Podemos entender como virtud cuando nuestros actos, compromisos y
la forma de vivir desde los distintos ángulos o ámbitos de nuestra persona
-familiar, amistad, social, laboral…-, nos proporcionan la paz y el bienestar
interior como, por ejemplo: cuando asumimos
responsablemente nuestros compromisos exentos de neuróticas exigencias
obsesivas; cuando aceptamos nuestros errores para evitar
sufrimientos y enfrentamientos innecesarios con uno mismo; cuando
damos lo mejor, reconociendo y asumiendo nuestros límites y posibles errores
sin exigencias "irracionales". Todos ellos, propiciarán un excelente
camino para alcanzar ese bienestar personal y el disfrute de la vida, a la que
tenemos un legítimo derecho.
A su vez, podemos entender como defecto, cuando exigimos la perfección
extrema en nuestros actos cotidianos. En los que no nos permitimos aceptar el
mínimo fallo o error y, a su vez, todo ha y debe de estar bajo un estricto
control. Aquí iniciamos ese camino que nos llevará a un enfermizo estado
de sufrimiento, de angustia y, lógicamente, de ansiedad. Nos privarán de una
vida más serena y placentera. Deberíamos recordarnos que vivimos solamente una
vez, pues, este perfeccionismo será el primer paso que destruirá
nuestras ganas de vivir, viviremos bajo el yugo del
perfeccionismo y de la "superación irracional".
De por sí mismo, un trabajo u obra escrita, desde una mentalidad
equilibrada, contemplará la posibilidad de valorar qué aspectos pueden ser
mejorados. A partir de esta revisión, el trabajo debe darse por concluido,
aceptando que el error es parte de la vida misma, en donde cualquier actividad
debe de estar encuadrada en unos tiempos: un principio, desarrollo y
final.
La persona perfeccionista -llevado a extremos neuróticos-, convertirá su
labor cotidiana en inacabada. Buscará, obsesivamente, diferentes planteamientos
hasta conseguir la respuesta perfecta del momento. En posteriores revisiones,
ese perfeccionismo neurótico e irracional volverá, insistentemente, a enturbiar
sus coordenadas mentales.
Hipotéticamente, el perfeccionista posee o puede poseer como un hecho
natural, una "refinada" creatividad, sensibilidad y exigencia de
superación obsesiva y descontrolada, consecuencia de un perfeccionismo
enfermizo y maligno para su persona y salud mental. ¡Vivirá su obra
como inacabada!
Observar el trabajo realizado; ver la posibilidad de mejorarlo como un acto
de compromiso con uno mismo, será ese otro camino y actitud para encontrar en
nuestro quehacer diario ese punto de equilibrio y de placer. Posteriormente, si
observamos aspectos a mejorar, no dejaremos pasar esta oportunidad como un
acto natural.
.A modo de reflexión: Cobrar una cierta distancia con el trabajo realizado
o, no valorarlo como propio -no entra en juego las emociones- facilitará,
posiblemente, una perspectiva más real y certera, por lo tanto, estaremos más
capacitados para ver en qué aspectos pueden ser mejorados.
-A modo de hipótesis, motivos del perfeccionismo (entre otros).
Una genética muy predominante en este sentido.
Primera etapa de la vida -infancia, niñez-. Generalmente, los conflictos de
adultos tienen su origen en esta etapa.
Encontrar la respuesta idónea en la que, momentáneamente, dé respuesta a su
exigencia y "realización".
Inconscientemente, cómo un acto compensatorio. ¿De qué?
Sublimar mediante el perfeccionismo, sus imperfecciones - ¿inconscientes?
-.
Este perfeccionismo pudiera ser la consecuencia de su inseguridad -servir
de contrapunto-.
Dé respuesta a alguna frustración: inconsciente o no.
Este perfeccionismo va dirigido, preferentemente, hacia sí mismo -lucha
interna-, más que hacia su medio.
Como un estado natural y neurótico de su personalidad.
Un saludo.
Joan Sánchez-Fortún