jueves, 22 de julio de 2021

JOAN SÁNCHEZ FORTÚN - POR UN MUNDO MEJOR 3ª Parte

 


7- Cultivar la tolerancia        

La práctica de la tolerancia es uno de los valores que más potenciará y contribuirá a ese mundo mejor. La tolerancia; une: la intolerancia; rompe y destruye la relación y la concordia entre los humanos. En la simpleza de estas palabras queda reflejada su grandeza. La grandeza de quién de este valor hace su forma y el sentido de su vida. Una vida, al servicio de la convivencia y de ese deseado mundo mejor. 

 

Cultivar y practicar  la tolerancia implica, entre otras actitudes: ceder responsablemente para evitar enfrentamientos innecesarios; nos ayuda a entender para  comprender y transigir-aceptar-; propicia y facilita  la práctica de pequeños "sacrificios" por una mejor y más plena convivencia; no ponernos tanto en primera persona, evitando exclamaciones como esta: por qué me ha pasado a mí, y no a otro, ante una situación adversa, como tampoco debemos magnificar hechos intrascendentes, sino todo lo contrario. En contrapartida a lo expuesto, también podríamos decir: ¿por qué las cosas positivas me pasan a mí, y no a otros seres humanos con tantas necesidades a cubrir?   

 

Tolerar y aceptar las situaciones dónde no resultamos favorecidos. Tolerar actitudes y opiniones discordantes, como en aquellas situaciones en las que por uno u otro motivo estamos en desacuerdo, siempre y cuando no afecten a nuestros valores y dignidad personal. Éstos deben ser defendidos empleando palabras y reflexiones respetuosas, fundamentadas desde el debido respeto ajeno y por lo ajeno. 

 

Al poner en práctica cada uno de estos apartados, entre otros razonamientos, favoreceremos un mejor entendimiento en la relación humana; eliminaremos situaciones conflictivas que, de no estar presididas por la tolerancia, sin duda alguna, aflorarán. 

 

8- Reconocer los errores          

Con esta humana y humilde acritud crearemos y favoreceremos la tan necesaria cercanía entre las personas de nuestro entorno. Contribuiremos a rebajar la tensión, al tiempo que estableceremos una comunicación más sólida y profunda. Quién reconoce sus errores, se ha ganado un lugar de privilegio en la sociedad: requiere de un valorable grado de humanidad y de humildad. Dos grandes valores y virtudes que distinguen, en gran manera, a su poseedor. 

 

Lo siento, me he equivocado, lo reconozco, expresado desde el sentimiento -no es necesario pedir *perdón-, con estas simples y sencillas palabras, pero mágicas, cargadas de humanidad, ¡cuántos problemas evitaríamos en el trascurso de nuestra existenciaantes que empecinarnos en culpar al prójimo o cargarnos de unas razones que no nos pertenecen, creando crispación y desasosiego con las personas con las que nos relacionamos!  ¿De qué nos sirve la soberbia y el orgullo -grandes enemigos de la concordia humana- cuándo son el origen de tantos problemas sociales al negarnos a reconocer nuestra realidad, cómo es el reconocimiento de nuestros errores con la debida restitución? 

 

No debemos quedarnos en el reconocimiento de nuestros errores, siendo este un valor destacable, sino que debe de ser el inicio para cambiar en aquellos aspectos negativos susceptibles de ser mejorados, los que tanto malestar producen en las personas de nuestro entorno: justamente, a las que decimos querer. 

  

Necesitaremos de una apreciable dosis de humildad en el reconocimiento de nuestros actos inadecuados para erradicarlos, desprovista del orgullo y de la soberbia, antes mencionados, siendo éstos tan nefastos para conseguir la armonía entre los humanos. Esta humildad nos ayudará, grandemente, a cobrar conciencia de nuestra realidad -principio de realidad- para, de tal manera, iniciar nuestro proceso evolutivo, el que tanta paz y bienestar nos proporcionará: para contribuir a ese mundo mejor. 

 

Quién reconoce sus errores o actos inadecuados, solicita disculpas y restituye lo necesario, contribuye grandemente a una mejor convivencia para conseguir ese deseado mundo mejor. ¡Quién de tal modo proceda, bienvenido sea a la sociedad! 

 

*PerdónEsta palabra o expresión, de por sí, puede llegar a estar "vacía" de sentido o de contenido humano cuando es expresada a modo de disculpa sin más, pero vacía de sentimiento. No es así, cuando las disculpas solicitadas provienen desde nuestro interior como un sentimiento supremo en la relación humana. Bajo este prisma, la palabra perdón reconocida socialmente, deja de tener un sentido más profundo y pasa a ser una expresión a modo de "cortesía". 

Un abracín.

Joan.

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