sábado, 28 de diciembre de 2024

MÁS PACIENCIA QUE EL SANTO JOB

 


El Santo Job es un personaje bíblico archiconocido por su enorme paciencia. Es considerado uno de los patriarcas de Israel en los tiempos anteriores a Jesucristo. Nació en la región de Hus, al sudeste de Palestina. Era un hombre pudiente y muy respetado por sus vecinos. En su haber contaba con una cantidad inmensa de piezas de ganado. Además, Dios le había bendecido con diez hijos, siete varones y tres mujeres.

En una ocasión, Dios celebró frente a sus ángeles la bondad y la fe de Job, quien a menudo hacía sacrificios para pedir perdón por los probables pecados de sus muchos hijos: “¡Quien sabe si alguno de mis hijos haya disgustado al Señor con algún pecado!”. Al oír esto, Satanás (o algún mal pensado) trató de desmerecer la fe de Job y la achacó a la vida próspera que Dios le había proporcionado. Por eso, Satanás le propuso a Dios que pusiera a prueba la fe de Job quitándole todo lo que tenía. Dios accedió. Bueno, seguro que Dios no accedió a nada, sino que este señor mal pensado, quizás por envidia, quiso quitar todo a Job y fastidiarle.

Días después, un mensajero llegó a Job para decirle que unos ladrones habían matado a sus trabajadores y robado sus bueyes. Luego llegó otro para informarle de que un rayo había matado a todas sus ovejas y a varios pastores. Un tercer mensajero le dijo que los enemigos del país vecino habían matado a los arrieros y que habían robado los camellos. Y finalmente, un cuarto mensajero le dijo que sus siete hijos y sus tres hijas también habían muerto cuando el techo de la casa donde estaban almorzando se derrumbó.

Sin embargo, y a pesar de todas estas desgracias, Job no culpó a Dios en ningún momento. En lugar de eso, se rapó la cabeza en señal de duelo y dijo: "Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea Dios". Dios valoró el buen talante de Job, y cuando volvió a reunirse con sus ángeles en el cielo, les dijo: “¿Os habéis en mi amigo Job? No hay ninguno tan santo como él en la Tierra".

No obstante, Satanás (bueno, el mal pensado) seguía sin estar impresionado. De hecho, volvió a achacar la fe de Job a sus privilegios. Concretamente, a su buena salud. Así que desafió a Dios y este aceptó (Dios no acepta maltratar a nadie, el mal pensado sí). Poco tiempo después, Job desarrolló una terrible enfermedad cutánea. Pero Job no culpó a Dios: “Si aceptamos de Dios los bienes, ¿por qué no vamos a aceptar los males que Él permita que nos sucedan?”.

Al saber de sus horribles infortunios, tres amigos viajaron para encontrarse con Job. Y estando ya con él, formularon diferentes teorías que podrían explicar por qué se habían acumulado de golpe tantas desgracias en la vida del paciente Job. La conclusión final y en la que los tres amigos estuvieron de acuerdo es que probablemente había sido muy pecador… y que por eso Dios le estaba castigando (Dios no castiga a nadie, pero puestos a elucubrar…).

Job negó aquella explicación. Había hecho todo lo posible por complacer a Dios y por comportarse con rectitud durante toda su vida. Sin embargo, en un momento de emoción, Job llegó a cuestionar a Dios, diciéndole que él no merecía un sufrimiento tan grande. En ese momento Dios interviene y le contesta “¿Quién es este que se atreve a discutirme?”. (Dios permite que discutamos con él, nos ha dado libre albedrío para ello).

Job se da cuenta de su error y retira sus palabras diciendo: “Señor: me he puesto a hablar lo que no debía decir. Retracto mis palabras. Me arrepiento de lo que he dicho al protestar. Te pido perdón humildemente, mi Señor”. Aceptó sus disculpas y después se dirigió a sus tres amigos, a quienes les dijo: “Ofrézcanme un sacrificio para pedirme perdón por lo que dijeron contra mi amigo Job. Y por las oraciones de él, yo los perdono”. (Dios perdona siempre y no necesita sacrificios para dar lo mejor a Su Hijo).

Después de aquel episodio, Dios bendijo de nuevo a Job, concediéndole el doble de ganado y el doble de riquezas, devolviéndole su salud y curándole de su enfermedad. (Seguro que el santo Job era un hombre resiliente y perseverante y no se le ponía nada por medio). Además, le concedió una larga vida (llegó a vivir 140 años), teniendo la oportunidad de volver a construir una nueva familia con una nueva esposa y con otros muchos hijos y nietos. Según narra la Biblia, el Santo Job murió feliz en la senectud, satisfecho con la vida que había llevado.

JUAN FERNÁNDEZ

martes, 9 de abril de 2024

REFLEXIONES AL HILO DE MIS PASOS - SALUDO AL SOL

 


La naturaleza aclama al sol naciente en esta luminosa mañana de otoño: las vacas mugen el om con sus profundas voces, los perros entonan mantras entrecortados en forma de ladridos y las gargantas afónicas de los gallos invocan a Atón. A su llamado, el gran disco de fuego asciende por el firmamento, regalando su aliento energético a todos los seres que comparten una misma tierra sagrada, regada por el agua bendecida, aireada por el viento divino y bajo el mismo sol, que ahora florece en el raso azul del cielo, sin que las canas esponjosas de algunas nubes repeinadas alcancen a ocultarlo.

Los peregrinos saludan con una sonrisa a los caminantes que avanzan en dirección contraria, como se encuentran en el Nilo las falucas arrastradas por la corriente río abajo y las que ascienden su curso movidas por la brisa que viene del Gran Verde, que hincha sus velas blancas. Las pisadas levantan olas en una corriente de hojas caídas, húmedas de rocío. Su sonido se va extinguiendo hacia la orilla, pero el oleaje continuo interpreta una sinfonía oceánica, mientras el bastón se hunde como un remo en un silencio abisal. El corazón recita calladamente un haiku: Amarillean / las hojas del otoño / entre suspiros.

Mis sentidos se regocijan maravillados. Tal vez mañana no exista, pero hoy está aquí, a mi disposición, apetitoso como pan tierno recién horneado. Quiero morder el día como fruta madura, degustarlo con fruición y cuidado, sin que siquiera una gota de jugo caiga por mi barbilla y se derrame en el suelo.

Ana Cristina López Viñuela

viernes, 8 de marzo de 2024

Más allá del yo. La importancia de la autotrascendencia. (Artículo de Mª Teresa Lemus de Vanek)

 


En un mundo cada vez más marcado por el individualismo, donde la confianza en los demás va disminuyendo y el egoísmo crece, se vuelve común experimentar un vacío difícil de explicar. Un vacío como resultado de una vida centrada en el yo, donde la búsqueda de satisfacción personal y material se convierte en nuestro principal objetivo pero que paradójicamente, nos va dejando insatisfechos y con el anhelo de algo más profundo y significativo.

Viktor Frankl nos ofreció una poderosa alternativa a este dilema, planteando que «El hombre no se realiza en plenitud excepto cuando se trasciende a sí mismo». Esta idea de autotrascendencia implica mirar más allá de nuestro interés personal para encontrar significado en la conexión con los demás, en la contribución a algo más grande que nosotros mismos y en la dedicación a causas que van más allá de nuestra existencia individual.

Nuestra sociedad promueve el éxito personal, la acumulación de bienes y la autosuficiencia como las mayores virtudes, lo que puede llevarnos a un estado de aislamiento y desconexión, no solo de los demás sino también de un propósito más grande que guíe nuestras vidas.

Para Frankl, el verdadero significado se encuentra no en el éxito personal o en la gratificación inmediata, sino en la autotrascendencia. La esencia de una vida plena y significativa está en la capacidad de mirar más allá de uno mismo; esto puede manifestarse en el amor hacia otra persona, en la realización de una tarea llena de sentido, en el compromiso con una causa noble o en la capacidad de enfrentar el sufrimiento con dignidad y propósito.

Los siguientes puntos te pueden dar ideas para conectar con la autotrascendencia:

Enfócate en los demás: Comienza por pequeños actos de bondad y consideración hacia las personas que te rodean. Escucha activamente, muestra empatía y ofrece tu ayuda sin esperar nada a cambio.

Encuentra una causa que te apasione: Dedica parte de tu tiempo y energía a una causa que mejore la vida de otros. Ya sea a través del voluntariado, activismo o simplemente promoviendo cambios positivos en tu comunidad, encontrarás un profundo sentido de propósito.

Practica la gratitud: Reflexiona sobre las cosas por las que estás agradecido cada día. La gratitud nos ayuda a salir de nosotros mismos, apreciar lo que recibimos y reconocer la interconexión con el mundo que nos rodea.

Desarrolla la espiritualidad: Independientemente de tus creencias religiosas, cultivar una práctica espiritual puede ayudarte a conectar con un sentido de propósito más grande. La meditación, la oración, el silencio consciente, la contemplación o simplemente pasar tiempo en la naturaleza pueden ser formas poderosas de nutrir tu espíritu.

Cultiva relaciones significativas: Dedica tiempo y esfuerzo a construir relaciones profundas y auténticas. En un mundo donde las conexiones superficiales son la norma, las relaciones significativas pueden ser una fuente de gran satisfacción y sentido.

Al vivir una vida orientada hacia la autotrascendencia, no solo combatimos el vacío del individualismo moderno, sino que también encontramos un camino hacia una existencia más plena, rica y significativa. Como Viktor Frankl nos mostró, al trascender nuestro propio interés y conectar con algo más grande, descubrimos la verdadera esencia de lo que significa ser humano.

 

Artículo publicado en Logoforo el 07/03/2004: https://logoforo.com/mas-alla-del-yo-la-importancia-de-la-autotrascendencia/