Llevaba tiempo planteándome
cuál es el sentido de mi vida, para qué estoy en este mundo (si es que existe
una razón) y no acababa de dar con una respuesta clara. Inquieta, sentí que
debía acudir a mi guía interior, el único maestro que reconozco para mí. Le
busqué en el silencio en el que habita y adoptó la forma de una menuda y
enérgica ancianita japonesa, que me dijo (en versión traducida):
“¿No
te estarás complicando más de la cuenta? Si la Vida desea algo de ti, te
enviará mensajes para que lo reconozcas y te habrá dado los medios para llevar
a cabo tu misión, tu “ikigai”.
¿Para
qué crees que has recibido una sensibilidad diferente a la de otros, una
formación de lujo, facilidad para expresarte por escrito, multitud de
experiencias y te has topado con tantos “maestros” de vida de los que aprender?
¿Por qué piensas tú que te ha surgido la oportunidad de poner tus vivencias a
disposición de distintos grupos de crecimiento? ¿Por qué has sentido el impulso
de escribir artículos de interiorización y por qué algunas personas te los
reclaman o dicen echarlos de menos? ¿Por qué, de vez en cuando, casualmente
cuando te parece que no tienen interés y que no merece la pena publicarlos,
alguien te dice que tus palabras le han sido útiles?
Y,
sin embargo, te resistes a veces y preferirías tener otro “ikigai”. ¿No será
porque te cuesta exponerte a la luz pública y tender tu intimidad al sol? Tú
sabes cuándo finges que no tienes tiempo, pero lo que sucede en realidad es que
te ha dolido que alguno considere tu sentir como materia de tertulia, objeto de
crítica o necesidad de “consejines”. Pero de poco le sirvió a Jonás huir de su misión,
porque la vida hizo que la ballena que le tragó le volviera a dejar en el lugar
de partida, lo quisiera o no. Y no todo son inconvenientes, también tiene sus
ventajas, porque para poder “narrarte” tienes que profundizar en ti hasta alcanzar
ese centro desde el cual puedes expandirte y conectar con otros seres humanos a
un nivel esencial, de alma a alma.
Por
lo demás es fácil, sólo tienes que manifestar lo que te pasa o lo que ves tal y
como lo sientes. Afortunadamente, no te corresponde decir a nadie “lo que tiene
que hacer”, ni servirle de modelo, sólo de espejo, así que no te preocupes de
no ser perfecta. Ni siquiera tienen que valerle a todo el mundo, ni a la
mayoría. Es la Vida quien se sirve de tus escritos y el Espíritu sopla cuándo y
dónde quiere, y como le da la gana, ¿quién eres tú para exigir “resultados” o
para pedir reconocimiento? Con que a una única persona le resuene algo de tu
experiencia y no se sienta sola, ya te
debería merecer la pena el esfuerzo. En cuanto a hacerlo “bien” o “mal”, no se
espera de ti que seas maestra de espiritualidad, ni escritora profesional, así
que lo que sea que hagas, si es de corazón, ya tiene “suficiente” valor.
Tú
sólo ofrécete con sencillez desde tu ser, pero ten en cuenta que no eres un
billete de cien euros, que a todos viene bien. A muchas personas no les vais a
gustar ni tú ni tus escritos, o no los van a entender, o te van a juzgar por
ellos desde la superioridad moral. Tienes que desprenderte de la opinión de los
demás, incluso de la tuya. Si ves la carpeta verde, no digas que es roja para
encajar en el grupo o quedar bien, ni dudes de ti misma, porque estarías
traicionando tu misión.
Cuando la ancianita calló decidí
retomar mis artículos en el blog de Dones y Talentos, sin hacerme tanto de
rogar, pero tampoco tan asiduamente que agobie a nadie… Afortunadamente, otros
compañeros también colaboran y no soy en absoluto necesaria, pero está bien
seguir la llamada de mi ikigai que,
al menos de momento, pasa por participar de esa forma en la vida de la
asociación.
Ana Cristina López Viñuela
Mis aplausos, Ana por lo que escribes, por lo que ERES, porque te expones, porque te manifiestas, porque eres grande, por ser ANA!!!!!! Mi cariño y mi admiración.
ResponderEliminarSuerte que tienes de creer en un ikigai. Yo no tengo.
ResponderEliminarSiempre fuiste muy mística, te lo digo desde el respeto. A mí ya sabes tú qué los místicos me fascinan.
Un besazo, guapa.
Muy en consonancia con tu onda. El tiempo y la vida no son tan cercanos al hombre como al surgimiento.
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