Me hablas, te contesto. Intercambiamos mensajes y confidencias.
Te hablo, me contestas. Me envías ese emoji tan tuyo,
reímos a la vez hasta conseguir achicar el mundo.
Nuestra relación se refuerza y nos hace crecer como
personas. Complementarios, tangentes, la parábola perfecta, nuestra parábola.
Tú mi hombro, yo el paso atrás para coger impulso.
Te hablo, no me contestas. Respeto tus prioridades. Te
hablo, no me contestas y te doy el espacio sin el que tal vez te asfixiabas.
Te hablo, me contestas. Ya no es lo mismo, bostezo
mientras caemos por precipicios de conversaciones recurrentes. Van a bajar las
temperaturas porque me duele la rodilla, no echan nada en la tele y ya si eso
vamos viendo y hacemos un hueco para tomar más adelante aquel café pendiente.
No te hablo, me hablas. No siento interés, ni
cercanía, mucho menos cariño.
No te hablo, no me hablas. Siento un vacío lleno de
ese pellizquito que provocan las pérdidas. Nunca he sido buena conquistando
glaciares. Tres respiraciones después te dejo ir, es sencillo, no te tuve.
Disfrutamos de los momentos que nos regaló la vida mientras creamos las
condiciones para que así fuera, ni un minuto más, ni un segundo menos. Ni
vencedores ni vencidos.
Hoy sé que regalándote tiempo compré
mi libertad.
Preferiría hablarte, que me contestaras y ahondar en
nuestro humor absurdo (la luz está por las nubes, lo sé porque me la acabo de
cruzar), pero hasta Machado sabía que son tus huellas el camino...y nada más.
INMA REYERO DE BENITO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario aparecerá una vez revisado por el moderador de la página. Gracias.