viernes, 14 de octubre de 2022

JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - ¿QUÉ ESPERAN DE MÍ?

 


Esa es una de las frases más recurrentes en la que caemos con excesiva facilidad ya consumida una valorable parte de nuestras vidas. Así justificamos haber hecho aquello que esperaban de nosotros para justificar, de nuevo, el fracaso de una vida en algunos aspectos personales, laborales, sociales…  

Así razonamos y justificamos el hecho de no habernos involucrado responsablemente en dirigir nuestros pasos con autoridad y criterio propio en el inicio de nuestra etapa adulta, cuando la pregunta más coherente debería –deberá- ser, ¿qué espero de mí?  ¿Quiero ser el gestor de mi vida o, por el contrario, convertirme en marioneta o juguete en manos ajenas en función de sus deseos más impositivos que argumentados? 

Esa marioneta es y será la demostración evidente de mi incapacidad por tener criterio propio, de personalidad y de responsabilidad; por dejarme llevar por unos planteamientos cómodos y facilones, pero de funestas consecuencias en cuanto a mí futuro y realización personal; por desidia en adquirir unos valores y compromisos personales; por esperar a que otros solucionen mi vida... En este caso: mi pobre vida exenta de «vida». 

Quién adoptara tal forma de vida se asemejará a ese velero sin patrón: irá adónde le lleve el viento. ¿El viento de la gracia o de la desgracia? Posiblemente, este último será su destino y compañero de más infortunios en el futuro. 

Cuando nuestro proyecto de vida nos defrauda porque en su día decidimos inhibirnos de él, porque otros lo dirigieron o fue lo más simple, dejé que tomaran el rumbo de mi vida. En el presente resulta ser más cómodo responsabilizarles a ellos antes de reconocer nuestra incompetencia, desidia o falta de madurez las que incidieron, negativamente, en nuestra trayectoria personal en sus diversos campos y áreas. Esa madurez es la que nos pondrá, precisamente, en el camino que nos dé/dará respuestas congruentes y lógicas ante el futuro; a tomar decisiones en primera persona; a responsabilizarnos de nuestros actos para conseguir una vida más plena.  

 Esa actitud y forma de reconducir nuestra vida es la que nos dará un carácter, y una personalidad más amplia y rocosa posible ante las diversas dificultades que nos presente-presentará- en el futuro la propia existencia.  Nos convertiremos en administradores y gestores independientes de nuestras vidas y decisiones; daremos una amplia personalidad a nuestra existencia. Evidentemente con sus aciertos y errores, los que convertiremos en puntos de aprendizaje y experiencias enriquecedoras. 

Vivir bajo el influjo de este interrogante ¿qué espero de mí?, empezaremos a «construir responsablemente» nuestro futuro, acertado o no tanto, pero, indudablemente, con criterio y personalidad propia. Evidentemente, debemos estar abiertos a cualquier información externa por si puede aportarnos, positivamente, unas opiniones valorables en beneficio propio. 

Entonces, estaremos más preparados para afrontar las diversas ocasiones conflictivas que nos depare el destino. El interrogante mencionado anteriormente (¿qué espero de mí?) nos abrirá el camino hacia nuestro conocimiento interior -mencionado en tantos escritos -, el que nos proporcionará esa necesaria madurez y equilibrio ante los diversos avatares que nos plantea la vida: nos hará ver en la «oscuridad». 

Resumiendo: Cuando mi existencia la he gestionado en función de lo que espera la sociedad de mí y esa actitud me ha abocado al fracaso, no deberé culparla, pero sí a uno mismo, al no afrontar responsablemente el inicio de mi etapa de adulto. Los posibles fracasos venideros serán su consecuencia.

¿Qué espero de mí? Necesario y profundo interrogante al que deberé darme una explicación congruente y razonada. Tendré la posibilidad de conocerme para descubrir en qué áreas personales tengo más posibilidades de dar lo mejor de mí mismo y de aquellas otras que pueden ser conflictivas para ser superadas. 

Conocimientos de vida y de esperanza

 


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