miércoles, 17 de agosto de 2016

SOBRE EL PERDÓN



El perdón es para el que perdona. No es aprobar ni justificar lo que ha hecho el otro. Te permite recuperar tu vida, ganar en libertad, ser más sabio y compasivo, no ser llevado por tus emociones negativas, liderar tu propia vida emocional. Para ello puedes hacer lo siguiente:
1.   RECUERDA LA HISTORIA DE LO ACONTECIDO, las sensaciones que tuviste. Identifica  qué sensaciones y emociones tuviste, y que te hacen y han hecho daño, y compártelo con alguien de confianza, e incluso escríbelo.
2.    Recuerda que TU DOLOR ES PASADO. Lo que te duele ahora es de lo que sucedió, luego sólo está en tu memoria. El perdón te ayuda a respirar de nuevo en paz. Cuando las emociones negativas te embargan debes salir de un estado estático corporal, sal a caminar ligero, haz una respiración lenta y abdominal, medita, haz una tarea creativa, realiza una afición que tengas o búscala, baila con intensidad.
3.    La mejor venganza es DISFRUTAR DE LA VIDA. No des al otro el gusto  de que te vea que te sientes un desgraciado. Goza de la belleza, de la música, del arte, de la naturaleza, disfruta de las personas enriquecedoras, ayuda a los demás, verás tu riqueza dándote. Difunde lo más bello de ti, el amor, la alegría, la bondad.
4.    La vida terrenal no es justa, deja de pensar que debería serlo, lo que no te impide luchar por la justicia. Tu tarea en este mundo no es ser juez buscando equilibrar la balanza con el castigo. SÓLO EL AMOR DA EQUILIBRIO. Sé agradecido todos los días de todo y por todo, hasta por lo aprendido de la adversidad.
5.    DEJA DE SER VÍCTIMA, eso te quita la fortaleza que tienes, te mina. Busca los beneficios del dolor y la experiencia sufrida, porque te han convertido en un ser más consciente de lo que puedes sobrellevar. Mírate como un ser maravilloso. ¡Estáte pendiente del presente y de tus objetivos!
6.    Sé paciente y atento. PERDONAR ES UN PROCESO Y UNA DECISIÓN CON CONVENCIMIENTO. Así serás bueno y amoroso contigo mismo. Corrige siempre tu pensamiento para no sumirte en el dolor, que debilita. El perdón demuestra tu belleza de espíritu.
7.    SÓLO EN LA INTEGRACIÓN DEL SER ESTÁ LA VERDAD. Cuando creas estar en posesión de la verdad, es que estás en posición de separación, no de integración. Esa creencia en tu superioridad te hace ver de forma desintegrada al Hijo de Dios. Sólo en la igualdad entre los hermanos se puede dar un proceso de integración. Uno tiene entonces que preguntarse: ¿Qué he hecho o he dejado de hacer para que mi hermano, que es parte de mí, me haya ofendido? ¿Qué ha sucedido en el proceso evolutivo  de estos seres, desde su nacimiento, cuando eran todo dulzura, amor, inocencia, para que se hayan convertido en seres con conductas y actitudes de odio, rencor, resentimiento, miedo y aversión? Es desde tu posición de adulto, contaminado por los programas irracionales, desde donde te puedes ver abocado a eso que en psicopatología denominamos “trastorno disociativo de identidad” antes llamada “doble personalidad o personalidad múltiple”, aspecto al que desde Un Curso de Milagros (UCDM) define que hemos llegado todos al no identificarnos con el Hijo que Dios creó e identificarnos con el ego. Esto lo expresó muy bien Robert Louis Stevenson en 1886 en su obra Dr. Jekill y Mr. Hyde, el primero bueno y el segundo malo, horroroso y criminal; y, en la lucha interna continua entre esos dos seres que habitaban en uno. Nuestro proceso curativo sólo puede darse desde la integración, aceptando esas acciones dañinas que todos en algún momento de nuestra vida realizamos como parte nuestra, pero no para sentirnos culpables y castigarnos, sino para redimirnos, cambiar, perdonarnos  y crecer, construyendo. Mira el ejercicio 158 de UCDM, la visión de Cristo. Y desde aquí comparto con el autor Joan Sánchez-Fortún el ingrediente:
8.    LA COMPRENSIÓN como parte fundamental de este proceso de perdón. La comprensión de nuestra disociación, de separación, la de todos. Esa comprensión es la que nos llevará a ACEPTAR AL OTRO EN NOSOTROS, a la igualdad, pues el otro no es ajeno a mí, soy yo mismo que busco integrarme para liberarme.

Muchos creemos: Si esta persona no hubiese aparecido, ofendiéndonos, en nuestras vidas, hubiese sido feliz. Ella es la causa de mi desdicha. ¿Tienes certeza de que eso es así? ¿Es el otro el único responsable de tu desdicha? ¿Tú no tienes ninguna responsabilidad en lo acontecido?

Espero te sean de ayuda estas reflexiones.

Que la paz que Dios te dio al crearte aflore de nuevo en ti.

Un abrazo.


Juan Fernández Quesada

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