martes, 28 de junio de 2022

JOAN SÁNCHEZ-FORTÚN - EGO

 


El ego es uno de los valores negativos más desestabilizadores en la conducta y relación del ser humano en su quehacer personal y conexión con sus semejantes. 

Ese ego lo desconecta, a quién lo sufre, de la realidad, hecho que le impide verse interiormente: la persona se siente herida por cualquier comentario cuando no le es favorable. Tiende a ser comprendido, antes que comprender. Encontrará justificaciones a sus actos, aunque estén fuera de lugar.  

A su vez, incurre en un alto valor y culto por su persona. Ese ego puede actuar a modo de “sublimar” unos valores de los que, probablemente, carece -ley de las compensaciones-.   

La escucha estará condicionada en función del valor de los comentarios vertidos sobre la propia persona.  Consecuentemente, cuando son negativos, no escucha, no valora, no reacciona, por lo tanto, rechaza toda información con la que no se sienta plenamente identificado, con tal actitud abre la vía a la incomunicación personal y social. 

El orgullo, la soberbia y la vanidad, como hipótesis de trabajo, pueden ser la consecuencia de ese ego desmedido. Esos valores negativos le dificultarán aceptar e introyectar positivamente comentario alguno que no le favorezca. Por lo tanto, la posesión de ese ego desmedido le producirá la asfixia en su proyecto evolutivo, humano y de por vida. La humildad, valor tan necesario en la relación humana, no forma parte de su ADN personal ni evolutivo.  

Tienen dificultad para entablar conversación en la que no exista, previamente, un nexo favorable, con lo cual puede llegar a propiciar cierta tensión. Ese ego lo aleja del trato humano y cercano, pues actúa a modo “rompedor” o insalvable barrera comunicativa: favorece la mentira, miente, a modo de excusa con expresiones; no sé, no recuerdo… para no aceptar actitudes irresponsables, pues sólo me importo “yo”. El pensamiento “único” es otra de las cualidades negativas que acompaña al ego.  

Esos caracteres negativos influenciarán de una manera visible y variable, en función de la intensidad de lo acontecido y del ego que cada ser humano “atesora”.  Sin olvidar ni menospreciar el efecto dominó que todos esos signos negativos ejercerán sobre la persona, a título individual como relacional. 

La persona poseída por el ego podrá aportar sus conocimientos evolutivos a la sociedad, pero, improbablemente, dichos conocimientos se los podrá aportar y aplicar a sí mismo. Esta es la gran diferencia y la consecuencia de ese ego destructivo

Ante una opinión negativa generalizada -cuando generalizamos en un tema concreto-, las personas con un ego acentuado se revelan –no aceptan dicha generalización-, pues se consideran agredidas a pesar de no haber mención explícita respecto a ellos. Este es un valor añadido a tener en cuenta. 

Consecuencias del ego, entre otros valores, desestabilizadores en la relación humana: 

-Alta valoración ¿neurótica? de su persona. 

-Necesidad de ser valorados. 

-Neurótica sensación de valía. 

- ¿Complejos? Ley de las compensaciones, ¿en qué materia o aspectos? 

-Dificultad en aceptar otros pensamientos o planteamientos no favorables. 

-Impositivos en los desacuerdos. 

-Cerrados en su mundo. Propicia un tipo de “autismo” con sus graves consecuencias. 

-Alejados del principio de realidad. Inicio de innumerables conflictos. 

-Dificultad en la comunicación. 

-Dicen no ser escuchados ni comprendidos, cuando este es su conflicto personal a consecuencia de su ego desmedido. 

-La mentira, en una u otra medida, son la consecuencia del ego. La necesitan a modo de auto justificación. 

-Propicia el enfrentamiento. 

-Impide crecer y madurar como ser humano en una amplísima parcela. Recordemos el efecto dominó.  

-Es la antítesis de la evolución, del conocimiento y crecimiento personal. El otro es el que está equivocado. 

-Propicia falta de humildad. No reconocen sus errores. 

-Quien vive en el ego, se asemeja a ese gigante que calza unas botas de barro: cuando llueve; se desmorona. El ego les proporciona una realidad de la que carecen.   

 

El hombre sabio no está dominado por el ego. “No necesita demostrar nada”. Está abierto, incondicionalmente, a todo tipo de comentarios: Es más, los agradece. Tiene la posibilidad de aprender. 

 

El ego puede anidar en la persona inteligente, pero jamás en la persona Sabia

 

 

JOAN SÁNCHEZ-FORTÚN

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