domingo, 3 de junio de 2018

MIEDOS Y ANSIEDADES


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Aunque “miedo” y “ansiedad” son conceptos que se manejan de forma sinónima, existen algunas diferencias entre ellos que es bueno conocer. Lo más importante es que el miedo se da ante una situación o estímulo real que lo desencadena, mientras que en el caso de la ansiedad se puede producir sin que haya una situación o estímulo desencadenante que la dispare (lo que no significa que no pueda haber algunos estímulos no perceptibles, a priori, que la puedan disparar).

El “miedo” viene más de nuetra época más ancestral, porque es una respuesta de defensa en la mayoría de los animales. El miedo es una respuesta emocional (es una de las emociones básicas) caracterizada por un estado de alerta ante un peligro inminente; luego, la función que desempeña es la de protegernos de peligros que nos acechan, teniendo un carácter muy útil, positivo y adaptativo. El carácter desagradable del miedo es muy importante, porque de esa forma hace que nos alejemos de los peligros, si tuviera un carácter agradable, no huiríamos de ellos. No es correcto hablar de “miedo a la muerte”, porque la muerte es algo desconocido por todos los seres que seguimos viviendo y no sabemos de ella, es decir, no tenemos experiencia directa o indirecta de ella. Es más, si pusiéramos atención a lo que nos cuentan autores que han hablado de la muerte, como Elisabeth Kubler-Ross, Raymond Moody, Pim Van Lommel, Eben Alexander, Penny Sartori, Anita Moorjani; autores españoles: José Miguel Gaona, Enrique Vila López o María Isabel Heraso Aragón, no son precisamente datos desagradables u horrorosos como para tenerlos miedo.

Cuando sentimos “miedo” se dispararán respuestas psicológicas y corporales automáticas que salen al paso como protección del organismo. Entre esas respuesta está la de “alerta”, anticipación de un peligro inminente. Si ahora, en este momento, comenzase a temblar la tierra, se dispararía este mecanismo automáticamente para activar mi organismo y atención sobre la situación y así defenderme de ella. Podrían venirme como flashes o imágenes inmediatas viendo como una película con todo los ingredientes de dolor, sufrimiento, etc. Esa imagen mental desagradable conseguirá que reaccione apartándome o buscando alguna respuesta útil, para ponerme a salvo de la situación.

Las fobias, se producen, con las características típicas de una respuesta de miedo, cuando el estímulo es inofensivo, pero reproducimos los síntomas ante un gato, perro, araña, ratón, etc, como si fuese un león, un tigre, una cobra, etc. Es decir, en estos casos el miedo es irracional y desproporcionado y el sujeto es consciente de ello. Estas personas desarrollan cientos de conductas evitativas de esos estímulos, que son, precisamente las que mantienen la sintomatología por el alivio del síntoma.

En los miedos obsesivos, los sujetos reaccionan de una forma desproporcionada ante situaciones o estímulos que son cotidianos: dejarse la puerta abierta, dejarse la llave del gas sin cerrar, contaminarse por tocar objetos, contraer Sida por actividades sin riesgo, etc. En estos miedos obsesivos, la persona se siente impelida a realizar conductas (compulsiones) tendentes a neutralizar las consecuencias de ese miedo: comprobar que ha cerrado el gas o la puerta varias veces, lavarse las manos muchas veces, etc. La cantidad de tiempo invertido por estas personas en esas conductas les hace sentirse muy mal consigo mismos, por lo que la culpabilidad suele ser un componente típico.

Hablamos de ansiedad cuando tenemos todas las características del miedo, pero no hay un estímulo o situación ahora, en el presente, que la desencadena. La ansiedad es siempre una anticipación de una amenaza (una emoción dirigida hacia el futuro) que podría ocurrir o no.

En la ansiedad también es bueno diferenciar entre Ansiedad-Estado y Ansiedad-Rasgo. La primera (Ansiedad-Estado)  se refiere a un estado actual puntual de la persona en el que experimenta tensión, preocupación, inquietud, nerviosismo, aprensión, etc., es decir, una sensación difusa como de que algo malo o indeseable le va a ocurrir. Cuando hablamos de Ansiedad-Rasgo, estamos hablando de una disposición o tendencia de los sujetos a padecer más estados de ansiedad que otras personas, es decir, es una cierta característica de personalidad.

No obstante, no todos los que padecen un trastorno de ansiedad tienen un rasgo de ansiedad en su personalidad, ni todos los que tienen un rasgo de ansiedad en su personalidad van a desarrollar, necesariamente un trastorno psicológico.

También podemos hablar de las “Crisis de Ansiedad”, una reacción de miedo o malestar intenso, presentada de forma repentina y que alcanza niveles altos en cuestión de dos o tres minutos, a lo máximo diez o doce minutos, aunque el malestar posterior pueda prolongarse más tiempo. También las podemos llamar “Crisis de Pánico o Crisis de Angustia”, aunque, como ya dije en otro escrito personal,  ansiedad y angustia, también son términos diferenciales, ya que la “Angustia” se refiere más a aspectos existenciales (vea el concepto de angustia en el filósofo existencialista Søren Kierkegaard, libro que merece la pena leer). Una crisis de ansiedad está acompañada de cuatro o más de los siguientes síntomas: taquicardia, sudoración, temblores, sensación de ahogo, sensación de atragantarse, opresión torácica, náuseas o molestias digestivas, mareo o sensación de vértigo, sensación de irrealidad (desrealización) o de estar separado de uno mismo (despersonalización), miedo a volverse loco o descontrolarse, miedo a morir, sensación de entumecimiento u hormigueo, escalofríos o sofocos.

Estas crisis de ansiedad se pueden iniciar de forma espontánea o bien al afrontar determinadas situaciones, dar una charla, ir a un lugar de gran afluencia de gente (espectáculos o conciertos), someterse a alguna prueba médica o intervención quirúrgica, etc.

Cualquier situación imaginaria de anticipación de una amenaza puede desencadenar una crisis de ansiedad.

Los aspectos sutiles (estímulos poco intensos) pueden desencadenar una crisis de ansiedad, una pequeña molestia corporal interpretada como algo amenazante, un pequeño mareo, una pequeña opresión en el pecho o en la boca del estómago, etc.

Los trastornos de pánico o agorafobias surgen de forma inesperada y son vividas por la persona de forma muy intensa. El componente de que la sintomatología pueda surgir en un lugar dónde el sujeto perciba que es difícil o dificultoso salir de ahí, o no se pueda recibir ayuda o apoyo, puede desencadenar una crisis de pánico o una agorafobia.

Cuando el sujeto relaciona su ansiedad o vergüenza con una situación social, hablaremos de fobia social o ansiedad social.

Cuando la ansiedad surge como consecuencia de interpretar que el sujeto tiene una enfermedad grave, a pesar de que el médico le ha dicho que está en perfectas condiciones, estamos hablando de problemas hipocondríacos.

Si los pensamientos que genera el sujeto son raros o absurdos, se repiten una y otra vez, son preocupantes y le llevan a realizar conductas que él considera aliviadoras de la ansiedad (compulsión), estaremos hablando de un trastorno obsesivo-compulsivo.

Cuando el sujeto se preocupa por múltiples cosas, su ritmo o nivel de vida es de no parar y le cuesta trabajo dejar de preocuparse, estaremos hablando de ansiedad generalizada.

Cuando la ansiedad surge con posterioridad a algún acontecimiento grave y traumatizante vivido por el sujeto, tal como una violación, vivir una muerte violenta, etc., estaremos hablando de estrés postraumático.

En el resto de situaciones que no sean las mencionadas estaremos hablando de Ansiedad normal, Trastorno adaptativo (cambios en nuestra vida que nos trastocan) u Otros.

Espero haya sido para ti esclarecedor este artículo.

Un cordial saludo.

Juan Fernández Quesada

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