Esta palabra ha sido tomada de la física para definir la
energía de deformación por unidad de volumen que puede ser recuperada de un
cuerpo deformado cuando cesa el esfuerzo que causa la deformación. En el campo
psicológico es la capacidad de recuperación
de una persona después de adversidades, conflictos, etc.
Es curioso observar cómo determinadas personas en lugar de
sufrir un deterioro después de un suceso traumático, no solo no se derrumban,
sino que, además, salen fortalecidas de la experiencia vivida. En palabras del
filósofo Friederich Nietzsche: “Lo que no me mata me hace más fuerte”.
Como manifiesta la psicología cognitiva, a la hora de evaluar
los acontecimientos que vivimos, podemos manifestar dos tipos de pensamiento:
a) racional e b) irracional. a) Un
pensamiento racional es un pensamiento que se ajusta más a la realidad de
lo acontecido. Produce emociones adecuadas y moderadas, permitiéndonos actuar
de forma más eficaz y organizada ante la situación. Mientras que b) Un pensamiento irracional está
alejado de la realidad, suele tender a ser absolutista, indemostrable, y
produce emociones “negativas” como la culpabilidad, ira, frustración,
impotencia, etc. Observe que he puesto “negativas” entre comillas porque
realmente no podemos decir que estas emociones sean en sí mismas “negativas”,
simplemente son señales que nos avisan de que el procesamiento que estamos
haciendo de la situación es inadecuado o no se ajusta a la realidad y hay que
modificarlo. En síntesis, podemos decir que, cuando nuestro pensamiento es realista, exacto y flexible, tenemos un
pensamiento resiliente.
Hay una creencia muy generalizada de que cuantos más problemas tienen una persona, más desdichada es. Pero
siendo buenos observadores, nos damos cuenta de que hay seres que tienen muchos
problemas y graves, más no se derrumban fácilmente, mientras que hay otros
seres que tienen pocos problemas y sin gravedad y, sin embargo, se sienten desdichados y
se desmoronan con facilidad.
Hay que recordar que ha
sido gracias a los problemas el que tengamos un cerebro nuevo y desarrollado.
En nuestro devenir evolutivo fuimos viviendo situaciones difíciles e íbamos
desarrollando estrategias de afrontamiento para salir airosos de todas ellas.
De ahí surgió ese cerebro nuevo, creativo. Por lo tanto, más que quejarnos de
los problemas o las dificultades, deberíamos dar gracias por ellas.
De hecho de los tres
ingredientes principales con los que podemos definir a una persona resiliente,
uno es el de:
1) Inquebrantable capacidad de mejora.
Es imposible el desarrollo personal sin esta actitud de perseverancia,
de búsqueda de la mejora y de afinación en nuestros recursos. La vida en esta
tierra no es sino un camino de aprendizaje temporal. Quien dice que ya ha
aprendido todo en esta vida, ha tirado la toalla, se ha dado por vencido. Sabemos
perfectamente que aquellos individuos que se sienten atraídos, como el niño,
por la curiosidad, por el aprendizaje, por la mejora personal, se mantiene
siempre en mejores condiciones, son más saludables psicológicamente y, por
ende, físicamente. Este aspecto también requiere de un uso de nuestro cerebro
derecho, el que nos aporta creatividad, intuición. El mundo actual nos incita
mucho al uso del cerebro izquierdo, el del lenguaje y la lógica, en detrimento
del cerebro derecho.
Los otros dos son:
Los otros dos son:
2)
Aceptan la realidad tal como es. Aceptar no es lo mismo que
resignarse. Aceptar es saber que a pesar de que la vida a veces se nos presenta
de forma adversa, ello no quiere decir que por ello ya vamos a ser
desgraciados. Una falta de aceptación de la realidad tiene que ver con crearnos
necesidades inadecuadas o falsas expectativas de forma exigente. La vida, a
pesar de no ser como quisiéramos que fuese, nos da más de los que creemos la
mayoría de las veces. De hecho, quienes hacen un buen ejercicio cotidiano de
gratitud por lo que son y por lo que tienen, viven la vida con más intensidad y
ésta les devuelve esa gratitud.
3)
Creen en el sentido de la vida. Cuando
no damos sentido a nuestras vidas, la vida no tiene sentido. Viktor Frankl
en su libro “El hombre en busca de sentido” (la historia en un campo de
concentración) nos habla de una forma muy clara de la importancia de este
ingrediente. Es curioso cómo los sujetos que llevaban una cierta vida
espiritual, eran capaces de sobrellevar mejor el sufrimiento. Este dato ya lo
habían aportado otras investigaciones. También, los sujetos en los campos de
concentración que se centraban en el presente y usaban el humor como medio de
escapar de su desdicha diaria, sobrellevaban mejor la situación. El propio
Viktor Frankl dio sentido a su subsistencia allí tomando nota y estudiando todo
lo que acontecía. Caían víctimas de las influencias degenerantes del campo todos aquellos que carecían de un buen sostén moral y espiritual, nuestra fuerza interior..
Espero haya sido de tu agrado esta lectura y empieces a
trabajar en tu capacidad resiliente. Sé como el bambú que ante los temporales
se dobla y adapta al furioso viento, sin doblegarse, flexibilizándose, adaptándose
al vendaval y volviendo a la posición inicial cuando cesa la tempestad. Si eres
rígido mentalmente, te romperás.
Recuerda que la tempestad dura solo un tiempo.
Un abrazo.
Juan Fernández Quesada