Es tradición que la recta final de
año vaya acompañada de luces que me acaban saturando. Frente ellas me siento
como cuando te miras en esos espejos que distorsionan la realidad. La felicidad
impuesta tampoco es una de mis fortalezas, quizá por eso para terminar
diciembre he querido rendir homenaje a los que no se van, a los que se quedan y
siempre están. A los que no dejaron un brillo pasajero y daríamos todo por
volver a abrazar.
Ahora que la Navidad es un ticket regalo
y los afectos se pueden devolver antes de 30 días si no quedas satisfecho, os
deseo un año nuevo lleno de compromiso, salud y paz. Que dedicar tiempo sea
nuestro mejor regalo y la mayor demostración de amor.
Feliz 2022.
No se van,
viven atrapados en el olor de su plato
favorito,
en el contacto del teléfono que no borras
y será la eterna llamada (en espera),
son el café con risas
y la tarde de compras sin prisas.
No, no se van,
siguen aquí reflejados
en la humedad de otras pupilas cada
aniversario,
en un niño volando su cometa,
en dos adolescentes de la mano
una tarde de verano.
Son el billete de veinte
que aparece en la cazadora
justo el día que saliste de casa
sin cartera, sin móvil
y sin
ganas.
Están en los recuerdos,
en las fotos que miras y no ves,
en aquella mágica vez,
son la primera flor de la primavera
y el post it en la nevera.
Son la vela encendida,
las estrellas y el rocío,
el ángel que te guía,
la mano que te dice ten
y cada deseo de que todo te vaya bien.
INMA
REYERO DE BENITO
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