el mundo…, TENGO QUE…, Yo SOY así…

Sólo hay una forma de aprendizaje que es ensayo, error, corrección y lleva su tiempo, no desesperes si después de leer dos libros… bueno, uno, que el otro no lo terminaste porque ya habías visto la película y hacer un curso de crecimiento personal no vas por la calle dando saltos de alegría...piensa que vienes del "habezes"...

Corrígete con calma, si te dices que no puedes  vivir sin él, empieza a decirte que te va a costar al principio pero puedes vivir sin él (ella, ello) perfectamente.
En vez de pensar que es horrible hacerse mayor, piensa  que envejecer forma parte de la vida y da gracias porque hay personas que se van muy jóvenes.
Si eres de los que tienen  que hacerlo todo bien puedes preferir hacer bien las cosas pero dándote  cuenta de que eres humano, por lo tanto falible.
Cuando dices:"Yo soy así" te niegas toda posibilidad de cambio, mejor piensa: hasta ahora he tenido unos comportamientos que puedo modificar si me lo propongo. 

Cambia tu pensamiento y cambiarás tus emociones y tus reacciones ante las cosas que te suceden. Recuperarás el control de tu vida si lo decides.

INMA REYERO DE BENITO

martes, 18 de junio de 2019

COMO LA VIDA MISMA: JUAN SIN MIEDO


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“Juan Sin Miedo” se titula un cuento popular recogido por los hermanos Grimm, que es la historia de un chico que, como su apodo indica, no sabía lo que era el miedo. Juan emprendió un viaje dispuesto a correr aventuras, esperando encontrarse con algo que le hiciera sentir temor. Ni su encuentro con la bruja, ni con el ogro, ni las tres noches pasadas en un castillo encantado plagado de fantasmas consiguieron aterrorizarle. Como resultado de sus hazañas se casó con una princesa y acabó conociendo el miedo cuando su mujer, al objeto de darle lo que tanto tiempo llevaba buscando, derramó sobre él una jarra de agua fría mientras estaba durmiendo. Al pillarle desprevenido se asustó, pero la princesa le guardó el secreto y nunca perdió su fama de osado.

¿Quién es el valiente que no tiene miedo a nada? Sospecho que nadie va a levantar la mano. Yo, desde luego, no. De hecho, si al que le sucede eso lo convierten en protagonista de un cuento será porque es una rareza. No se trata entonces de no sentir miedo, sino de no permitir que tome los mandos de nuestra vida.

Muchas de mis congojas se deben a proyecciones de futuro o reinterpretaciones del pasado, fantasías sobre si lograré un objetivo o si me esperan el fracaso y el rechazo. ¿A qué viene dar vueltas a lo que ya no se puede cambiar? ¿Por qué se va a reproducir la misma situación de nuevo, con los mismos resultados? ¿Y si nunca tiene lugar eso que parece tan terrible o si, cuando pasa, no es para tanto? Don Quijote nos muestra que la primera lección del manual del caballero andante es distinguir los peligros reales de los imaginados. No merece la pena luchar contra molinos de viento pensando que son gigantes; ni batallar contra rebaños de ovejas creyendo que son peligrosos ejércitos. Hay que economizar esfuerzos y reservarse para el presente y para la realidad, que ya es bastante, sin tener la mente colapsada y el corazón encogido a causa de futuribles e hipótesis amenazantes, porque no se puede vivir en un estado de terror permanente sin que se acabe convirtiendo en algo patológico.

Pero hay muchas situaciones de la vida real que pueden infundir pavor: la soledad, la enfermedad, el desvalimiento, la muerte. Observad que si Juan fue capaz de enfrentarse con osadía a seres espeluznantes fue porque los encaró sin prejuicios, considerando que los que le atacaban no eran extraordinarios ni espantosos, porque a veces lo que nos amedrenta es la alargada sombra de un ratoncillo o el estrepitoso crujir de las vigas de madera. En ocasiones es la propia magnitud que otorgamos a lo que nos produce miedo lo que le da tanto poder sobre nosotros: igual que las brujas, los ogros y los fantasmas huyen de Juan cuando les planta cara, puede suceder que nuestros miedos se diluyan en la nada o se reduzcan a su verdadera dimensión si los miramos a los ojos. Creo firmemente que “Dios aprieta, pero no ahoga” o, lo que es lo mismo, que siempre encontraremos la fuerza necesaria para soportar el peso que nos toque aguantar… pero no antes de que las circunstancias se produzcan, ni en prevención de lo que pudiera suceder. Quizás en el futuro padezcamos un cáncer pero hoy no, ¿para qué preocuparse entonces? Confiemos en que cuando llegue el momento seremos capaces de afrontar lo que venga, pero ahora toca disfrutar de nuestra salud o, tal vez, llevar con paciencia y alegría un dolor de cabeza o de juanetes. Día a día, desafiando los problemas según se vayan presentando, podemos con todo.

¿Por qué Juan, que se había enfrentado a mil peligros, sólo se sobresaltó cuando estaba desprevenido, tranquilo, rodeado de personas a las que amaba, cuando se sentía seguro? Precisamente por eso, porque no estaba alerta y, tal vez, porque ahora tenía algo que perder: su esposa, su incipiente familia, su situación de privilegio. Habitualmente sentimos miedo cuando nos damos cuenta de lo frágil que es aquello en lo que hemos puesto nuestra felicidad, lo que constituye nuestro “tesoro”, al que nos aferramos como si tuviéramos tentáculos adhesivos. Muchas veces no apreciamos ni agradecemos la suerte de disponer de medios materiales, personas que nos aman y cuidan, influencias, salud… hasta que corremos el riesgo de perderlos. Si nos apegamos a ello, se nos va a hacer cuesta arriba la sola idea de tener que prescindir de aquello que era tan cotidiano, tan cómodo, tan reconfortante, a lo que pensamos que teníamos “derecho” y que nos debería acompañar siempre. Solo se vence el miedo a la pérdida si se tiene el coraje de ir desprendiéndose voluntariamente de lo que no va a acompañarnos a la tumba y se afronta la vida sin lastres en el corazón, con la conciencia de estar de paso, llevando una pequeña mochila con sólo lo necesario, en lugar de ir agobiados cargando con el baúl de la Piquer, lleno hasta reventar de apegos a cosas inútiles, pasajeras o banales.

Hay que reconocerle una función al temor, la de que nos obliga a reflexionar sobre lo que somos y queremos. Nunca seremos verdaderamente libres si no nos encaramos con nuestros miedos, reales o ficticios, ni encontraremos sentido a nuestra existencia sin asomarnos al misterio y experimentar el vértigo de la incertidumbre. Ayuda confiar en algo superior a nosotros mismos, en que hay un plan maestro que da significado a lo que nos rodea, en la trascendencia. Pero sean cuales sean nuestros convencimientos y creencias, lo que no podemos es dejar de afrontar esas realidades dolorosas directamente, puesto que son ineludibles y, tal vez, al mirarlas de frente y a plena luz, se desvanezcan los monstruos o pierdan su aterradora apariencia.
Ana Cristina López Viñuela

lunes, 17 de junio de 2019

EL MUNDO INTERESANTE QUE NOS RODEA: Científicos a punto de curar la Esclerosis múltiple en 2,3 millones de pacientes


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Más de dos millones de personas se ven afectadas por la terrible enfermedad degenerativa esclerosis múltiple, a menudo denominada EM.
La EM afecta a las células nerviosas en el cerebro y a la médula espinal. Los síntomas pueden incluir doble visión, ceguera, problemas psicológicos o problemas musculares.
En algunos casos, la EM puede ser fatal y la esperanza de vida se acorta. Aunque hay medicamentos para ayudar a aliviar los síntomas, no hay cura para la enfermedad.
Sin embargo, una científica en el Reino Unido ha hecho un gran avance médico en la búsqueda de una cura.
La Dra. Su Metcalfe, de la compañía LIFNano Therapeutics con sede en Cambridge, ha encontrado una manera de detener el ataque a las células nerviosas.
Con más de 2.3 millones de personas con EM en todo el mundo, una cura para esta terrible enfermedad sería una maravilla médica.
Altos los costes de la medicación
“Algunas personas tienen EM progresiva, lo que implica el avance hacia una forma grave de la enfermedad, pero la mayoría tiene una versión recurrente o remitente”, comentó la Dr. Metcalfe al Cambridge News.
“La EM puede comenzar a partir de los 30 años y no hay cura. Todo lo que se puede hacer es suprimir la respuesta inmunitaria, pero los medicamentos que lo hacen tienen efectos secundarios, y no puedes reparar el cerebro. El costo de esos medicamentos es muy alto, y en el Reino Unido hay muchas personas que no reciben ningún tratamiento.”
“Estaba investigando la forma de controlar la respuesta inmunológica y parar el auto-ataque”, explica la doctora.
“Descubrí un pequeño interruptor binario, controlado por un LIF (factor inhibidor de leucemia), que regula el interior de la propia célula inmunológica. El LIF puede controlar la célula para garantizar que no ataque tu propio cuerpo, pero luego libera el ataque cuando sea necesario.”
“Ese LIF, además de regularnos y protegernos contra los ataques, también desempeña un papel importante en el mantenimiento del cerebro y la médula espinal. De hecho, juega un papel importante en la reparación de tejidos en general, activando las células madre que se producen de forma natural en el cuerpo, lo que lo convierte en una medicina regenerativa natural.También juega un papel importante en la reparación del cerebro cuando se daña.
Doble efecto
“Y pensé, esto es fantástico. Podemos tratar la enfermedad autoinmune y además podemos encontrar un tratamiento para la EM, que ataca tanto al cerebro como a la médula espinal. Por lo tanto, aquí tienes un doble efecto, se puede detener y revertir la autoinmunidad, y también reparar el daño causado en el cerebro.”
Esta neurocientífica prodigiosa, que también está trabajando en tratamiento contra la psoriasis y diabetes, tiene la esperanza de que con suficiente financiamiento, ella y su equipo pueden encontrar una posible cura ante la EM para el año 2020.
INFORMACIÓN SELECCIONADA POR MONSERRAT GARCÍA HERRERO COMO PARTE DE EL MUNDO INTERESANTE QUE NOS RODEA

sábado, 15 de junio de 2019

EL MUNDO INTERESANTE QUE NOS RODEA: LOS BENEFICIOS DE LOS ANIMALES DE COMPAÑÍA


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La tenencia de animales, es una práctica utilizada a lo largo de la historia del ser humano, y factor importante en su naturaleza y proceso evolutivo. El uso instrumental de los animales continúa, utilizándose como explotación de los recursos económicos y servicios prácticos, pero a diferencia del pasado, se ha producido un cambio sin precedente en la cultura occidental, existiendo una mayor tenencia de animales en el hogar (Serpell & Paul, 2011). Algunos de los motivos que han favorecido esta práctica son probablemente las condiciones de vida actual, necesidad de apoyo emocional, disponibilidad de recursos, dispersión familiar, etc.

Estos animales de compañía reciben un tratamiento afectivo y cuidados, integrándose en la dinámica familiar, siendo incluso considerados como otro miembro familiar, sin realizar ningún tipo de trabajo. Una interacción humano-animal que parece proporcionar beneficios físicos, psicológicos y sociales que pueden condicionar la salud y bienestar humano (Herzorg, 2010).

Algunos de los beneficios de los animales de compañía, son la mejora de la salud cardiovascular, niveles más bajos de colesterol y triglicéridos al favorecer la actividad física, mayor sensación de bienestar, menores niveles de estrés, ansiedad, depresión y sentimientos de soledad, siendo una fuente de respaldo social y emocional, al promover la relación y socialización entre las personas. Sin embargo, la ausencia de empatía afectiva y cognitiva, están relacionados con personas carentes de comprensión y mayor dificultad en la integración y desarrollo social. También se asocian a diversos trastornos psicológico y rasgos psicopáticos, debido a su incapacidad de comprender las emociones o pensamientos de los otros.

Los niños y adultos que conviven con animales de compañía son más responsables, presentan mayores conductas prosociales, autoconfianza y muestran mayores niveles de empatía. En este sentido, la empatía es definida como una capacidad de identificar lo que otra persona piensa o siente, y responder ante sus pensamientos y sentimientos con una emoción o conducta adecuada (Baron-Cohen, 2012).

La empatía está compuesta por elementos cognitivos y afectivos que interactúan generando respuestas emocionales, fisiológicas y comportamentales que influyen en las relaciones humanas. Hay consenso científico de su importancia en las relaciones interpersonales, porque se relaciona con conductas prosociales, convivencia positiva, altruismo, motivación, e incluso su función inhibidora en conductas agresivas disfuncionales.

Es importante conocer la relación de empatía y convivencia con animales de compañía, para analizar el comportamiento y promover el bienestar humano. Y aunque hay numerosos estudios con diferentes resultados, es muy probable que exista relación entre la convivencia con animales de compañía y mayores niveles de empatía. Estudios experimentales realizados con muestras amplias de participantes con y sin animales de compañía, y con instrumentos de gran validez y fiabilidad para analizar las empatía cognitiva y afectiva. Han mostrado diferencias significativas en la capacidad de compartir emociones negativas y sintonizar emocionalmente con la otra persona. Estos resultados sugieren que las personas que conviven con animales de compañía tienen la tendencia de ser más emotivas y emocionalmente más próximas, con redes sociales de mayor calidad, y relaciones interpersonales con mejores vínculos afectivos.

Hay diversas investigaciones que indican la existencia de diferencias de género en empatía afectiva y cognitiva, relacionada con la mayor capacidad de compartir emociones de las mujeres con los animales de compañía que los hombres. La edad, su influencia y variación en la empatía a lo largo de la vida humana, es actualmente cuestionada, pero son numerosos los estudios que indican un incremento de la empatía a medida que aumenta la edad de las personas.

Tener un animal de compañía, parece estar relacionado con varios beneficios en las personas, como la empatía, factor importante en el éxito de las relaciones interpersonales. Y desde la consideración, de que la empatía puede ser adquirida y aprendida, disponer de un mayor conocimiento de la relación empatía y tenencia de animales de compañía, podría promover la implementación de programas y actividades educativas proanimales orientadas al desarrollo de la inteligencia emocional de la que forma parte la empatía.

Santana, J.M., y Amado, A. (2017). Relación de niveles de empatía y la convivencia con animales de compañía. Apuntes de Psicología, 35, 3, 195-201.

INFORMACIÓN SELECCIONADA POR ANA ROSA GUTIÉRREZ ÁLVAREZ COMO PARTE DE EL MUNDO INTERESANTE QUE NOS RODEA

viernes, 14 de junio de 2019

EL RINCÓN DE INMA CELEBRA LA VIDA




Después de unas semanas de  bastante actividad todo volvió a la normalidad y llegó el momento soñado, me senté cómodamente en mi silla, todo estaba ordenado a mi gusto, respiré profundamente, había merecido la pena.

Al centrar mi mirada vi unos restos de pintura en la mesa, casi imperceptibles, pero eran como el punto negro en medio de una gran pizarra, me hacían perder de vista todo lo conseguido, empecé a quitarlos con la uña, distraidamente.

No entendía nada, todo estaba en su sitio, hace unos días hubiera pagado porque llegara ese momento y ahora… ¿no iba a saber disfrutarlo?

Llegué a la conclusión de que apreciamos muy poco nuestros logros, enseguida buscamos nuevos proyectos o nuevas formas de complicarnos la vida.

Está bien tener objetivos y ser ambicioso, las nuevas metas nos motivan, pero a veces hay que tomarse un respiro, valorar el empeño y la ilusión que pusimos para lograr lo que nos habíamos propuesto y celebrarlo.

En general las personas pasamos muchas horas hablando de cosas triviales como el tiempo o lo que es peor, quejándonos, hay una competición para ver a quien le pasan más cosas horribles ¿el premio? Victimizarse y conseguir atención, parece que está mal visto descansar o que te vaya bien.

Claramente no voy a entrar en ese juego. Confieso que a veces soy feliz, me río a carcajadas, como chocolate sin remordimientos, consigo mis objetivos, puedo parar, desconectar, tomar café con mis amigas, a veces sueño otras vidas, desordeno versos, soy imperfecta.

No solo organicé mi habitación sino también mis prioridades, han pasado varios días y en la mesa siguen restos de pintura que no me impiden ser feliz.

INMA REYERO DE BENITO

miércoles, 12 de junio de 2019

EL TIEMPO DE FERNANDO: EL USO ABUSIVO DEL CLAXON


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Me siento sumamente agredido, sobre todo por la utilización abusiva, a la vez que a destiempo, por el que parece el apéndice fálico del automóvil denominado claxon. ¿Por qué descarga el común de los mortales su frustración en este instrumento, no musical, precisamente, e ideado, en principio, para ayudar a una conducción más segura? En lugar de esto, se utiliza a modo de insulto, ya que somos conscientes de que el que acompaña de viva voz no llega al oído del receptor del pitido, teniendo encima que interpretar el insulto.

Por favor, no ensuciéis mis oídos con una utilización abusiva e ineficaz. ¡Por amor de Dios! ¡Respetad la los seres humanos! Ya tenemos suficiente ruido sin necesidad. CULTIVEMOS EL SILENCIO, DENOMINACIÓN DE ORIGEN DE LA TRANQUILIDAD. UN POCO DE PAZ PARA ESTE MUNDO.

Gracias.

FERNANDO PASTOR PEÑA.

martes, 11 de junio de 2019

EL MUNDO INTERESANTE QUE NOS RODEA: ¿ES MÁS FELIZ LA GENTE QUE BAILA?

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Compartimos la información de ANTONIO PÉREZ LEAL
Cofundador de www.nuecesyneuronas.com. Antonio Pérez es Técnico Superior en Actividades Físicas y Animación Deportiva, diplomado en Magisterio y licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, con máster en Neurofelicidad Aplicada. Ejerce como docente y es un apasionado de la educación. Además es escritor y aficionado a la divulgación científica.
Muchas personas afirman que es más feliz la gente que baila… ¿Pero qué dice la ciencia al respecto?
La música es capaz de evocarnos emociones intensas teniendo una influencia directa sobre nuestro estado de ánimo. Diferentes estudios sobre los efectos de algunas melodías sobre el cerebro han revelado que éstas activan estructuras cerebrales relacionadas con la motivación, el refuerzo y la emoción. Entre estas estructuras se encuentran la amígdala ―relacionada con la evocación de las emociones―, la corteza prefrontal ―relacionada con la regulación de estas emociones y con el pensamiento lógico y analítico― y el núcleo estriado ―relacionado con el circuito de recompensa cerebral y la motivación―. Estas partes del cerebro también se activan en respuesta a estímulos euforizantes como la comida, el sexo y las drogas, todo ello relacionado con el aumento de una sustancia llamada dopamina. Cuanto mayor es la emoción producida por la música, mayor será la liberación de este neurotransmisor. Todo esto demuestra que la música produce cambios fisiológicos en nuestro organismo, como cualquier otro estímulo emocional.
Si a todo lo anterior le sumamos el acompañamiento a los ritmos y melodías de la música con el movimiento de nuestro cuerpo, tanto la sensación de bienestar como los beneficios fisiológicos, físicos, cognitivos y psicológicos se multiplican. El movimiento ejercido al ritmo de la música favorece adaptaciones cardiovasculares como ocurre con los ejercicios aeróbicos, nos permite mejorar nuestra coordinación motriz, potencia el aprendizaje generando nuevos circuitos neuronales,  estimula la memoria, la imaginación, la creatividad, la atención y además tiene un efecto catártico.
Además de ayudarnos a liberar dopamina  ―como hemos visto anteriormente―, durante el baile se liberan varias hormonas y neurotransmisores que proporcionan sensaciones placenteras. Al mover el cuerpo, nuestro hipotálamo y nuestra hipófisis liberan endorfinas, hormonas que tienen una función parecida a los neurotransmisores inhibitorios a nivel cerebral, lo cual reduce la sensación de dolor físico y aumenta la sensación de placer.
Si además bailamos en pareja o en grupo, esto provoca un aumento de oxitocina en nuestro organismo. Esta hormona se encuentra involucrada en el procesamiento emocional, la actividad sexual, el establecimiento de vínculos afectivos y la interacción social. Aunque los estudios que están analizando esta hormona son relativamente recientes, existe evidencia científica de que mayores niveles de oxitocina se relacionan con mayores niveles de felicidad debido a que nos ayuda a establecer mejores relaciones interpersonales.
Otro neurotransmisor que se libera cuando realizamos actividad física ―mientras bailamos―, es la serotonina. Altos niveles de serotonina reducen el posible riesgo de padecer estados depresivos. Diversas investigaciones indican que el aumento de los niveles cerebrales de serotonina se relacionan con un estado de ánimo positivo (Mitchell y Phillips, 2007; Barnes, 2011), motivo por el cual rara vez nos sentimos tristes, deprimidos o enfadados mientras estamos bailando.
La producción de todas las sustancias anteriores suele ir asociada a una disminución de los niveles de cortisol en nuestro organismo. El cortisol es una hormona regulada por el hipotálamo, sintetizada y liberada por las glándulas suprarrenales, cuya presencia está asociada con los estados de estrés y ansiedad, que puede mermar nuestro sistema inmunológico si está presente durante largos períodos de tiempo. Por este motivo bailar resulta ser una actividad anti estresante. Además durante el baile también se libera adrenalina de estas mismas glándulas, sustancia especialmente involucrada en el mecanismo de huida-lucha, pero que segregada en momentos puntuales tiene un efecto activador a nivel físico y en ciertos individuos produce una sensación placentera y altamente generadora de emociones positivas.
Aprender a bailar modifica literalmente nuestro cerebro. Se generan nuevas sinapsis neuronales en las áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento, el lenguaje musical, la adquisición de nuevos patrones motores y la toma de decisiones. También produce una potente activación de nuestras neuronas espejo, debido a que en todo momento vamos calibrando la reacción emocional y física de nuestra pareja, lo cual posibilita que sintamos esa sintonía y ese estado de flujo del que tanto disfrutamos cuando bailamos en pareja.
Tal vez sería demasiado atrevido decir que la gente que baila es más feliz debido a la dificultad que entraña definir con claridad qué es la felicidad. También por el hecho de que hay personas que no sienten ningún tipo de atracción por estas prácticas y a que hay muchas otras formas de alcanzar el estado de flujo. Lo que parece ser indiscutible, desde el punto de vista fisiológico, es que la gente que disfruta bailando es mucho más feliz cuando se deja llevar por la música y expresa sus emociones a través de su cuerpo.
Por todo ello, o simplemente por el hecho de probar algo nuevo,… ¿bailas?

INFORMACIÓN SELECCIONADA POR ANA ROSA GUTIÉRREZ ÁLVAREZ COMO PARTE DE EL MUNDO INTERESANTE QUE NOS RODEA

COMO LA VIDA MISMA: EL “CONMOVIMIENTO”


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El verbo “conmover” procede del latín conmovere, que si nos fiamos sólo de los elementos que lo componen, significa “mover con” y se podría traducir “emocionar”, por esa razón propongo llamar “conmovimiento” a esa sensación de que una fibra vibra en nuestros adentros en la misma frecuencia que un estímulo recibido desde el exterior, al unísono o creando una armonía o una disonancia.

En mi pueblo hay una fuente, la Marinela, que solo mana después de una época de lluvias continuadas, pues en esas condiciones el agua subterránea colma la capa freática y sale al exterior. Se dice que cuando brota la Marinela hay un loco más en la localidad. No sé si esto es un hecho científico, pero a veces siento como si me rebosase a mí también un manantial interior, que me sube por el pecho y se me derrama por los ojos, mansamente, cuando me inunda la admiración, la plenitud, la compasión, la dicha, la belleza, el amor… y entrara en un estado, no diré de locura, pero sí de “alteración de conciencia”.

Haced un caso relativo a lo que voy a decir a continuación, que yo no tengo nada de maestra espiritual, pero pienso que es un error eso de creer que la experiencia mística es algo propio sólo de gurús y santones. Pienso más bien que no le damos una oportunidad para manifestarse en nuestras vidas o, simplemente, no la reconocemos cuando se produce. No hay que olvidar que está muy relacionada con la “contemplación”, con observar en silencio interior (y exterior), aquietando los sentidos, abierta el alma a la maravilla y al misterio. ¿Cómo llamar si no a esa luz súbita y penetrante que nos hace percibir lo invisible, a esa energía desconocida que nos patalea en las entrañas, a ese sentirse en comunión que experimentamos en ocasiones? Vale que uno no se eleva medio metro del suelo, pero tal vez su consciencia adquiera una “perspectiva aérea”, una visión que no se tiene a ras de tierra. No sé.

Heredé de mi padre la sensibilidad, desbordada fácilmente en lágrimas, pero en los últimos tiempos afluyen con frecuencia y las permito rodar dulcemente por las mejillas cuando una canción, una película, una imagen, unas palabras, un testimonio, un gesto… me llegan al corazón.

Cuando era más joven me avergonzaba que los demás vieran mis lágrimas. Recuerdo que entre mis amigos había algunos que tenían la costumbre de vigilar quién estaba llorando durante las escenas más dramáticas de las películas, para señalarle con el dedo y burlarse de él. Me costaba retener el torrente, que al final rompía los diques de contención a pesar de todos mis esfuerzos, quemándome los lacrimales y haciéndome sentir vulnerable.

He comprobado que rompo a llorar en los mismos pasajes de los libros, películas o piezas musicales, por más que me esfuerce por evitarlo o a pesar de las circunstancias. Por ejemplo, he visto varias veces La misión, y siempre me conmueve la escena final, ya haya visto la película en el cine o en la televisión, sola, acompañada o viajando en un autocar, por lo que creo que hay una pulsación en ella que hace sonar inevitablemente una cuerda en mi instrumento. Y lo que me hace vibrar no siempre es algo muy grandioso o melodramático, pues hay canciones infantiles que me afectan profundamente, tanto o más que un aria de ópera, porque conectan con mis recuerdos o con mis emociones.

No todas las lágrimas son iguales, ni tienen por qué expresar tristeza. Las hay purificadoras, emotivas, compasivas, alegres. Y he aprendido que no compensa tratar de retenerlas y que, al contrario, si fluyen libremente son liberadoras. No son un síntoma de debilidad, sino que nos fortalecen porque nos conectan con nosotros mismos.

Nunca te avergüences de sentir con más o menos intensidad. Ni juzgues a nadie por lo que siente. Trata más bien de “con-moverte”, de captar esa nota que palpita suavemente en cada elemento de la naturaleza, en cada obra de arte, en cada ser humano… y que tu pecho haga de caja de resonancia, para que su melodía te inunde por completo y su onda expansiva llegue hasta el otro extremo del universo. Regala al mundo tu canción, la que transforma lo más hermoso de lo que te rodea en algo especial, una vez filtrado por tu única y personal percepción, pasado por el tamiz de tus experiencias y acrisolado por el fuego purificador de tu amor. Y deja que sus acordes se unan a la sinfonía de la creación.

Ana Cristina López Viñuela

jueves, 6 de junio de 2019

EL RINCÓN DE INMA: DEJEMOS HUELLAS BONITAS



Hace unos días se retiró como jugador de balonmano profesional  Juanín y lo hizo en el club de sus amores, el Ademar, atrás deja una trayectoria brillante como deportista y un valioso ejemplo como persona por los valores que ha transmitido, algo que agranda su figura, empieza la leyenda, dicen.

Al final de esta temporada se ha ido del Atlético de Madrid Juanfran después de muchos años en el club los trabajadores le hicieron pasillo, un gesto de respeto y reconocimiento.

Rafa Nadal cambió las zapatillas por las botas de goma y la raqueta por una pala para ayudar en las inundaciones de Mallorca, para algunos sólo un gesto simbólico pero que demuestra empatía y solidaridad.

Me viene a la memoria también el mundial de fútbol Rusia 2018 en el que fue noticia que Japón tras caer eliminado limpió el vestuario y dejó escrito: “gracias”.

Al final siempre son las cosas pequeñas las que hacen grandes a las personas. Nuestra forma de ser y de comportarnos habla más que todas las palabras.

Cuando le ponemos sentimiento y pasión a lo que hacemos el éxito llega solo y al compartirlo se multiplica porque se contagia. Cada gesto suma.

El deporte enseña valores como el compañerismo, el esfuerzo, el compromiso, levantarse una y mil veces, el respeto hacia los rivales, un niño que para el partido para atar el cordón a otro del equipo contrario, un jugador que marca el gol que nos hace campeones del mundo y se quita la camiseta para acordarse de un amigo que se hizo eterno “Dani Jarque siempre con nosotros”...

Sin tener la zurda de Nadal, ni la muñeca de Juanín y lejos de la pulcritud nipona seguro que podemos aportar muchas cosas interesantes que hagan la vida más fácil a los demás y por las que ser recordados cuando esté próxima nuestra “retirada”.

Inma Reyero de Benito

COMO LA VIDA MISMA: CUIDADÍN, CUIDADÍN


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Cada vez es más complicado hablar sin que se ofenda algún colectivo. Como decía un chaval asturiano para justificarse por estar haciendo pellas a la profesora que lo pilló in flagranti por el pasillo: “¡Es que el bable es más difícil que el inglés!”; pero cambiando la palabra “bable” por “lenguaje políticamente correcto”, que dentro de nada se estudiará en la Escuela de Idiomas como una lengua extranjera.

¿Cómo referirse ahora a una persona de piel negra? “Negro” no, que suena racista. “Negrito” es condescendiente. “Africano” o incluso “subsahariano” no indica nada, porque los hay de diferentes razas, incluso rubios platino con ojos azules. “Afroamericano”, que es lo que dicen ahora de los americanos descendientes de los esclavos importados de África, tampoco es exacto, porque una persona con pasaporte estadounidense puede descender de afrikaneers. Vamos, que es un problema complicadísimo. Lo curioso es que ellos mismos se llaman entre sí “negro” y “black”. Tal vez se trate simplemente de dirigirse a esas personas con respeto, reconociendo que todos los seres humanos tenemos la misma dignidad. Y lo mismo con los gitanos, los moros o los indios, por la misma razón por la que yo tampoco me molesto porque me llamen “blanca”, “rostro pálido” o “paya”, salvo que se utilicen esos calificativos para excluirme o hacerme de menos.

Cambiamos continuamente la forma de referirnos a las personas “con capacidades diferentes”, porque cada una de las palabras anteriores, que pretendían ser “científicas”, se han convertido en insultos en el lenguaje corriente: imbécil, idiota, tarado, subnormal, retrasado mental… Podemos seguir cambiando de eufemismo cada cuatro días, pero mientras sigamos pensando que quien tiene una discapacidad física o mental es menos o peor que el que no, será como poner tiritas en una herida abierta.

Para referirse a un homosexual ahora ya no sabe uno qué decir, lo último es “integrante del colectivo LTGB”, porque “gay” está desfasado por excluir alguna de las múltiples variantes de personas discriminadas por su orientación sexual. Lo curioso es ver como Mario Vaquerizo y sus colegas de las Nancys Rubias se llaman sin rebozo unos a otros “maricona” por la televisión y nadie se molesta… De nuevo parece que es un problema de tono y actitud, más que de la elección de palabras.

Teniendo en cuenta que muchos términos que nacieron como descalificaciones acabaron convirtiéndose en descripciones o incluso elogios, como sucedió con los pintores “impresionistas”, vocablo que utilizó por primera vez el crítico de arte Louis Leroy para referirse hostilmente a ellos, a propósito del cuadro “Impresión. Sol Naciente” de Claude Monet. Y que, al contrario, nos puede ofender un calificativo positivo si va acompañado de otros injuriosos o se nos dice con intención, Por ejemplo, si me miran de arriba abajo y me sueltan: “eres una cochina guapa de mierda”, me sentiría mal, aunque hubieran colado un “guapa” entremedias.

Y viendo que muchas personas expertas en el uso del lenguaje políticamente correcto desprecian en sus vidas a aquellos mismos colectivos que dicen respetar, pues en cuanto se escucha algo “fuera de micrófono” salen por sus bocas toda suerte de barbaridades y ostentan comportamientos machistas, racistas, homófobos, clasistas… Mientras que los que siempre deseamos ser acogedores con todas las personas, con mayor o menor éxito, incluso quienes dieron la cara cuando hacerlo no estaba precisamente de moda, tenemos secuestrado el lenguaje y se nos juzga con dureza simplemente por utilizar ciertas palabras del idioma español, porque somos “fachas” y “carcas”, adjetivos nada ofensivos y perfectamente aceptables por lo que se ve…

Yo sólo quiero, por una parte, que me faciliten un diccionario “Castellano de toda la vida” – “Español aceptable socialmente” para ver si me voy aclarando. Y, por otra, un poco menos de hipocresía, por favor.

Ana Cristina López Viñuela

domingo, 2 de junio de 2019

EL RINCÓN DE INMA: LA MIASTENIA GRAVIS


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El 2 de junio es el día de la Miastenia gravis. Una enfermedad autoinmune neuromuscular y crónica. Se produce por un bloqueo entre la transmisión del impulso nervioso entre el nervio y el músculo provocando debilidad muscular y fatiga.

Cuando me dijeron que tenía Miastenia sentí miedo, el apellido imponía, me consideraba joven para tener una enfermedad que en los últimos meses había mostrado su peor cara, por otro lado sentí alivio, la incertidumbre causa mucho sufrimiento.

Conocí unas pocas personas que también estaban diagnosticadas y formé parte de la asociación, tenía un lado positivo, te sentías comprendida, nos pasan cosas difíciles de entender para quien no la conozca de cerca. El lado negativo es que se hablaba de enfermedad, éramos enfermos que antes hacíamos cosas que ya no íbamos a poder hacer.

Mi falta de aceptación de la realidad me impedía utilizar ciertos términos, lucha, padecer, crónica, enferma… yo  les decía que era un poco más lenta que el resto del mundo, nada más.

Hoy creo que este pensamiento fue en realidad mi salvación porque no me puse límites y cada día le digo a la Miastenia que se equivocó de persona, que perdí cosas pero gané otras y las que tengo las disfruto el doble.

Me ha enseñado a dar importancia a las cosas que de verdad importan ¿crees que tienes muchos problemas? Date una vuelta por una planta de oncología infantil por ejemplo y me cuentas.

Me ha enseñado a actuar porque si me paro demasiado se lo cree y me debilita. Imagina que tienes uno de tus problemas “gordísimos”: abres el armario para probarte la ropa de verano y no te vale casi nada, tienes varias opciones. Puedes pararte y tirarte en la cama pensando en lo mal que te trata la vida.

Puedes hacer una selección de prendas y regalárselas a una persona que las necesite o venderlo y sacarte un dinero para renovar tu armario. Igual hasta te das cuenta de que tenías un montón de cosas innecesarias que te quedaban fatal o no te ponías nunca.

Puedes trazar un plan de mejora de tu nutrición acompañado de ejercicio físico.

¿Con qué opción te sientes mejor? ¿Con cuál solucionas algo? ¿Siendo proactivo o reactivo?

Es sólo un ejemplo insignificante, sé de primera mano que hay problemas serios pero ninguno se va a resolver sentándote a maldecir lo injusta que te parece  la vida.

Da pequeños pasos hacia tus objetivos y no esperes a que te pase algo fuerte para empezar a vivir, la vida es hoy, es aquí y ahora.

Inma Reyero de Benito

COMO LA VIDA MISMA: DIÁLOGO DE BESUGOS


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Hubo un chiste de moda hace muchos años sobre un político con fama de tonto, que visitaba una factoría piscícola en Japón. Al ver a un científico con la nariz pegada al cristal de una pecera, vocalizando, y al otro lado un pez, que imitaba sus gestos, preguntó sorprendido: “¿Qué está haciendo?”. Y su acompañante le respondió: “Está enseñando a hablar al pez: cerebro superior puede con inteligencia inferior”. Al cabo de un rato descubren al político mirando fijamente al pez, abriendo y cerrando la boca… El pez no era un besugo, pero el hombre igual sí.

Se utiliza comúnmente la expresión “diálogo de besugos” para describir la situación absurda en la que dos personas están hablando entre sí, pero una dice lo que le parece y la otra responde lo que le da la gana, lo que viene siendo un monólogo a dos bandas. Si yo pretendo únicamente “soltar mi rollo” tal vez logre desahogarme, pero habré utilizado a mi interlocutor de sparring, sin llegar a establecer una conexión. Por la misma razón, si me limito a “llevar la corriente” al que me está contando algo, mientras sigo a lo mío, jamás llegaré a captar en profundidad lo que me intenta decir, muchas veces con un lenguaje no verbal.

En vez de quejarnos porque nadie nos hace caso, habrá que asumir la responsabilidad propia: si no manifestamos con claridad nuestras preferencias y deseos, los demás no son adivinos. No podemos esperar que corran detrás de nosotros a ofrecernos lo que queremos, si ni siquiera hemos hecho el esfuerzo de mostrar que lo ansiamos o de pedirlo directamente. En cierta ocasión, durante un cóctel tras un acto cultural, una amiga me dijo tres veces que tenía sed. Al cabo de un rato descubrí dónde estaban las bebidas y le llevé un botellín de agua. Exclamó sorprendida: “Me has leído la mente. ¡Con la sed que tenía!”. Es decir, consideraba una especie de milagro que tuviera en cuenta algo que me había dicho repetidamente, pensaba que ni siquiera lo había oído. Había desistido de la comunicación. No es extraño que cada día haya más gente que habla sola…

En ocasiones tenemos miedo de que nos oigan. Me he descubierto muchas veces murmurando en voz baja y de forma inconsciente: “estoy harta”; “me estoy cansando”; “quién se habrá creído que es”… Lo que tememos decir a la persona que está enfrente, lo cuchicheamos. Así no se va enterar. Si queremos decir NO, habrá que expresarlo en un tono audible, porque de otra forma esa reivindicación acabará siendo una renuncia.

Si sentimos que nadie oye nuestros “gritos de auxilio” pidiendo compañía, comprensión y amor, ya sean silenciosos o estridentes, puede ser porque los posibles receptores de la llamada estén distraídos, pero también porque emitamos mensajes ambiguos: no tiene sentido que reclamemos atención enfurruñándonos, “portándonos mal” o haciendo ver que nos da igual, estrategias bastante infantiles y poco eficaces.

Escuchar es la mejor forma de conseguir ser escuchados. No podemos pretender compartir lo que pensamos y sentimos si no mantenemos una actitud abierta frente a los demás, porque la comunicación es cosa de dos. Para alcanzarla es preciso que la persona con la que estamos conversando se sienta especial y eso se consigue abriéndose a ella, mostrando incluso en la postura una actitud de total atención y franqueza, implicándonos.

A veces creemos que la mejor forma de ayudar a una persona con problemas es echar mano del recetario y exponerle un catálogo de soluciones, sacado de experiencias propias o ajenas, de lo que nos han dicho o de lo que hemos leído. E incluso nos ofendemos si, al final, no siguen nuestros consejos. Nadie aprende en cabeza ajena. Ni existe una única forma de afrontar una situación con éxito. Lo que se necesita de nosotros es que permanezcamos en una escucha atenta, facilitando a nuestro interlocutor que encuentre por sí mismo su camino, porque es el único que le va a servir. Y eso no es tan fácil, porque implica una conexión emocional y, al mismo tiempo, un distanciamiento respetuoso, para no imponer nuestro criterio ni vernos arrastrados en aras de una empatía mal entendida a vivir unos sentimientos que no nos corresponden. Dicho de otra forma, no podremos “rescatar” a alguien que se está ahogando si nos hundimos con él, pero tampoco dándole instrucciones desde la lancha salvavidas.

Los seres humanos somos sociales por naturaleza y necesitamos comunicarnos para poder vivir en comunidad. Hay personas que creen estar hablando en el mismo idioma, pero cada uno da distinto significado a lo que se está diciendo; en cambio, si hay interés por las dos partes, nos entendemos perfectamente con extranjeros con los que no compartimos una lengua común. ¿Por qué? Porque lo deseamos. Por eso, si anhelamos sentirnos unidos a otras personas y mantener relaciones en un nivel profundo debemos dar la importancia que se merece al diálogo, tanto a la expresión como a la escucha.

Ana Cristina López Viñuela