martes, 27 de julio de 2021

EL RINCÓN DE INMA – JUEGO DE NIÑOS

 


Infancia y charcos es una de las combinaciones más felices que se me ocurren.

Como la realidad es neutra dos pequeños charcos en una cancha de baloncesto se convirtieron en los protagonistas de una escena en la que, dependiendo del observador, jugaron un papel diferente.

Por un lado, estaba yo, sentada en un banco. No me hubiera percatado de su existencia si no aparece un niño que atesoraba tan poca edad que apenas mantenía el equilibrio. Se mostraba mitad inexperto, mitad emocionado, deseando estar en varios lados a la vez para no perderse nada.  Centró toda su atención, en décimas de segundo, en su charco, un charco que se convirtió en todo su mundo.

Tiró del brazo de su madre para conseguir su objetivo, meterse dentro y formar parte de él. Se le veía entusiasmado, inmerso en una danza que ambos bailaban a la perfección. Ahí su madre descubrió el charco y no estaba dispuesta a compartir tanta felicidad - ¡No!, ¡No!, ¡No saltes! Que te mojas, que te manchas, que no llegamos a casa, venga a la silla. ¡Vamos! ¡Vamos! - Gritaba mientras le zarandeaba. El niño salió trastabillado y cayó en plancha en otro charco que había al lado. La música en ese escenario que él no había elegido era diferente. De salpicarse un poco pasó a calarse entero, llorar asustado y hacerse daño en una rodilla.

Esta situación me llevó a establecer un paralelismo con los retos que nos plantea la vida.

El charco está ahí y podemos ignorarlo, ahogarnos en él, saltar mientras nos empapa. Podemos caminar por él con paso firme sabiendo que al otro lado nos espera la orilla, tratar de esquivarlo o resistirnos.

Podemos tomar nuestras propias decisiones o dejarnos llevar por las que nos impongan los demás. Nos puede recordar que hace mucho que no somos espontáneos y nos mojamos, también puede divertirnos o enseñarnos una lección.

¿Cuáles son tus charcos en la vida? ¿Cómo te posicionas ante ellos?

En cualquier caso, un charco nos puede condicionar, pero nuestra actitud será determinante.

 

INMA REYERO DE BENITO

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