domingo, 10 de junio de 2018

DISCUTIR, ¿PARA QUÉ?


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Decía Timoteo (2:23): Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad. Evita las palabras vacías y profanas, porque los dados a ellas, conducirán más y más a la impiedad, y su palabra se extenderá como gangrena.

Nos pasamos la vida queriendo demostrar a los demás que nosotros tenemos razón y que ellos no la tienen. Demuéstrales a los demás que están equivocados e irremediablemente perderás su amistad.

En Proverbios 15:1 encontramos, sin embargo la clave: Una respuesta amable calma la ira, una palabra áspera excita la cólera.

Cuando una persona quiere tener paz en su vida es bueno y deseable no dedicarse a tener razón. ¿Qué prefieres tener razón o vivir en paz y tranquilidad?

Cuando ganas en las discusiones y desencuentros ¿la gente te valora más?
¿Es tu felicidad y autoestima consecuencia de que logras más batallas de discusión ganadas?

Piensa tú en otros que hacen esto: tratar de ganar batallas y causas. ¿Son las personas con las que más te gusta estar?

Hay un proverbio turco que dice: El que busca un amigo sin defectos, se queda sin amigos.

No es lo mismo buscar la verdad que tratar de imponer la verdad. De lo primero se ocupa la Lógica, de lo segundo la Dialéctica.

Schopenhauer escribió un libro llamado El arte de persuadir o El arte de tener razón. La verdad no es la razón de ser de la Dialéctica. De hecho, Schopenhauer la definía como el arte de la esgrima espiritual, ya que lo importante es conseguir el triunfo y no tanto obtener la verdad. Pues bien, eso es lo que nos suele interesar más cuando discutimos.

Aparte de determinadas verdades que no admiten discusiones, porque están del todo contrastadas; yo digo siempre una cosa, en el mundo relacional LA VERDAD ES LA QUE ACORDAMOS ENTRE AMBOS, es la vía del encuentro, y no la de la división; es la de la cercanía y la de la alianza, no la de la separación.

Querer tener siempre razón nos conduce a la infelicidad y a la soledad.

Querer tener siempre razón es una falta de respeto a la individualidad de la persona. Todos tienen derecho a disentir. Esta es la base del respeto mutuo.

Querer tener siempre razón resta tener una actitud de ver alternativas, otras opciones. ¿La verdad de uno supone anular la verdad del otro?

Querer tener siempre razón lleva a un comportamiento autodestructivo, a un individualismo brutal. No son personas precisamente actas para trabajar conjuntamente.

Querer tener siempre razón priva de oportunidades y posibilidades. Es cerrarse a ver nuevas formas de pensamiento. Generan un pensamiento rígido, estricto.

Querer tener siempre razón conlleva un desgaste emocional. En el fondo querer tener razón nos convierte en perdedores. Perdedores del acercamiento, del encuentro, de la empatía, de estar más allá de las diferencias.

Nadie tiene razón en lo que dice si el otro no está de acuerdo.

Querer tener siempre la razón conlleva que habrá siempre un perdedor y un ganador, con lo cual has creado un opositor a tu persona.

Si analizas el mundo, las parejas se rompen por esto, familias destrozadas: entre padres-hijos, entre hermanos; amistades distanciadas, países divididos, continentes aislados.

Si quieres tener siempre la razón aprende a:
1)  Compartir tu punto de vista y aprender del del otro. Ambos ganáis.
2)  Mantén un equilibrio entre tu aportación y la aportación del otro.
3) Si en una conversación los puntos del vista del otro conllevan argumentos más lógicos y válidos, acéptalos con humildad y agradecimiento.
4) Si no llegáis a puntos de entendimiento acepta que el otro pueda tener otro punto de vista y que lo valioso es la diferencia, la diversidad.
5) Si te encuentras con una persona que tiene un punto de vista cerrado no entres en su programa de cerrazón, no trates de convencerla, es tarea perdida.
6) Recuerda: no coincidir en algún aspecto no quiere decir que no podáis estar de acuerdo en otros muchos, por ejemplo en que EL AMOR INCONDICIONAL SIEMPRE OS HARÁ LIBRES.

Así lo dice la Biblia: La Verdad os hará libres.

Con el término "verdad" podemos referirnos a una realidad o a una proposición y, así, hablamos de una verdad ontológica (de la realidad, del ser) o de una verdad lógica (del conocimiento, de la proposición mediante la que se expresa un juicio).

En el primer caso decimos que una cosa es verdad, o verdadera, para indicar que no se trata de una ilusión, de una apariencia, siendo entonces la verdad idéntica a la realidad, a lo que las cosas son. 

En el segundo caso consideramos que la verdad es una propiedad del enunciado, de la proposición (no de la realidad del objeto) y decimos que la verdad consiste en la adecuación o correspondencia de la proposición con aquello a lo que se refiere (con los hechos, con la cosa). Si tal correspondencia no se da decimos que la proposición es falsa. Esta concepción de la verdad como adecuación, como correspondencia, fue formulada por Aristóteles y se ha mantenido como interpretación predominante de la verdad en el pensamiento filosófico hasta la actualidad, siendo reformulada en el siglo XX por Bertrand Russell y por Alfred Tarski, quienes se propusieron despojarla de los elementos metafísicos, siendo conocida en la actualidad como la teoría semántica de la verdad.

Espero este escrito te ayude a que tu verdad o razón sea también la de los demás.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada.

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