sábado, 4 de diciembre de 2021

COMO LA VIDA MISMA – LA LUMINOSA OSCURIDAD



Uno de los ejercicios de visión natural para dejar atrás la miopía es el “baño de oscuridad”. Cada mañana, desde hace varios meses, me ducho con la luz apagada, en la penumbra si ya ha amanecido y se filtra algún entrometido rayo de sol por la ranura de la puerta, o en la oscuridad total en los meses de invierno.

 

En cuanto una se acostumbra a localizar a palpo los grifos, el gel, los botes de crema, la toalla… lo cual se logra en un par de días, se puede concentrar en las sensaciones. Los ojos intuyen sin ver, los aromas se intensifican, puedes percibir la música del silencio, sentir en tu piel el contacto del agua cálida y el intercambio de temperaturas, la energía que las palmas de tus manos transmiten y reciben del resto de tu cuerpo. Muchas pequeñas percepciones sutiles que se escapan cuando la mirada se desliza distraída por los contornos de las cosas.

 

La luz del sol siempre es diferente. Recuerdo, por ejemplo, cómo los edificios de Salamanca fundían sus delicados tonos anaranjados con el aire transparente. O la brusca nitidez con la que se dibujaban los cantos de la piedra rosa de Toulouse en un azul inmisericordemente claro. Y los rayos solares presentan cualidades curativas, permitiéndome derretirme como si fuera de chocolate o sintiéndome mimada por sus cálidas manitas luminosas.

 

Las llamas del fuego poseen capacidades hipnóticas, lamiendo el aire entorno a ellas, transportándome a los mundos atávicos del subconsciente. Purificando mi energía en una hoguera sanadora y permitiéndome ver lo oculto, misterioso e invisible.

 

La luz eléctrica ha sido un gran invento porque ha aumentado los días, de forma que podemos vernos unos a otros con claridad en la noche, leer o practicar nuestras aficiones, acompañando la soledad y el aburrimiento. Cierto que nos empuja a trabajar cuando es momento de descanso, o a sobreexcitarnos antes del sueño, o que nos engaña a veces, haciéndonos sentir que la realidad es otra, pero esos inconvenientes no proceden de ella misma sino del uso que nosotros le damos.

 

Pero nos hemos olvidado de la oscuridad o pensamos que es dañina para nosotros, cuando es una caricia de la vida, que nos conecta con el útero materno. La luz puede ser agresiva e invita a la acción, la oscuridad nos hace recogernos en nosotros mismos, nos acoge con su abrazo protector y nos enseña a integrar todo lo vivido durante el día, teniendo en cuenta lo que sentimos interiormente, en lugar de estar permanentemente volcados al exterior.

 

La oscuridad tiene su propia luz. ¡Qué deliciosa la penumbra que nos permite disfrutar de los sutiles matices de la luna y las estrellas, o del embriagador aroma de los jazmines, o del sutil contacto de la brisa en la piel, o de la intimidad con otra persona!

 

No se puede vivir ajeno al exterior, pero muchos aspectos de la vida pueden pasar desapercibidos si no cerramos a veces los ojos y los dirigimos hacia dentro, dando su espacio a los otros sentidos y, sobre todo, a la intuición. La noche es el ambiente de las hadas y de las brujas, de lo sobrenatural, de lo íntimo, de las historias, de los sueños. La noche, con su luminosa oscuridad, es nuestra amiga.

 

Ana Cristina López Viñuela

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