Nadie, ni siquiera el calor de la
chimenea, lograron evitar lo que ocurrió a continuación de una cena para tres
muy animada hasta que llegaron los postres con sabor a despedida.
De fondo, en la televisión se
anunciaba un fuerte temporal preludio del frío que colapsaría sus corazones.
En ese momento, el abuelo se levanta,
tratando de poner en marcha su mejor número de escapismo. El objetivo: no
expresar sus emociones. Los chicos no lloran, sé fuerte, le grita en un susurro
su voz interior.
Su nieta conoce sus trucos y no se lo
va a poner fácil.
—Espera, que nosotras madrugamos, y
ya no te vemos, despídete.
El hombre, como un animal herido,
nota que está a una lágrima del desbordamiento y sigue caminando sin apenas
moverse del sitio.
—Mamá, el abuelo se ha ido sin
despedirse— asombro y tristeza se unen como pan con chocolate en su cara y en
su voz.
—El abuelo tenía prisa hija y evita
las despedidas— contesta al borde del desbordamiento una madre que también es
hija.
Las personas que queremos a veces no
se comportan como nos gustaría. Es muy fácil cuestionar los comportamientos de
los demás. Nosotros también fallamos muchas veces. ¿Cómo hacemos sentir a los
demás? ¿Les exigimos que cumplan nuestras expectativas? ¿Pensamos en nuestras
palabras antes de pronunciarlas? ¿Y si fuera la última vez que ves a esa
persona?
INMA REYERO DE BENITO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario aparecerá una vez revisado por el moderador de la página. Gracias.