Muchas veces necesitamos que la vida nos ponga en
determinadas situaciones difíciles para que nos demos cuenta de lo que
realmente merece la pena, de lo que verdaderamente es importante. Hay un
estudio que se realizó hace poco con 27 jóvenes, en las fechas de navidad, en
las que se les preguntaba quiénes eran las personas más importantes de sus
vidas; unos hacían alusión a su madre, sus hermanos, su pareja, etc.; a
continuación les preguntaban qué regalo les harían a esas personas en estas
fiestas, y cada uno elucubraba con alguna cosa o regalo; después les decían
que, puesto que al día siguiente iba a ser el día de la lotería, si les tocase,
cómo serían sus regalos, y aquí la cosa ya se disparaba: viajes a lo grande,
una casa maravillosa, un Rolls Royce, etc. Y la última pregunta era: ¿Y si
mañana fuera el último día de su vida? Los rostros cambiaban rápidamente de la
euforia a una cierta nostalgia, tristeza, ternura, y ya los regalos materiales
se cambiaban por: “mi tiempo”, “un paseo por el campo”, “una estancia en su
pueblo de origen”, “una salida de la residencia geriátrica”, un volver a jugar
a los juegos de la niñez”, “una comida sabrosa con diálogo”, “un contarse o
decirse las cosas importantes”. Es decir, cosas sencillas, cosas cercanas.
Creemos que la felicidad nos las da las cosas
excepcionales, grandiosas, y nada más lejos de la realidad, la felicidad se
construye desde lo cercano, desde nuestros sentimientos, acciones y expresiones
del día a día. Creemos que vamos a estar aquí toda la vida y, ya os comenté en
el artículo anterior, perdemos mucho de nuestro tiempo. Quizás el tiempo,
nuestro tiempo, no sea tanto, y será bueno que, en él, conectemos con lo
cotidiano que nos da riqueza. ¿Qué tal si adoptamos un compromiso con lo
sencillo, con lo cercano?
Tener no implica ser. Perdemos mucho de nuestro tiempo
en tener y no tanto en ser. Nos preocupamos de lo poco importante, y no nos
ocupamos de lo importante, de lo trascendente, de lo perenne, de los valores
que nos unen y dan vida. La vida nos pide vivir despacio disfrutando cosas
sencillas, no nos quiere corriendo y angustiándonos por atrapar lo
extraordinario, porque lo extraordinario es lo ordinario.
Amigo, que tu viaje sea siempre sencillo, todo lo
demás será carga y te dolerá no solo el cuerpo, también el alma.
Lo austero es lo que te permite llegar al
interior, porque ya dijimos que lo demás es ruido. Lo
imprescindible da sensación de libertad, ligereza y equilibrio.
No te desvíes de tu propósito, elimina lo accesorio.
Te dejo el enlace del vídeo comentado al principio: https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=D-3KLwLkXfA
Y recuerda, otro ingrediente de la sabiduría es HACER UN
COMPROMISO CON LO SENCILLO.
Un fuerte abrazo.
Juan.
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