Un
paseo en solitario es una oportunidad para recibir estímulos que nos pueden
relajar o inspirar, y como consecuencia para hacer balance de este tiempo
Navideño.
Así
afloran las ideas desordenadas, se interrelacionan entre sí, y luchan por aparecer
metódicamente.
Lentamente ha pasado por mi recuerdo, una especie de película de algunos
momentos navideños vividos. Atrás queda la inocencia de la creencia en los
Reyes Magos con sus humildes regalos, que llegaban con la mayor expectación a
mi vida.
Vienen a mi
mente escenas como la de mi abuela materna, dando golpes en la mesa de la
cocina con el gancho de la lumbre, simulando las 12 campanadas (la televisión
no había hecho aparición en casa), aquellas sopas de ajo o el chocolate que con
tanto esmero hacía.
Agradezco
tenerla en aquel momento, con aquella iniciativa, estando mi madre ingresada en
el hospital.
Cómo
olvidar la sensación de alegría con la que colocó aquel parchís con cuerpo de
cristal, en el poyete de la ventana, el cual acabó hecho añicos.
Ella me
animaba a limpiar los zapatos, y a sacarles un brillo inaudito (cosa que ella
hacía habitualmente), pero aquella noche me tocaba a mi dedicarme por
entero a la consecución de pulcritud y un brillo increíble.
O aquella
Navidad, en la que mi madre solo existía en nuestros corazones, mi familia
decidió no venir a pasar estas fechas con nosotros. ¿Por qué juzgarles? Estoy
aprendiendo a no hacerlo. Cada uno tiene sus argumentos. Para ciertas personas
aceptar desgracias resulta una meta insalvable. Otro aprendizaje para mí
añadido.
Ahora
reconozco que en aquellas melancólicas Fiestas Navideñas, me encontré a mi
misma. Había preparado un menú un poquito especial, mi padre al no venir el
resto de la familia, decidió cenar un plato exprés y se acostó. Aquella noche
no estaba sola, pero me sentí muy sola. Hoy analizando el hecho, reconozco que
en la misma situación tendría coraje y valor para saber que siempre me tengo a
mi misma.
Existe en la actualidad una felicidad en cierto modo encubierta, disfrazada, no
genuina como la de antaño, sin intentar generalizar, desde el momento en el que
buscamos la dicha en el exterior: objetos, personas, acontecimientos, ...y no
pensamos, en que brote desde nuestro niño interior.
Me gustaría
fluir, brindar por la FELICIDAD, que cuando no se busca, aparece.
La
siguiente frase, figuraba en una marquesina, y me la envió un amigo: "SOLO
UN NACIMIENTO HA CAMBIADO EL RUMBO DE LA HISTORIA. Y NO ES EL TUYO".
ANA ROSA GUTIÉRREZ ÁLVAREZ