Este
interrogante puede ser una excelente reflexión o punto de partida para indagar en
aquellas ocasiones en que nos sentimos agredidos en el trascurso de una
conversación, tanto seria como informal, cuando este sentimiento puede
corresponder más a nuestra percepción subjetiva del momento que a una evidente agresión,
máxime, cuando no existe alusión explícita ni indirecta hacia uno mismo. Darnos respuesta al interrogante inicial es una de las
cuestiones que debemos tener en cuenta si realmente estamos interesados en
descubrir nuestro desconocido e ignorado mundo interior.
Si bien la herida cicatrizada no nos produce dolor alguno,
deberíamos indagar el por qué nos sentimos aludidos o agredidos cuando no
existe una referencia específica hacia nuestra persona. ¿No será la
consecuencia de un tema no resuelto que nos produce malestar o de aquella otra
situación en que podemos tener el sentimiento de culpabilidad en algún sentido?
De no ser así, ¿qué motivo nos induce a sentirnos agredidos? ¿Qué
"herida" no está curada? porque, evidentemente, la herida existe.
El
problema surge cuando la persona se "siente agredida". A partir de este
sentimiento, deberíamos revisar profundamente qué causas o motivos existen en
nuestro interior para llegar a tal sentimiento y profundizar en este sentido;
cuáles son nuestras carencias evolutivas, conflictos o situaciones pendientes
de resolver, para vivir o revivir este sentimiento. ¿No será porque, en este
momento, estamos reviviendo una situación conflictiva del pasado no solucionada
o vivencia que nos incomoda? Sentirnos agredidos puede ser, a su vez, la
consecuencia de nuestro precario grado evolutivo, el que nos hará percibir falsas
interpretaciones negativas de nuestra persona y realidad, provocando tal
sentimiento, cómo cuando la palabra
ajena nos ofende sin alusión alguna hacia uno mismo.
Desde
la madurez que proporciona la evolución estaremos más y mejor preparados para
escuchar comentarios de toda índole, sobre todo, de aquellos otros que bien
pudieran provocarnos malestar por no ser favorables bajo nuestro punto de
vista. No por ello deberemos rebelarnos o rechazarlos, sino todo lo contrario,
escuchar para interiorizarlos con atención para extraer aquellas enseñanzas que
bien pudieran aportarnos saberes, especialmente, de uno mismo. A partir de este
punto, iniciaremos el proceso de nuestro conocimiento interior, el que nos
liberará de tanto sufrimiento estéril como improductivo.
Los
humanos, por naturaleza, estamos o deberíamos de estar en un constante proceso
evolutivo para conseguir una vida más plena y sentirnos más realizados; indagar
qué parcelas de nuestra persona nos producen malestar; en qué áreas deberíamos explorar
para superarnos; cuáles son nuestras limitaciones para poner remedio a ellas y,
cómo no, averiguar en qué temas o situaciones nos sentimos agredidos, porque esta
sola observación nos pondrá en el camino para cobrar conciencia de ellas y, por
lo tanto, ser superadas.
No
existen tantos caminos para dejar de sentirnos agredidos, "sólo"
conocemos uno: crece, evoluciona y madura como ser humano. Entonces, tendrás la
facultad de escuchar y de escucharte sin sentirte agredido, porque la madurez
alcanzada te proporcionará la suficiente claridad como para discernir entre cuando
existe una evidente actitud crítica o, comentario alguno sin mayor
trascendencia.
Pero
hay más, desde la madurez que proporciona el conocimiento interior, nos
facilitará el camino para reconocer que, ante una crítica justificada, tenemos
la oportunidad y la posibilidad de reconocer, antes de rechazar o de sentirnos
agredidos, la opinión discordante, porque ella, justamente ella, nos abrirá el
camino para cobrar conciencia de nuestros errores y acciones inadecuadas hasta lograr
la oportuna rectificación. Consecuentemente, se abren las puertas hacia nuestro
conocimiento interior para conseguir una vida más plena. La humildad, antes que
el orgullo, facilitará esta evolutiva actitud.
Complementando
lo anteriormente expuesto, un alto grado de susceptibilidad inadecuada -o neurótica-, puede o podría
provocar un desajuste en la recepción de la información recibida o escuchada.
No rechacemos la palabra discordante o crítica -razonada o
no-, porque rechazamos la oportunidad de conocernos, y de conocer gratuitamente
al prójimo en una dimensión más profunda.
Un
sincero abrazo.
Joan.
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