lunes, 14 de septiembre de 2020

JOAN SÁNCHEZ-FORTÚN - ¿OÍMOS O ESCUCHAMOS?

 



Con demasiada frecuencia, oímos, pero no escuchamos la palabra ajena. Ante esta situación, podemos comparar el sonido producido por la voz humana a esos otros que nos acompañan en el quehacer a diario.  Entonces, la cavidad de nuestros oídos se asemeja a un objeto metálico: reciben el sonido -la palabra ajena-, éste rebota y no queda absolutamente nada: se produce el vacío afectivo interpersonal y la despreocupación por los problemas de las personas de nuestro medio. En este sentido, cabe preguntarse: ¿vivimos o vegetamos?  ¡No dejemos pasar esta oportunidad de indagar en nuestro interior para darnos, responsablemente, una respuesta!     

 

Retomando el párrafo anterior, podemos deducir que: físicamente, compartimos un espacio, pero carente de sentimiento-porque oímos, pero no escuchamos-; humanamente, se produce un vacío en la relación humana, lo que provoca el desconocimiento y la desafección hacia nuestro semejante. Esta forma de relacionarme, me demuestra mi grado de preocupación por el prójimo, y mi calidad y esencia como ser humano. ¿Puede ser esta la prueba del algodón? ¿Realmente, estoy interesado en averiguarlo? ¡Valorémoslo cómo un punto de reflexión en nuestro proceso evolutivo!

 

Oímos, pero no escuchamos: esta es una de las mayores tragedias y desgracias que le puede ocurrir a la especie humana: a todos nosotros.  Esta actitud potencia nuestro autismo y destruye la excelencia en la relación humana.  Nos aísla e incomunica de nuestros semejantes, al tiempo que dificulta nuestro conocimiento y crecimiento personal. Deberíamos recordar que: interiorizar la palabra ajena, es una de las principales fuentes de aprendizaje en nuestro proceso evolutivo.  

 

Al escuchar con atención el contenido de la palabra ajena, establecemos unos fuertes vínculos afectivos interpersonales. Las personas se sienten escuchadas, valoradas y acogidas por nuestro interés hacia ellas. Por lo tanto, a partir de este interés se establecerán unos vínculos de unión más fuertes y duraderos en el tiempo. 

 

¿Por qué oímos, pero no escuchamos? Entre otros razonamientos: por nuestra incapacidad natural a la escucha responsable; por el desinterés que demostramos hacia las personas y su problemática;  sentirnos  superados  por nuestros problemas o conflictos no resueltos, dificultamos e impedimos  la escucha responsable; ponernos en primera persona interrumpiendo  la palabra ajena para  priorizar la propia, es un signo evidente de menosprecio hacia el sentimiento de las personas,  propicia  la incomunicación y la desafección, hecho que no debemos olvidar.  

 

 El ser humano, es decir, cada uno de nosotros tenemos pendiente una gran tarea como es la de aprender a escuchar para comprender, sentir y apreciar a nuestros semejantes, de lo contrario, viviremos autísticamente cerrados en nuestro mundo, y en nuestra burbuja sin posibilidad de ofrecernos a nosotros mismos un mundo mejor, más comunicativo, más comprensivo y más humano.   

 

¿OÍMOS O ESCUCHAMOS?   

 ¡Esta puede ser una de las cuestiones que tiene ante sí, no solamente la persona como individuo, sino toda la humanidad! 

 

2 comentarios:

  1. Mravilloso artículo, Joan. Gracias por hacernos tomar conciencia de la importancia de la escucha. Un fuerte abrazo.

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  2. Gracias a tí, apreciado Juan.
    Por publicar y dar cabida a los artículos aportados por los componentes de la Asociación.
    Recibe un cálido abrazo,
    Joan

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