Hay una
historia de la unificación de Japón en el Medievo que habla de un señor de la
guerra llamado Oda Nabunaga. Oda se dirigió con un pequeño ejército a
enfrentarse con un señor feudal que disponía de un ejército numeroso. Debido a
las creencias de la época y, antes de acometer la batalla, había un templo
sintoísta al que los japoneses acudían para hacer oración a los dioses y
pedirles ayuda. Una de las costumbres era, al salir del templo, lanzar una
moneda al aire y, si salía cara, se cumplía lo solicitado. Oda se acercó al
templo, solicitó el apoyo de los dioses para salir victorioso de la batalla,
con su ejército menos numeroso y, por lo tanto, en condiciones desfavorables, y
curiosamente, al lanzar la moneda, salió cara, lo que significaba que los
dioses favorecerían la victoria de Oda. Los guerreros de Oda, al ver el
resultado se dirigieron al campo de batalla con una motivación explosiva y, así
fue, ganaron la batalla.
Al acabar
la batalla, un lugarteniente de Oda se dirigió a él y le dijo: “Señor, estamos
en manos del destino, nada se puede hacer contra lo que deciden los dioses”, y
Oda contestó: ”Cierto, querido amigo”, a continuación le enseñó la moneda, y
ésta tenía dos caras.
Pon tu fe y
tu creencia en lo que haces y llevarás dos caras en tu moneda de la vida.
La incredulidad es amiga de la desconfianza y la inseguridad. Siempre hay que
confiar en algo, pero sobre todo, hazlo sobre tu PODER INTERIOR.
Un abrazo.
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