miércoles, 14 de junio de 2023

EL RINCÓN DE INMA - EL PUZZLE

 


Llega el verano y me encuentra con unos kilos de más, nada grave. Dando vueltas a la idea de comprar un bikini que me tape la tripa, me arriesgué a pedir opinión a mi hijo, le pareció mala idea, “es mejor que la dejes al aire, aceptación madre, aceptación, sé una gordita feliz”, me dijo y los dos nos reímos.

Pasadas unas horas y sin convencerme mucho ninguna de las dos soluciones me plantee adelgazar, ahí volvió a entrar en escena una palabra olvidada en mi día a día, las sentadillas. Sigo sin comprender por qué dejamos de lado lo que nos funciona.

Como una película pasó por mi mente todo el proceso de crecimiento personal, desde que soy socia de Dones y Talentos, y me pareció buena idea compartirlo para que a través de mis piezas del puzzle del cambio hagáis un recordatorio de las vuestras por si se os ha caído alguna debajo de la mesa y de paso por si sirve de pista a las nuevas incorporaciones.

Los que conocéis la historia ya sabéis la receta que me dio Juan el día que nos conocimos, haz sentadillas, esa fue la primera pieza del puzzle, las sentadillas. Si tenemos en cuenta que mis movimientos eran muy limitados y salía a la calle los días que había suerte apoyada en un carro de la compra, semejante propuesta me descolocó. Aun así, las empecé a hacer, dos o tres al principio, mis piernas temblaban y las lágrimas nublaban la imagen patética que me devolvía el espejo, pero le quería demostrar que no se había enterado de nada, en eso me equivoqué, y todavía no sabía decir que no, menos aún a una persona que hablaba con tanta convicción y dedicaba su tiempo de forma altruista. Ahí apareció la segunda pieza, la confianza, aunque yo en ese momento no veía el camino, elegí creer. Esta pieza se unió a otra fundamental, el compromiso.

Había probado otras alternativas, una de ellas la homeopatía, muchos seréis escépticos, fruto del placebo o no mejoré. Yo era una paciente que acudía a consulta una vez a la semana, el homeópata me hacía unas preguntas, que se contestaban generalmente con si o no. Cuando me estrechaba la mano y traspasaba el umbral de la puerta nuestra relación terminaba. Me recetaba unas bolitas que se colocan debajo de la lengua y ya. Bueno, ya no, el precio se salía bastante de mi presupuesto. Todo iba bien, hasta que volví a empeorar y no tenía respuestas, las bolitas habían dejado de hacer efecto, fin.

En Dones descubrí la psicología y con ella un camino diferente, plagado de herramientas para que te conviertas en responsable de tu cambio, te apoyes en tus fortalezas y puedas practicar cuántas veces quieras, cuántas más mejor. ¿Es difícil? Mucho menos que sobrevivir.

Así me abrace al Juanismo como el que abraza el único árbol del bosque tras un incendio.

Después llegaron muchas piezas más, la aceptación, el agradecimiento, la meditación, vivir aquí y ahora para eliminar la culpa y la ansiedad. Disolver el miedo afrontando. El amor incondicional. Comprender que no puedo cambiar a los demás, ni lo que no depende de mí, que en ambos casos sólo puedo elegir mi actitud.

Así, con las diferentes charlas, el puzzle se fue haciendo más grande, llegaron los libros recomendados, mis preferidos son Tus zonas erróneas (Wayne Dyer), El hombre en busca de sentido (Víctor Frankl) y Más fuerte que el odio (Tim Guénard).

Si leer fue una pieza clave a escribir le podría dedicar varios capítulos, sin duda las palabras son el viaje.

Llegó la Ley de atracción, atraes a tu vida todo aquello a lo que prestas atención, energía y concentración, sea positivo o negativo.

Y el eneagrama, que Juan nos está haciendo una resonancia con contraste de cada número, de momento yo me quedo con que tenemos una tendencia de personalidad, y eso me hace más empática y compasiva conmigo y con los demás.

Pellicer, Chopra, Las cosas de Carlitos, y hasta Rita con su caballo.

Recuerdo que cuando era pequeña tenía un puzzle del mapa de España, lo hice tantas veces que me lo sabía de memoria, me salía hasta cuándo lo ponía boca abajo.

En nuestro puzzle, el de la vida, a cada uno le cuesta encajar más unas piezas que otras, las favoritas también son diferentes, pueden ser flores, un café, o la victoria de tu equipo. La manera de resolverlo tampoco tiene porqué coincidir, cuando el alumno esté preparado aparecerá el maestro, está bien empezar por los bordes, separar por colores, o centrarse en lo más complicado.

Es importante recordar que la parte más importante de mi puzzle soy yo, tú lo eres del tuyo. Aunque la vida a veces se descoloque y las piezas se muevan, ya sabemos dónde están las que nos funcionan y podemos volver a ellas una y otra vez para recomponernos.

 

INMA REYERO DE BENITO