miércoles, 11 de diciembre de 2019

EL RINCÓN DE INMA: MARINA



Ese domingo, en un intento desesperado por salir de la rutina, se puso la sudadera que Marina le había regalado, si cerraba los ojos aún podía oler su perfume y sentir que todavía estaba allí, podía verla con ella puesta, le encantaba robársela los días fríos de invierno cuando se tapaban con una manta y compartían tardes de pelis y confidencias en el sofá.

Su vaquero desgastado favorito que hacía meses se ajustaba perfectamente a su cuerpo le sobraba, le gritaba que se estaba convirtiendo en una sombra de lo que fue, tras días sin comer y noches de insomnio.

Se ató los cordones de las zapatillas con determinación, esquivó el espejo de la entrada que últimamente le devolvía la imagen de un auténtico desconocido y salió a la calle.

Hacía viento, las hojas se arremolinaban en la acera, iba sin rumbo, la ciudad estaba tranquila, sus pensamientos se iban calmando mientras avanzaba hacia ninguna parte, se colocó los auriculares, sonaba una canción en la radio, era su canción, la de su primer beso, la de las cenas con velas, quizá tanto dolor era el precio por haberla amado intensamente.

Se distraía viendo como las nubes iban deprisa, hacían una forma y desaparecían, luego otra, algunas parecían reírse de su poca capacidad de adaptarse, todo parecía ser pasajero menos su melancolía.

De pronto la vio, a lo lejos, su inconfundible melena, ese vestido vaporoso que tan bien le sentaba, caminaba segura de sí misma, su corazón se aceleró, a la vez que sus pasos… le quedaban tantas cosas por decirle… nadie debería irse sin avisar, dejando un simple post-it en la nevera, pensaba.

La tenía muy cerca, olía su perfume… al girar la esquina alargaría su brazo y la detendría, de pronto, bruscamente… sonó el despertador.

INMA REYERO DE BENITO

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