viernes, 1 de diciembre de 2023

EL HORMIGUERO, ¡QUÉ TIEMPO TAN FELIZ!

 

Cuando ya no somos capaces

de cambiar una situación,

nos encontramos ante el desafío

de cambiarnos a nosotros mismos.

                                Víctor Frankl

                           

Naces con forma de bebé, lo primero que haces es llorar para respirar por ti mismo, esa será tu principal forma de comunicarte durante un tiempo, para algunos toda la vida, en el que lo único que te importará será tu ombligo y tú.

Unos pocos tuvimos el privilegio de renacer con otra forma, la de hormiga. Un cambio de paradigma que abrió nuestras mentes y nos concedió una gran ventaja, no teníamos ombligo, nuestra principal misión era dar.

El hormiguero se convirtió en refugio y cada mirada en casa. Un nombre presidía la entrada: Dones y Talentos. No había etiquetas, ni juicios, todas las hormigas éramos en apariencia parecidas, en esencia únicas y valiosas sólo por el hecho de existir, aunque a nosotras lo que nos gustaba era mover el culo.

Un fin de semana cuando el calendario se vestía de ocres por el paso de los días, participamos en lo que los humanos llaman un intensivo, para nosotras simple rutina. Íbamos y veníamos en hileras aprovisionando valores como la solidaridad, la gratitud o la responsabilidad. Los más pesados los cargábamos de dos en dos o en grupo. Por la noche mientras la ciudad dormía reflexionábamos sobre el significado del valor “esa convicción razonada y firme de que algo está en coherencia con nuestra esencia, con lo que somos, tiene que ver con el amor incondicional”.

El amor era sin duda nuestro fuerte, el motor de nuestra perseverancia, por eso aprovechábamos cada ocasión para compartir tiempo e incluso tratar de detenerlo con abrazos sostenidos. Da sentido a la vida tratar a los que están cerca como si estuvieran lejos y existiera la posibilidad de que fuera la última vez que los vemos, y a los que están lejos como inevitables.

En el intensivo no faltaron los clásicos como las charlas de la hormiga reina, la paella, los miguelitos, los cafés y Rita que sigue queriendo un caballo, pero se conforma con una rana.

Con un gesto tan sencillo, como un salto en el lugar adecuado,  comprendí lo que El principito  nos cuenta y Raúl lleva a la práctica, que sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos.

Esta vez no llovió, hubo tormenta de las que calan por dentro. Es tiempo de abrigarse con cada recuerdo tejido mientras éramos felices y lo sabíamos. Si el reloj del hormiguero se queda sin cuerda no tendremos miedo, de la mano de los valores daremos sentido a nuestras vidas mientras esperamos que nuestra energía se transforme y mutemos de nuevo. Cuando tienes provisiones sientes que el invierno es sólo una estación de paso.

 

INMA REYERO DE BENITO