viernes, 2 de julio de 2021

JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - POR UN MUNDO MEJOR 1ª Parte.

 


¡En cuántas ocasiones decimos que hemos de cambiar el mundo para que éste sea mejor, olvidándonos de lo esencial! Este cambio se inicia cobrando conciencia de la realidad y de nuestras limitaciones evolutivas; observando en qué parcelas debemos superarnos para ser mejores personas, si deseamos conseguir ese mundo mejor. Dónde la bondad prevalezca sobre la "maldad"; la envidia sea desplazada por el espíritu de superación, y el amor compensado y equilibrado inunde nuestras vidas.  

 

 En una reunión se comenta que el mundo debe cambiar a mejor; a continuación sugiero, si tú eres parte de ese mundo que debe mejorar, empieza por dar ejemplo en primera persona: por cambiar tú. Desafortunadamente, a los humanos nos resulta más fácil cambiar el mundo en su totalidad, antes que empezar por uno mismo: por nuestro mundo interior. ¡Así nos va, así nos irá! 

 

Todas esas buenas palabras cargadas de mejores intenciones, no nos harán cambiar el mundo, sino que ese deseado mundo mejor será la consecuencia de que cada uno de nosotros hayamos interiorizado e incorporado en primera persona los valores anteriormente expresados, entre otros, como punto de partida para, ahora sí, de ese modo, iniciar el camino y el proceso que nos aproximará a ese mundo mejor, ineludiblemente, empezando por uno mismo. Porque ese mundo al que aspiramos, más afable, comprensivo y cercano empieza por desarrollar nuestros valores, capacidades humanas y evolutivas en beneficio propio y de la sociedad para lograr alcanzar ese deseado mundo mejor. 

 

Por un mundo mejor: valores referenciales

 

1)   Comprensión 

Este es uno de los valores tan necesarios como imprescindibles para conseguir una excelente harmonía entre la especie humana.  Facilita la comunicación, potencia el afecto y la concordia entre los humanos antes que el enfrentamiento. Quién esté dotado de este valor tiene, ante sí, la oportunidad de vivir una vida más plena, compensada y equilibrada porque, justamente, la incomprensión es la llave y la mano maligna que abre las puertas a una infinidad de conflictos que, al final, acaba afectando a nuestro equilibrio y paz interior -antídoto de eso que llamamos "felicidad"-, cuando con una mínima dosis de comprensión habríamos sido capaces de evitar tantas situaciones conflictivas.  

 

Antes de quejarnos tanto de la incomprensión ajena, cobremos conciencia de la nuestra, para empezar a desarrollar y potenciar la comprensión, valor tan excelsamente positivo para conseguir un mundo mejor, empezando por el propio: esto sí que está a nuestro alcance, antes que intentar cambiar el mundo. 

 

2)   La escucha 

¿Podemos sentir a quién no escuchamos por nuestra desidia o indiferencia? La escucha es la gran facilitadora en la comprensión y la comunicación entre las personas y su problemática: el pueblo que escucha, improbablemente entrará en conflicto. Cuando solamente oye, inicia la senda de los despropósitos.  

 

Desgraciadamente, esto es lo que nos sucede a los humanos, cuando por nuestra inmadurez y la negación en la escucha responsable, convivimos con unas personas a las que conocemos físicamente, pero a las que ignoramos su esencia.  

 

En esta situación, vivimos y compartimos unos espacios con unos "desconocidos" a pesar de llevar los mismos apellidos. Porque los lazos de sangre, como tal, "solamente" aproximan a las personas. La escucha: los unen sólidamente en una escala superior; facilita y potencia el proceso afectivo, aunque no existan esos lazos de sangre. Éstos, ¿de qué sirven, cuando están vacíos de contenido humano, así como de sentimientos, como es la negación en la escucha responsable e integradora? 

 

3)   Sentimiento (sentir es vivir, aunque el cuerpo no tenga tantas energías)

¿Podemos sentir o querer a quién no escuchamos por nuestra indiferencia o despreocupación hacia su persona y problemática? ¿Por qué hablamos con tanta facilidad de amor- como si su pronunciación nos trasportara a una galaxia perfecta- y tan poco de los sentimientos, cuando su demostración los convierte en el sentido y la esencia en nuestra etapa terrenal?  Esta es la gran cuestión, ignorada, que tenemos ante nosotros, los humanos.  

 

 Resulta fácil y hasta cómodo pronunciar la palabra amor y hablar extensamente de este tema, pero ¿por qué nos resulta tan difícil pronunciar la palabra sentimiento, hablar de los sentimientos- o desde el sentimiento- cuando su significado expresa tantas emociones, tanta humanidad y bondad, tanto acercamiento entre las personas en una dimensión más profunda, pero desconocida de quién la ignora? 

 

Sentir o racionalizar, esta puede ser una de las grandes incógnitas que tenemos ante nosotros por resolver. Esta forma de vivir nos demostrará nuestro grado evolutivo. A mayor evolución, la persona tendrá más libertad y capacidad para pensar, sentir, expresarse o de vivir desde el sentimiento sin necesidad de racionalizar -tanto- porque, justamente, la evolución adquirida priorizará la demostración de los sentimientos antes que racionalizar como forma de vida. A más madurez alcanzada, equivale a mayor demostración de los sentimientos: su contrapartida; menos necesidad de racionalizar tanto. Ley de las compensaciones. 

 

Cuando nuestra vida está presidida como actitud imperativa y determinante por el raciocinio, tendemos a "filtrar" aquello que pensamos o hacemos por el temor al error y a sus consecuencias. Consecuentemente, nos convertimos en seres prisioneros del raciocinio, de tal modo, nos condiciona negativamente la capacidad de expresarnos en libertad: los sentimientos permanecen   atrapados, reprimidos y cautivos por el raciocinio.  Éste actúa a modo de mecanismo de defensa ante nuestra inseguridad, temores o miedo al fracaso a consecuencia de nuestro precario grado evolutivo. 

  

¡Cuán fácil nos resulta hablar de amor, pero cuánto nos cuesta pronunciar y vivir bajo el influjo de esa palabra mágica cómo es la de los sentimientos! 

  

Si deseas ser una persona libre y contribuir a ese mundo mejor, este es el camino: conócete, evoluciona y madura como ser humano. 

 

 

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