Cuando el río suena, agua lleva, y si de forma recurrente te dicen que eres una perfeccionista, algo de verdad habrá en ello. Lo cierto es que me gusta tener todo controlado, especialmente en el trabajo, y que hay determinadas actitudes y situaciones que me irritan profundamente.
Suelo decir que en mi mente
hay solo dos mandos: “ON” y “OFF”, encendido y apagado, de forma que o me
encargo de un tema o me desentiendo. Llega al punto de que como copiloto, para
desesperación de algunos conductores, actúo como un GPS: si estoy en
funcionamiento, en cada cruce iré cantando lo que hay que hacer, aunque parezca
obvio, porque prefiero pecar de pesada y repetitiva a que por mi culpa nos
desviemos del camino. Pero si estoy en modo “descanso”, que nadie espere que le
indique en el crítico momento hacia dónde hay que ir. No porque esté ofendida y
me niegue, sino porque no estaré atenta y no sabré la respuesta.
En cambio, mi maquinaria
mental carece del botón “UFF”, que funciona como un intermedio entre los otros
dos, de manera que uno sabe que tiene que ocuparse de algo pero se hace el loco,
de forma que sale tarde y mal, por lo que al final le toca a otro arreglar el
desaguisado, aprisa y corriendo, para salvar la situación en el último instante.
Y cuando esa misión redentora recae en mí, me fastidia una
barbaridad.
Si se me encomienda una tarea
intento responsabilizarme de ella por completo, de principio a fin. Lo que
implica que si veo que no me va a dar tiempo o no sé por dónde tirar, debo
informar de ello y pedir indicaciones. Por eso no logro comprender a los que esperan
al momento de rendir cuentas para echarse las manos a la cabeza, poner cara de
“yo no fui” y accionar el aspersor de
culpas y disculpas, esparciendo la responsabilidad a su alrededor.
¿Pero cómo actuar para que no
me alteren esas situaciones?
Me he dado cuenta de que si
pierdo de vista el fin último de la actividad que realizo, ésta deja de tener
sentido, porque me han educado en el lema “para servir, servir” y creo que
buena parte de mi aportación a la sociedad reside en el desempeño profesional. Por
esa razón me cuesta obligarme a ignorar que se está dando un mal servicio a los
beneficiarios de la labor que presto, para preocuparme sólo de “no tener yo la
culpa” de la chapuza.
Por eso, cuando he intentado
hacer de “manitas” e instalarme una palanca “UFF” yo misma, como autodefensa,
me he sentido a disgusto, porque mi mecanismo no está adaptado y me resulta
francamente frustrante dedicar la jornada laboral a quejarme de lo muchísimo que
tengo que hacer y a compararme con los demás, en lugar de estar centrada en una
tarea útil.
Pero sobrecargarme, por exceso
de responsabilidad, con funciones que no son las mías y que, por consiguiente,
no estoy en posición de ejercer, no se me reconocerán y tal vez hasta me
generen enemistades con los compañeros, sólo me ha producido resentimiento y amargura.
He acabado comprendiendo (después de darme muchos cabezazos) que no beneficia a
nadie que uno realice las tareas que corresponden a otro (salvo de forma
esporádica y excepcional), incluso aunque los resultados mejoren, porque se está
creando desorden en la organización y descontento entre los miembros del equipo.
Después de darle muchas
vueltas al tema he dado con una solución, que comparto porque tal vez sirva a
otros que se encuentren en una situación parecida, que es clarificar las
funciones que tengo asignadas y centrarme en ellas, pues serán más o menos
visibles o importantes, pero son las mías y siempre representarán alguna utilidad
para el conjunto, aunque sean modestas. Ya que siendo eficaz en mi puesto de
trabajo me siento segura, digna y libre de mantener el “standard de calidad”
que considere apropiado, haciendo caso omiso de los intentos de manipulación,
las presiones interesadas y las críticas maliciosas. Y que cada palo aguante su
vela.
Ana Cristina López Viñuela
En este articulo me he visto reflejado y me parece muy buena la solución.gracias.
ResponderEliminarMuy bueno Ana ,genial !!!.Me alegra saber que por fin has Visto la luz Al final del túnel .Un abrazo 🤗
ResponderEliminarA esa misma conclusión he llegado yo... con los años, ciertamente me satisface encontrarme con el hecho de ver mis propios pensamientos tan bien plasmados por alguien en palabras.
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