El jardín sigue dándome
lecciones de vida, ahora en forma de una inmensa raíz de hiedra centenaria, que
a pesar de las “perrerías” a las que sometemos a la planta desde hace tres
años, eliminando sistemáticamente ramas y hojas para impedirle realizar la
fotosíntesis, sigue fuerte y viva. En ella pensaba tras la conversación con una
amiga, a cuyo dolor por el reciente fallecimiento de su madre se ha unido el de
otros muchos duelos, pospuestos en su día por falta de tiempo y exceso de
obligaciones.
Cuando una persona
ordinariamente resuelta y activa, que se ha hecho cargo de infinidad de
responsabilidades familiares y profesionales, se siente de repente tan sensible
que se derrumba ante cualquier estímulo
y cada recuerdo le genera un mar de llanto, la tentación es pensar de sí misma
que es débil y tonta, y que vale menos que antes. Pero eso es falso. Cuando nos
hacemos una herida hay que dejar correr un poco la sangre limpia antes de que
cierre, para que no se infecte. Las lágrimas son la sangre del alma y hay
que permitirles salir para poder curarse.
Es normal que en esas
circunstancias se te caiga la casa encima y que te sientas incapaz de llevar el
más mínimo peso, y eso no te lo digo yo, lo sabe cualquiera que haya pasado por
lo mismo. Pero cuando le toca a uno, de nada sirve la experiencia de los demás.
Te pueden repetir hasta la saciedad que es una etapa y que se pasará. Que
dentro de un tiempo los mismos recuerdos que ahora te hacen sufrir, sólo serán
fuente de paz y agradecimiento. Intentan darte consuelo y ánimo, pero en lo
más profundo del hoyo, sepultado bajo tanta pesadumbre, no estás receptivo.
No te preocupes, confía, ya lo estarás. Mientras tanto, quédate con el amor
y la cercanía de los que te quieren.
Cuando llega el invierno la
planta envía toda la savia a las raíces, porque no es momento de verdor y
frutos. Cuando llegue la primavera estará de nuevo en condiciones de bombear
vida.
Escucha esa voz que habla en tu interior y te llama a replegarte; cuando
estés listo, esa misma voz te indicará los pasos que debes dar para salir del
ensimismamiento. Y de nuevo harás planes, y te apetecerá salir, ver gente,
emprender actividades. Sigue sólo los consejos que resuenen en tu alma y deja
que sea ella la que marque tus tiempos, porque tu vivencia es única y lo que
sirve para uno, no vale para otro.
En el momento de la poda,
la esperanza de un nuevo resurgir se refugia en la raíz. Cuídala. Aliméntala
con silencio, meditación y ternura. Ten paciencia, date un respiro y acepta
la ayuda que necesites. Ten fe en que, si permites a la naturaleza hacer su
magia, en ese tocón aparentemente seco y mustio, como en el olmo hendido
por el rayo que cantó Antonio Machado, la vida se desplegará de nuevo en
todo su esplendor.
ANA CRISTINA LÓPEZ VIÑUELA
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