Llega el verano y me encuentra con
unos kilos de más, nada grave. Dando vueltas a la idea de comprar un bikini que
me tape la tripa, me arriesgué a pedir opinión a mi hijo, le pareció mala idea,
“es mejor que la dejes al aire, aceptación madre, aceptación, sé una gordita
feliz”, me dijo y los dos nos reímos.
Pasadas unas horas y sin convencerme
mucho ninguna de las dos soluciones me plantee adelgazar, ahí volvió a entrar
en escena una palabra olvidada en mi día a día, las sentadillas. Sigo sin
comprender por qué dejamos de lado lo que nos funciona.
Como una película pasó por mi mente
todo el proceso de crecimiento personal, desde que soy socia de Dones y
Talentos, y me pareció buena idea compartirlo para que a través de mis piezas
del puzzle del cambio hagáis un recordatorio de las vuestras por si se os ha
caído alguna debajo de la mesa y de paso por si sirve de pista a las nuevas
incorporaciones.
Los que conocéis la historia ya
sabéis la receta que me dio Juan el día que nos conocimos, haz sentadillas, esa fue la primera
pieza del puzzle, las sentadillas. Si tenemos en cuenta que mis movimientos
eran muy limitados y salía a la calle los días que había suerte apoyada en un
carro de la compra, semejante propuesta me descolocó. Aun así, las empecé a
hacer, dos o tres al principio, mis piernas temblaban y las lágrimas nublaban
la imagen patética que me devolvía el espejo, pero le quería demostrar que no
se había enterado de nada, en eso me
equivoqué, y todavía no sabía decir que no, menos aún a una persona que hablaba
con tanta convicción y dedicaba su tiempo de forma altruista. Ahí apareció la
segunda pieza, la confianza, aunque yo en ese momento no veía el camino, elegí
creer. Esta pieza se unió a otra fundamental, el compromiso.
Había probado otras alternativas, una
de ellas la homeopatía, muchos seréis escépticos, fruto del placebo o no mejoré.
Yo era una paciente que acudía a consulta una vez a la semana, el homeópata me
hacía unas preguntas, que se contestaban generalmente con si o no. Cuando me estrechaba la mano y traspasaba el umbral de la
puerta nuestra relación terminaba. Me recetaba unas bolitas que se colocan
debajo de la lengua y ya. Bueno, ya no, el precio se salía bastante de mi
presupuesto. Todo iba bien, hasta que volví a empeorar y no tenía respuestas,
las bolitas habían dejado de hacer efecto, fin.
En Dones descubrí la psicología y con
ella un camino diferente, plagado de herramientas para que te conviertas en
responsable de tu cambio, te apoyes en tus fortalezas y puedas practicar
cuántas veces quieras, cuántas más mejor. ¿Es difícil? Mucho menos que
sobrevivir.
Así me abrace al Juanismo como el que abraza el único árbol del bosque tras un
incendio.
Después llegaron muchas piezas más,
la aceptación, el agradecimiento, la meditación, vivir
aquí y ahora para eliminar la culpa y la ansiedad. Disolver el miedo
afrontando. El amor incondicional. Comprender que no puedo
cambiar a los demás, ni lo que no depende de mí, que en ambos casos sólo
puedo elegir mi actitud.
Así, con las diferentes charlas, el
puzzle se fue haciendo más grande, llegaron los libros recomendados, mis
preferidos son Tus zonas erróneas (Wayne Dyer), El hombre en busca de sentido
(Víctor Frankl) y Más fuerte que el odio (Tim Guénard).
Si leer fue una pieza clave a
escribir le podría dedicar varios capítulos, sin duda las palabras son el
viaje.
Llegó la Ley de atracción, atraes a tu vida todo aquello a lo que
prestas atención, energía y concentración, sea positivo o negativo.
Y el eneagrama, que Juan nos está
haciendo una resonancia con contraste de cada número, de momento yo me quedo
con que tenemos una tendencia de personalidad, y eso me hace más empática y
compasiva conmigo y con los demás.
Pellicer, Chopra, Las cosas de
Carlitos, y hasta Rita con su caballo.
Recuerdo que cuando era pequeña tenía
un puzzle del mapa de España, lo hice tantas veces que me lo sabía de memoria,
me salía hasta cuándo lo ponía boca abajo.
En nuestro puzzle, el de la vida, a
cada uno le cuesta encajar más unas piezas que otras, las favoritas también son
diferentes, pueden ser flores, un café, o la victoria de tu equipo. La manera
de resolverlo tampoco tiene porqué coincidir, cuando el alumno esté preparado aparecerá el maestro, está bien
empezar por los bordes, separar por colores, o centrarse en lo más complicado.
Es importante recordar que la
parte más importante de mi puzzle soy yo, tú lo eres del tuyo. Aunque
la vida a veces se descoloque y las piezas se muevan, ya sabemos dónde están
las que nos funcionan y podemos volver a ellas una y otra vez para
recomponernos.
INMA
REYERO DE BENITO