jueves, 8 de septiembre de 2016

ALGUNOS DERECHOS ASERTIVOS (1)



ALGUNOS DERECHOS ASERTIVOS (1)
1) Tenemos derecho a juzgar nuestro propio comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras emociones, y a tomar la responsabilidad de su iniciación y de sus conse­cuen­cias.
2) Tenemos derecho a no dar razones o excusas para jus­tificar nuestro comportamien­to.
3) Tenemos derecho a juzgar si nos incumbe la respon­sabilidad de encontrar soluciones para los problemas de otras personas.
4) Tenemos derecho a cambiar de parecer.
5) Tenemos derecho a cometer errores.
EXPLICACIÓN DE DERECHOS ASERTIVOS
Derecho asertivo I) Tenemos derecho en última instancia a juzgarnos a noso­tros mismos. Cada uno de nosotros tiene derecho a ser su propio juez. De esta forma tomamos sobre nuestros hombros la responsabili­dad de nuestra propia exis­tencia y despojamos de toda responsabilidad a los demás.
Si alguna de las personas con las que nos relacionamos no está con­trolada por alguna norma externa de comportamiento (es independiente), tememos que sus pro­pios objetivos, que su misma felicidad, queden a su propio antojo y esto nos produce inseguridad. Creencia irracional: "Si todo el mundo actúa según sus criterios, esto sería un caos".
Cuando nos sentimos inseguros y preocupados por la falta de pautas en alguna zona particular de comportamiento, llegaremos a inventar­las para volver a sentirnos seguros. Por ejemplo, no hay ninguna ley que controle específicamente la eliminación de las heces fecales de cada individuo. Si un sujeto vacía sus intestinos en plena Gran Vía, tal vez lo arresten por ensuciar la vía pública pero no por su acción espe­cífica de eliminación. Es decir el comportamiento observado está muy reglamentado, todos inventamos normas sobre la marcha, empleando para ello creencias que nos ense­ñaron cuando éramos niños a modo de orientación general. Luego estas normas las em­pleamos manipulativamente con otras personas para controlar su comporta­miento, ali­viando de esta forma nuestros sentimientos de inseguridad. Como medida de autopro­tección la persona no asertiva tratará de manipular psico­lógicamente, con normas y pautas de bondad y maldad, de justicia, de ra­zona­bilidad y de lógica, a los demás, con en fin de controlar un comporta­miento que entra en conflicto con sus deseos, gustos y aversiones persona­les.
En principio toda estructura o juego de normas en toda interac­ción entre dos personas es arbitrario. Por ejemplo, una persona y su socio en un nego­cio pueden decidir que la primera se ocupe del despacho, mientras que el socio trata con el público, pero no es ésta la única manera en que po­drían haber arreglado las cosas, podrían haber compartido la labor de con­tabili­dad, o haber contratado a un contable, etc. Si una mujer se ocupa de los hijos mientras que el marido trabaja, no se trata más que de un arreglo arbitrario, puesto que no hay ninguna ley que diga que la mujer tiene que cuidar los hijos mientras que el marido trabaja (creencia irracional: "Las mujeres tienen que cuidar de los hijos y de la casa, mientras que el marido mantiene la economía). Las alternativas a esta situación podrían ser diversas.
Todas nuestras relaciones con los demás se pueden clasificar en tres tipos de categorías generales:
1) Relaciones comerciales o formales.
2) Relaciones de autoridad.
3) Relaciones de igualdad.
Una determinada interacción se puede clasificar dentro de una cate­goría dependiendo del grado en que dicha interacción esté reglamentada desde el principio, quizás incluso antes de que hayamos conocido a la otra persona. Por ejemplo, todas nuestras interacciones en los tratos comercia­les suelen llevar impuesta una estructu­ra, incluso antes de llevarse a cabo tal inte­racción. Por ejemplo, en la compraventa de mercancías una de las partes suele seleccionar y pagar la mercancía y la otra suele recibir el dinero, entregar la mercancía y responder de la calidad de lo que ha vendi­do. En estas relaciones surgen problemas cuando una de las partes (general­mente, el vendedor) hace entrar en juego una estructura manipulativa externa que no se había convenido de antemano, y que no nos permite ser nuestros propios jueces acerca de lo que haremos. Por ejemplo, si un vendedor vende un ra­diador en malas condiciones, puede alegar: " Nosotros no tenemos nada que ver con la reparación del radiador. Las reparaciones son de la incum­bencia de la tienda de radiadores. Tendrá que ir a ver a esa gente." (Es como si se nos dijese: "¡Tonto de capirote! ¿Es que no sabe dónde tiene que acu­dir en estos casos?".
En el segundo tipo de relaciones, las de autoridad, sólo en parte hay una estructuración de antemano. No todo el comportamiento en esta clase de relación está estructurado de antemano (entre una autoridad y otra per­so­na). Por ejemplo, en la interacción entre un empleado y su jefe, el su­jeto puede saber como tratar al jefe en el trabajo, pero ¿cómo debe obrar fue­ra?, ¿quién paga la bebida en un bar?, ¿quién elige el bar?. Cuando se impone una estructura manipulativa se viola nuestro derecho a juzgar y decidir qué deseamos hacer y qué no deseamos hacer.
Entre hijos y padres, los padres suelen partir desde posiciones de auto­ri­dad, los maestros, las enfermeras, los jueces, los médicos, etc. Y tam­bién vemos que los niños comienzan con las funciones de persona depen­dien­te, aprendiz, paciente, peticionario, etc. Con el paso del tiempo, esta estructura requiere modificación, puesto que el niño se ha hecho mayor y debe tomar decisiones por sí mismo, pero todos hemos experimentado que cuando los papeles entre padres e hijos se hacen más iguales, en los que unos y otros podrían compartir sus sentimientos, sus objetivos y sus pro­blemas, por norma general, esta comunidad no llega a alcanzar este nivel de intimidad que caracterizaría a las relaciones entre iguales. Los padres otorgan libertad a sus hijos pero no abdican en sus funciones iniciales de padre-madre omnisciente, violando el derecho asertivo de sus hijos de ser sus propios jueces. El resultado de esto es la creación de una distancia innecesaria entre padres e hijos.
En estos tipos de relación son muy importantes las estructuras de poder que se generan. Un padre tiene el derecho de pegar a un hijo, según la creencia social general, "para educarle por su bien". Pero mucha gente no se pregunta: ¿Qué pasaría si el niño no tuviese la forma y la fuerza que tiene, y en lugar de eso el padre se encontrase ante un niño con 1,90 mts. de altura y unos músculos formidables?. ¿Ejercería esa potestad sobre el hijo o trataría de llegar a un diálogo?. Son múltiples los casos de jóvenes que siguen recibiendo, por parte de sus padres, bofetones o golpes, y quedándose resentidos por el fenómeno, cuando ellos son tan culpables (si es que se quiere culpabilizar a alguien) como sus progenitores, al no tratar de vencer sus miedos y parar la mano del padre cuando realizan tal acción.
La tercera categoría es la de iguales en la que no existe una es­tructura inicial impuesta de antemano a ninguna de las dos personas que determine su comporta­miento. En este tipo de interacción, toda estructura se va elaborando a medida que la relación progresa, a través de una serie de compromisos en acción. Esos compromisos acordados mutuamente (estructu­ra) son prácticos, posibilitan llevar adelante el nego­cio de la relación sin necesidad de entrar cada día en negociaciones acerca de quién debe hacer qué y cuándo debe hacerlo. Pero no es indispensable que los compromi­sos sean justos para ser útiles. Lo único indispensable es que funcionen, que sean efica­ces. Muchas veces a los ojos de muchos observadores le parecen injustos muchos comporta­mientos de los demás, sin preguntar o saber si a las partes interesadas les va bien.
Ejemplos de relaciones entre iguales son las que se establecen entre amigos, vecinos, condiscípulos, compañeros de trabajo, novios, amantes, miembros adultos de la familia, hermanos y hermanas, etc. Son relaciones en las que gozamos de la máxima libertad para tratar de obtener lo que desea­mos, pero en las que tenemos más probabi­lidades de salir heridos. El ejem­plo más claro es el de los cónyuges en el matrimo­nio. Aquí las dos partes elaboran un mínimo de compromisos viables y que pueden vol­ver a negociarse acerca de su comportamiento mutuo, manteniendo así la estructura de su matrimonio lo bastante flexible, dentro de lo humanamente posible, como para poder enfrentarse con los verdaderos problemas de la vida.
En este tipo de relaciones entre iguales se plantean problemas cuan­do uno de los miembros, o los dos, por inseguridad personal o por ignoran­cia han iniciado la relación con IDEAS PRECONCEBIDAS acerca de cómo deben comportarse los amigos, los compañeros de habitación o los maridos o espo­sas. Estas ideas o normas impuestas por uno de los cónyuges no permiten al otro ser juez de su propio comportamiento en el matrimonio.
La persona insegura tratará de imponer estructuras manipulativas, teniendo muy pocas incógnitas que resolver, pero no permitiendo que cada uno sea él mismo. Por ejemplo, un marido inseguro tratará de imponer una estructura arbitraria a su esposa para contrarrestar su temor a no saber mostrarse a la altura de ella, a no saber reaccionar ante ella. De esta forma es posible que insista en que ella no trabaje fuera de casa, en que se ocupe solamente de los hijos y en que no debe administrar el dinero del matrimonio. Una esposa igualmente insegura, también tratará de imponer una estructura manipulativa para resolver sus propios temores de no ser capaz de enfren­tarse a lo desconocido. Puede tratar al marido como a un chiquillo irresponsable, dejándole libertad en cuanto a su trabajo, pero no confiará en él y tratará de con­tro­larle en los demás aspectos de su vida y de hacer­le sentirse culpable si no acepta sus rígidos métodos.
Cuando hablamos de la arbitrariedad, nos referimos a dejar las cosas definidas de forma ambigua, de tal modo, que de pie a interpretarlo a nuestro antojo. Tal es el lenguaje de las ETIQUETAS, de los CALIFICATIVOS. Este lenguaje no nos dice exactamente que hacemos o dejamos de hacer, por lo que no nos permite mejorar nuestra conducta, y al mismo tiempo merma nuestra autoestima, porque son criterios sobre la globalidad de nuestra persona, y no como es la vida en realidad, en un lugar y en un tiempo determinado, es decir, situacio­nal. Ejemplo, si la mujer le dice al marido: "Porque eres un egoísta, porque solo piensas en ti". En realidad le está diciendo: "Debes anteponer todo lo que yo quiera sobre tus intereses". Con lo cual, si el marido fuese astuto, se daría cuenta de que quién está cayendo en contra­dicción es ella misma, que es la que quiere que su marido esté a su disposición, lo que sí es ser egoísta. Ante estas etiquetas, siempre conviene aclarar con la otra persona que es lo que quiere exactamente, que interpreta por "ser egoísta". Cuando se definen los comportamientos de la etiqueta, la vida se hace directa, cómoda y efectiva, y puede existir negociación.
Existen curiosamente en las relaciones paciente-médico relaciones comerciales y de autoridad. Si la persona (paciente) es capaz de meterse con su médico en su rol desde un punto de vista comercial, como que es su mecánico, podrá exigir que le clarifique en cuanto la medicación recetada, el tratamiento poste­rior, las posibles complicaciones, los honorarios, etc. Pero al llevar añadida, normalmente una relación de autoridad (padre), el cliente o paciente no se atreve a preguntar al médico estas múltiples cosas. Creencia irracional: ."Tú como paciente o enfermo tienes que hacer lo que yo te diga"Otra creencia: "No voy a preguntar al médico porque no le puedo molestar con mis desconocimientos  y además le voy a hacer perder tiempo".
En cualquiera de las tres formas de relación con los demás (comer­cialmente, autoritariamente o en el plano de igualdad) surgen problemas cuando tenemos más de una sola interacción con la misma persona. Por ejem­plo, cuando entramos en relaciones comerciales con un amigo, tanto él como nosotros podemos tropezar con dificultades para impedir que nuestro compor­tamiento comercial interfiera con nuestro comporta­miento de amigos o a la inversa. Nuestro amigo puede manipularnos al tratar de impo­ner maneras de hacer acordadas previamente como amigos, que no tienen nada que ver con nuestros tratos comerciales. Por ejemplo, puede tomar prestado nuestro coche para hacer gestiones comerciales, basándose en que en el pasado so­líamos prestarnos el coche uno a otro, en plan de buena amistad. Creencia irracio­nal: "Si siempre has actuado conmigo de una forma determinada por qué ahora vas a actuar de otra forma".
Los sistemas legales son normas arbitrarias que la sociedad ha adop­tado para prever unas consecuencias negativas para toda clase de comporta­miento que esa socie­dad desea eliminar. Por otro lado los sistemas del bien y del mal se emplean para manipular psicológicamente los sentimien­tos y el comportamiento de la gente. Los códigos legales se han establecido para poner límites al comportamiento y zanjar las disputas entre la gente. Pero a menudo se confunden los sistemas del bien y del mal con los códigos lega­les, incluso así lo hacen los propios jueces. Creencia irracional: "Aunque eso no lo dice la ley, está mal hecho".
Cuando se emplean sistemas basados en los conceptos del bien y del mal, se provocan como consecuencia sentimientos de culpabilidad.

Derecho asertivo II)  No tenemos por qué explicar nuestro comporta­miento a los demás para que éstos decidan si es acertado o erróneo, correc­to o incorrecto. Por supuesto los demás siempre tendrán la opción asertiva de decirnos que no les gusta lo que hacemos. Creencia irracional: "Se es mejor persona si se dice a los demás lo que hacemos y/o pensamos".
Cada vez se da con mayor frecuencia el hecho de dar razones o explica­ciones sobre nuestros comportamientos, sobre nuestras tomas de decisiones. Así, muchos padres se ven obligados a decirles a los niños, por ejemplo, el por qué les castigan, por qué no les dejan salir hasta determinadas horas, etc, etc. Existe la creencia social de que cuantas más razones demos a nuestros hijos, mayor es la comunicación, somos más dialogantes, mejores padres, más razonables, etc. Y esto por experiencia, les demuestra a los padres, que muchas veces, a nivel efectivo y práctico, no les da ningún resultado.
Un día un amigo, Manolo, que tenía una hija de trece años, me decía: "Tuve una discusión con mi hija Susana, porque decía que por qué no la dejaba venir más tarde de las 10, ya que si ellos (los padres) se iban algunas noches a cenar por ahí hasta las tantas, por qué ella no lo podía hacer igual, y que, al mismo tiempo, los padres de su amiga la dejaban hasta más tarde". La traducción de estas palabras en la cabeza del padre habrían sonado así: "No entiendo como tú que te las das de padre progre y de tratar a tus hijos por igual, actúas así. Cuando en realidad eres menos dialogan­te, puesto que a mis amigas las dan más libertad". Es decir, trató de hacerle sentir culpable. Al final la contestación fue: "Cuando seas padre, comerás huevos". Pero no cabe duda que, yo conociendo a mi amigo Manolo, percibí que sí se sintió culpable porque él quiere ser un padre dialo­gante con su hija, y no imponerle las cosas porque sí, sino por alguna razón, y de esa forma demostrar a su hija que la trataba en condiciones de igualdad y no de autoridad, pero la comunicación directa podía haber sido (que así lo sentía): "No tengo intenciones de que mientras tú estás por ahí por la noche, estar yo con la preocupación de si te habrá pasado algo o no". Y de esta forma aceptar sus limitaciones, en cuanto a sus miedos personales con todas sus consecuencias. Ahora tiene asumido que no por privar de vez en cuando a su hija de algunas cosas y por dejar de darle explicaciones en algunos momentos es peor padre. Creencia irracional: "Cuantas más explicaciones y más hablemos con nuestros hijos, mejores padres seremos".
Por ejemplo, cuando un dependiente pregunta a un cliente que va a devolver un par de zapatos: "¿Qué defecto encuentra a esos zapatos?", da a entender sin de­cirlo que parece fuera de lo corriente que a alguien puedan no gustarle los zapatos en cuestión. De esta forma el dependiente formula el juicio de que el cliente debe tener una razón para rechazar los zapatos que resulte convincente para él (creencia irracional). Si el cliente deja que el depen­diente decida que debe haber alguna razón para que no le gusten los zapa­tos, se sentirá ignorante. Al sentirse ignorante, el cliente probable­mente se cree­rá obligado a explicar por qué no le gustan los zapatos. Y si expone sus razones, el cliente autoriza al dependiente a darle razones igualmente válidas por las que deberían gustarle. Según cuál de los dos acierte o tenga la habilidad de dar más razones, hay probabilidades de que el cliente se quede con los zapatos que no le gustan, como indica el siguiente diálo­go:
DEPENDIENTE: ¿Por qué no le gustan estos zapatos?.
CLIENTE: No me gusta ese tono gris.
DEPENDIENTE: ¡No diga! ¡Si es el color que hace más juego con el tono del vestido que lleva!
CLIENTE: No, pero me están demasiado holgados y la tira del talón se baja continuamente.
DEPENDIENTE: Eso se lo arreglamos buscándole uno más a su medida.
CLIENTE: Pero mire es que además me aprietan en la puntera.
DEPENDIENTE: ¡No se preocupe! ¡No hay problema! Se lo ensanchamos en el acto.

Derecho asertivo III) Por más que podamos desear el bien para otros, no está en nuestras manos crear estabilidad mental, bienestar o felicidad para los demás. Podemos complacer a alguien temporalmente haciendo lo que él o ella desea, pero esa persona deberá cargar sobre sus propios hombros todo el esfuerzo, el sudor, el dolor y el miedo al fracaso necesarios para ordenar su propia existencia con miras a la salud y la felicidad.
Tenemos la creencia infantil de que existen ciertos deberes con respecto a algunas cosas e instituciones más grandes que nosotros, creadas por grupos de otras personas para dirigir la tarea de vivir. Y debemos de sacrificar nuestros propios valores para impedir que esos sistemas se de­sintegren. Si en nuestras relaciones con esos sistemas se plantean proble­mas, esos problemas serán nuestros y de ningún modo imputables a los siste­mas. Por ejemplo, en los matrimonios puede darse la manipula­ción, por parte de uno de los cónyuges, de hacer sentirse culpable al otro con la ame­naza de que se puede romper la institución familiar si se mantiene en sus comporta­mientos.
En las relaciones comerciales los dependientes pueden a menudo tra­tar de conseguir que un cliente renuncie a sus quejas sobre una mercan­cía defectuo­sa, di­ciéndole: "Hay mucha gente que espera ser atendida, por favor deje paso a los demás". De esta forma genera en el cliente un sentimiento de culpabili­dad de ser el responsa­ble de la espera de los demás clientes.

Derecho asertivo IV) Nuestros intereses se modifican con el paso del tiempo y según las condiciones particulares del momento. Y por lo tanto, debemos aceptar la posibilidad de que cambiar de parecer, de opinión o de criterio es algo saludable y normal. El problema es que cuando cambiamos de parecer otras personas se pueden opo­ner a tal cambio mediante una manipula­ción basada en las creencias infantiles que nos han inducido: "No debes cambiar de parecer una vez que te has comprometido. Si cam­bias de parecer hay algo que no marcha como debiera. Debes justificar tu nueva opi­nión o reconocer que estabas en un error. Si te equivocas una vez, demuestras que eres un irresponsable y que es probable que vuelvas a equivocarte y plan­tees proble­mas. Por consiguiente, no eres capaz de tomar decisiones por ti mismo".

Derecho asertivo V): "Quién esté libre de pecado que arroje la pri­mera pie­dra". De está forma Jesús manifestó que no somos perfectos, equivo­carnos forma parte de la condición humana. No obstante podemos ser manipu­lados por otras personas si no reconocemos que los errores son simplemente eso, errores. Tenemos la creencia de que puesto que los errores son "malas ac­ciones", hay que repararlos, y que para reparar­los hay que ejecutar de algún modo "buenas acciones"La creencia infantil es: "No debes cometer errores: Los errores son malas acciones y causan problemas a otros. Si cometes errores, debes sentirte culpable. Es probable que cometas más erro­res y cau­ses más problemas, y por consiguiente no puedes reaccionar como se debe ni tomar las decisiones apropiadas. Otras personas deben regular tu compor­tamiento y decidir por ti, para que no sigas planteando problemas, de este modo repararás el mal que les causaste". La persona no asertiva que es manipula­da, es probable que desarrolle cual­quiera de los siguientes compor­tamien­tos: 1) Niegue su error. 2) Exponga las razones de su error. 3) Trate de quitar importancia al error. 4) Se excuse por haber cometido un error. 5) Derive el error hacia otra fuente (diga que no ha sido él si no otra persona la motivadora). 6) Se sienta culpable por el error y se minusvalore por ello.
En estas situaciones la persona suele mostrar sentimientos de culpa­bilidad, ansiedad o ignorancia.

CONTINUAREMOS.....

JUAN FERNÁNDEZ QUESADA

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