Era la hora de la siesta. No se trataba de una hora al azar, la adolescente que le encantan las clases de anatomía sabe que, a esa hora, el cuerpo concentra su energía en el proceso de la digestión y la mente no está en ninguna parte. Aprovechó justo ahí para lanzar la frase: —mamá, necesito un pantalón.
La madre estaba concentrada haciendo
dibujos imaginarios con las migas de pan esparcidas por la mesa barajando el
orden entre fregar o poner una lavadora. Tras un par de segundos en los que
hizo como que no había escuchado nada cogió aire y contestó: —vamos cuando quieras.
El tiempo en general es muy relativo,
pero para un adolescente lo es mucho más. Si le pides que haga la cama, por
ejemplo, y dice " ahora voy", se puede referir a diez o doce horas
después, en cambio, cuando desean algo la frase " cuando quieras" se
convierte en inmediatamente.
Sobre la mesa quedaron las
constelaciones de migas de pan. A
cambio, una charla animada sobre planes y proyectos de futuro muy inciertos las
condujo a la tienda elegida. En la mente de la madre un único pensamiento
" que se vea guapa, por favor". Tras una vuelta de reconocimiento
vino el proceso de selección en el que un pantalón rosa fucsia se cruzó en sus
vidas: — mamá, me encanta, me lo voy a probar.
Una madre no sería una madre si no
intentara ser práctica, por lo que trató de convencer a su hija de las ventajas
de comprarse un pantalón vaquero azul básico, de esos que sirven de fondo de
armario, que planchan bien y combinan con todo.
Una adolescente no sería una
adolescente si hiciera caso a su madre. No coló.
De camino al probador se unieron al
pantalón otras prendas. Esta parte era la más sencilla, había tres opciones. Si
no salía del probador, prenda descartada; si salía mirando para abajo, le
gustaba un poco pero no se la iba a llevar; si salía con la cabeza alta y se
miraba al espejo con pose de modelo de Victoria Secret ahí es cuando la madre
tenía que aprovechar para decir: —te queda genial. Que encima, era verdad,
porque otra cosa no, pero ese cuerpo lo había hecho con mucho arte.
Una vez pasado el filtro de la madre
y el de la hija faltaban otros. Ser la sensación en el recreo, acumular likes
en Instagram o que su hermana se lo pidiera para una cita, sumaría puntos a
favor. De todo eso y mucho más dependería de que, el nuevo inquilino de su
mundo adolescente fuera fondo de armario, o acabara al fondo del armario.
En la cola de la caja, una ya estaba
mirando el móvil y la otra seguía a lo suyo " que no destiña" y
" el azul seguro que también le quedaba bien" pero como sabía que no
funciona imponer ideas propias en cabezas ajenas, solo sonrió.
INMA REYERO DE BENITO
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