¡En cuántas ocasiones
decimos que hemos de cambiar el mundo para que éste sea mejor,
olvidándonos de lo esencial! Este cambio se inicia cobrando conciencia de la
realidad y de nuestras limitaciones evolutivas; observando en qué parcelas
debemos superarnos para ser mejores personas, si deseamos conseguir ese mundo mejor.
Dónde la bondad prevalezca sobre la "maldad"; la envidia sea
desplazada por el espíritu de superación, y el amor compensado y
equilibrado inunde nuestras vidas.
En una reunión se
comenta que el mundo debe cambiar a mejor; a continuación sugiero, si tú
eres parte de ese mundo que debe mejorar, empieza por dar ejemplo en
primera persona: por cambiar tú. Desafortunadamente, a los humanos nos resulta
más fácil cambiar el mundo en su totalidad, antes que empezar por uno mismo:
por nuestro mundo interior. ¡Así nos va, así nos irá!
Todas esas buenas
palabras cargadas de mejores intenciones, no nos harán cambiar el mundo, sino
que ese deseado mundo mejor será la consecuencia de que cada uno de nosotros
hayamos interiorizado e incorporado en
primera persona los valores anteriormente expresados, entre otros,
como punto de partida para, ahora sí, de ese modo, iniciar el camino y el
proceso que nos aproximará a ese mundo mejor, ineludiblemente, empezando
por uno mismo. Porque ese mundo al que aspiramos, más afable, comprensivo
y cercano empieza por desarrollar nuestros valores, capacidades humanas y
evolutivas en beneficio propio y de la sociedad para lograr alcanzar ese
deseado mundo mejor.
Por un mundo mejor:
valores referenciales
1) Comprensión
Este es uno de los
valores tan necesarios como imprescindibles para conseguir una excelente
harmonía entre la especie humana. Facilita la comunicación, potencia
el afecto y la concordia entre los humanos antes que el enfrentamiento.
Quién esté dotado de este valor tiene, ante sí, la oportunidad de vivir una
vida más plena, compensada y equilibrada porque, justamente, la incomprensión
es la llave y la mano maligna que abre las puertas a una infinidad de
conflictos que, al final, acaba afectando a nuestro equilibrio y paz interior
-antídoto de eso que llamamos "felicidad"-, cuando con una mínima
dosis de comprensión habríamos sido capaces de evitar tantas situaciones
conflictivas.
Antes de quejarnos tanto
de la incomprensión ajena, cobremos conciencia de la nuestra, para empezar a
desarrollar y potenciar la comprensión, valor tan excelsamente positivo
para conseguir un mundo mejor, empezando por el propio: esto sí que está a
nuestro alcance, antes que intentar cambiar el mundo.
2) La escucha
¿Podemos sentir a quién
no escuchamos por nuestra desidia o indiferencia? La escucha es la gran
facilitadora en la comprensión y la comunicación entre las personas y su
problemática: el pueblo que escucha, improbablemente entrará en conflicto.
Cuando solamente oye, inicia la senda de los despropósitos.
Desgraciadamente, esto
es lo que nos sucede a los humanos, cuando por nuestra inmadurez y la negación
en la escucha responsable, convivimos con unas personas a las que conocemos
físicamente, pero a las que ignoramos su esencia.
En esta situación,
vivimos y compartimos unos espacios con unos "desconocidos" a pesar
de llevar los mismos apellidos. Porque los lazos de sangre, como tal,
"solamente" aproximan a las personas. La escucha: los unen
sólidamente en una escala superior; facilita y potencia
el proceso afectivo, aunque no existan esos lazos de sangre. Éstos, ¿de
qué sirven, cuando están vacíos de contenido humano, así como de sentimientos,
como es la negación en la escucha responsable e integradora?
3) Sentimiento (sentir es vivir, aunque el cuerpo no
tenga tantas energías)
¿Podemos sentir o querer
a quién no escuchamos por nuestra indiferencia o despreocupación hacia su
persona y problemática? ¿Por qué hablamos con tanta facilidad de amor-
como si su pronunciación nos trasportara a una galaxia perfecta- y tan poco de
los sentimientos, cuando su demostración los convierte en el sentido y la
esencia en nuestra etapa terrenal? Esta es la gran cuestión,
ignorada, que tenemos ante nosotros, los humanos.
Resulta fácil y
hasta cómodo pronunciar la palabra amor y hablar extensamente de este tema,
pero ¿por qué nos resulta tan difícil pronunciar la palabra sentimiento, hablar
de los sentimientos- o desde el sentimiento- cuando su significado expresa
tantas emociones, tanta humanidad y bondad, tanto acercamiento entre las
personas en una dimensión más profunda, pero desconocida de quién la
ignora?
Sentir o racionalizar,
esta puede ser una de las grandes incógnitas que tenemos ante nosotros por
resolver. Esta forma de vivir nos demostrará nuestro grado evolutivo. A mayor
evolución, la persona tendrá más libertad y capacidad para pensar, sentir,
expresarse o de vivir desde el sentimiento sin necesidad de racionalizar
-tanto- porque, justamente, la evolución adquirida priorizará la demostración
de los sentimientos antes que racionalizar como forma de vida. A más madurez
alcanzada, equivale a mayor demostración de los sentimientos: su
contrapartida; menos necesidad de racionalizar tanto. Ley de las compensaciones.
Cuando nuestra vida está
presidida como actitud imperativa y determinante por el raciocinio,
tendemos a "filtrar" aquello que pensamos o hacemos por el temor
al error y a sus consecuencias. Consecuentemente, nos convertimos en seres prisioneros del
raciocinio, de tal modo, nos condiciona negativamente la capacidad de
expresarnos en libertad: los sentimientos
permanecen atrapados, reprimidos y cautivos por el
raciocinio. Éste actúa a modo de mecanismo de defensa ante nuestra
inseguridad, temores o miedo al fracaso a consecuencia de nuestro precario
grado evolutivo.
¡Cuán fácil nos resulta hablar de amor, pero cuánto nos cuesta
pronunciar y vivir bajo el influjo de esa palabra mágica cómo es la de los
sentimientos!
Si deseas ser una persona libre y contribuir a ese mundo mejor, este es el
camino: conócete, evoluciona y madura como ser humano.
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