La pared en sus diversas
utilidades y funciones nos proporciona cobijo o refugio o, desde otra
perspectiva, puede llegar a ser el punto de desencuentro cuando se
interpone en la comunicación y la relación entre los seres humanos.
Consecuentemente, su efecto negativo quebranta la relación humana, nos
incomunica del mundo externo, con lo cual, incidirá negativamente -con toda
seguridad- en nuestro proceso evolutivo.
Existe la pared física,
como un hecho natural, pero más preocupante resulta ser cuando esa pared la
"construyo simbólicamente" con mi actitud de indiferencia y
despreocupación por el mundo externo; por las personas y sus problemáticas
y por todo aquello que no haga referencia a mí mismo: Así, inicio la
desestructuración de mi persona que me conducirá, probablemente, hacia un tipo
de ensimismamiento, el mismo que condicionará negativamente mi forma de vivir y
de pensar: sólo me importo yo.
¿Por qué buscamos con
tanta insistencia unos oídos que acojan nuestros problemas, pero, a su vez, nos
negamos a prestar los nuestros con tanta frecuencia e indiferencia? Ésta
es la cuestión que debemos esforzarnos en comprender para, ahora sí,
cobrar conciencia de nuestra desafección e intentar erradicarla. Desde la
madurez, facilitaremos altruistamente esta humanitaria labor, como es la
de saber escuchar como un acto humanitario y de interés por el prójimo.
Escuchar, es la terea que tiene pendiente no sólo el individuo sino la
humanidad, si deseamos construir un mundo más humano, cercano y solidario. Donde por medio de la
escucha, facilitamos el conocimiento y la esencia de las personas de nuestro
entorno. Nuestros oídos sabrán diferenciar - porque escuchan - aquellas
palabras que necesitan ser atendidas para prestarles el apoyo necesario.
El hecho de escuchar ya
alivia, de alguna manera, la angustia ajena: simplemente, por la atención
prestada, la persona se siente aligerada en su carga emotiva. ¡Éste debe de ser
uno de los objetivos de la escucha! El otro; escuchar para sentir al prójimo
y para sentirnos vivos; escuchar para aprender, potenciar y desarrollar
una personalidad más humana, sólida y equilibrada; escuchar para
contribuir a ese tan deseado mundo mejor. La sociedad tiene esta asignatura
pendiente: la escucha responsable y humana.
Desde la evolución,
estaremos más preparados y capacitados -como un acto natural- en esta
humanitaria labor. No despojarnos del peso que soporta nuestra mochila por
situaciones no resueltas o reprimidas, impedirá el arte de la escucha. Si
vivimos con una pesada carga sobre nuestros hombros, improbablemente podremos
añadir una nueva: Si nuestros problemas no resueltos dificultan escucharme,
mucho más difícil será escucharte.
A modo de
reflexión:
El hombre sabio lo es
más por saber escuchar que por hablar: un segundo de escucha
puede contener más sabiduría que infinidad de palabras emitidas. Escuchar
en silencio -porque tenemos la mochila vacía- favorece la palabra ajena.
Palabra que nos abre otras fuentes vivas del aprendizaje y del
conocimiento humano.
Evolucionar, crecer como ser humano,
propiciará la interiorización de mis problemas para
resolverlos.
De tal modo, propiciará y
facilitará la escucha ajena.