jueves, 28 de julio de 2022

UN CASO DE RESILIENCIA (CASO 1) (PARTE 3)

 



Seguro que te contrataron por eso (ja, ja). Desde la amputación, que han pasado ya doce años, habrás tenido, como todo el mundo, tus momentos profesionales altos y bajos. Durante los doce años posteriores a este acto tan importante, ¿la vida te ha sonreído siempre y nunca has tenido que tirar de esta resiliencia que tienen personas como tú?

Cuando salgo de Airtel para amputarme, no estoy mucho tiempo en paro, porque me contrata Siemens a pesar de estar todavía sin pierna ortopédica. Al cabo de un año y medio no me acabo de adaptar bien a la cultura de Siemens, me salgo y me meto en una empresa israelí. Yo nunca he escondido el tema de mi pierna. Me contratan y me pongo a viajar por todo el mundo sin ningún tipo de problema, pero la burbuja de las telecomunicaciones revienta y tengo que cerrar esa empresa y me encuentro durante otros ocho meses en paro.

Vale, eso es una situación que la gente ve como muy traumática también porque tú tenías a tus hijos aún adolescentes, ¿no?

Lo pasas mal porque mi sector de actividad es el de las telecomunicaciones, afectado en su totalidad por la crisis. Tras ocho meses en paro, me contrata RIM (Balackberry) para montar la empresa en España. Me quedaban en la cuenta 850 euros y el drama que eso puede suponer para respirar y vivir es tremendo.

Yo creo que en esos ocho meses sí que me ayudaron las cosas que me habían ido fortaleciendo en lo del cáncer y la pierna. Esa máscara de la que hablábamos antes, que ya se convierte en uno mismo, me la volví a poner y otra vez a tirar de la familia, a la que digo: “eh, un minuto, frenad un poco los gastos porque no hay ingresos”. Y bueno, justo antes de Blackberry, encontré un trabajo donde me requerían para hacer algo de lo que yo no tenía ni idea, pagado cinco veces menos de lo que solía yo ingresar, pero bueno, más vale dar un salto para detrás y recomponerte que estar preguntándote: “¿de qué vivo?”. No lo cogí al final porque tuve la suerte de que antes de empezar en esta empresa, RIM-Blackberry viniera a buscarme. Posiblemente viajé más que en toda mi vida. Estuve viajando durante casi seis años, un promedio de entre tres y cuatro día todas las semanas por el mundo entero, tan lejos como Sudáfrica o India. Y el tema de mi perna, bueno, sí, hay momentos en que te duele, hay momentos en que el miembro fantasma vuelve y te empiezan los dolores de una pierna que no existe, y coges y te masajeas una parte que es metálica, pero tu cerebro sigue buscando una pierna que ya no existe.

¿Tienes alguna cosa que contra que tú, ahora, a posteriori digas: “hombre habría hecho las cosas de manera distinta; ahora, con la visión que tengo, podría haber hecho otra cosa”?

La mayor estupidez que hice por soberbia fue darme de baja, dimitir de Airtel para amputarme la pierna.

Y ahora, tantos años después, ¿por qué? Quiero decir, ahora, contándomelo a mí, dime, ¿cuál fue la razón? Antes has dicho que fue la soberbia.

Por un lado está el sentido del deber: a mí no me parecía correcto cobrar una nómina sin aportar nada a la empresa.

Forma parte de la educación que cada uno hemos recibido y me parecía que era coger un dinero que no me había ganado. Si estás solo, actúas de una cierta forma, pero si tienes una familia que mantener y que no hay ninguna garantía…. Si hubieran sido tres meses, pero fueron ocho meses de baja.

Cuando me encontraba en lo más hondo de la depresión -porque estuve realmente deprimido en la segunda amputación (que no podía levantarme de los dolores que tenía)-, estaba un día en la cama y vinieron un grupo de jóvenes que yo había contratado cuando estaba en Canal+, de 22 o 23 años, y que luego, cuando entré en Airtel, se vinieron conmigo. De repente se compincharon con mi mujer -yo no sabía nada- y aparecieron una tarde en mi casa, uno de Bilbao, dos de Barcelona, de Santiago de Compostela, de valencia, de Sevilla… Todos aparecieron en mi casa, me vistieron y me sacaron de casa. Era el estreno de la película Le dîner des cons (La cena de los idiotas), y montamos un grupo que hoy, muchos años después, sigue existiendo, y nos vemos cada seis meses. Me sacaron a cenar. El día que te pasa eso, dices: “oye, mira, me doy de baja médica porque no puedo más; voy a ir a que me amputen la pierna”. Y haría lo que todo el mundo hace en las empresas, y es que estás de baja médica, cobrando lo que te corresponde cobrar, y cuando ya estás bien, te reincorporas a la empresa.

De joven ya eras un tío simpático, optimista, que hacías reír, querido por todos, no sé si también un poco alocado. ¿En algún momento eso te ha ayudado a que tu vida sea mejor?

Sí. Recuerdo un accidente que tuve a los 13 años, casi me mato al tirarme a una piscina con poca agua y darme en la cabeza, todo por impresionar a una chica, por cierto.

Siempre he sido muy impulsivo, y eso lo voy a ser hasta que me muera. Creo que todo lo que me ha pasado, ese optimismo y esa forma de ser como un niño, muchas veces me permite superar cosas que como un adulto no hubiese superado. Un adulto actúa como un adulto, un niño es más inmune a ciertas cosas, te imaginas otras distintas. Y yo muchas veces creo que soy un niño grande. Por eso no sé qué puede suceder, pero prefiero jugar esa baza de niño pequeño porque hago que mi entorno baje la tensión a otro nivel. Hago que la gente se sienta más en confianza al ponerme a un nivel diferente del que debería estar. Recuerdo a mis padres cuando les oía hablar como adultos. Con mi edad actual les veo como personas mayores y yo no me siento como una persona mayor. A mí me pones con niños y en cinco minutos estoy fusionado con ellos. Creo que eso ayuda muchísimo. Ayuda mucho el no tomarse en serio. Es muy importante saber cuáles son las cosas importantes, pero no tomarse demasiado en serio porque si no, no vas a actuar de una forma que te pueda proteger o inmunizar contra otra serie de agresiones. Aquí, es cierto que la enfermedad es una enfermedad muy grave, si te dicen que tienes este tipo de cáncer, que has estado un año y medio con el cáncer, que no se ha hecho nada al respecto, y que seguramente estés invadido por todas partes, lo que te puede entrar es una depresión inmediata. Y es muy difícil luchar contra una enfermedad si estás deprimido. La lucha la tienes que hacer con un optimismo muy grande. Cuando volví de París sin pelo, me puse a trabajar en Canal+ y me dijeron que la quimioterapia hace adelgazar mucho y que eso es un mal signo. Que tenía que intentar no adelgazar. Me hinchaba a comer chocolatinas. Había una máquina de chocolatinas en Canal+ y me acuerdo que todos los días me tomaba un Mars. Me puse gordo con la cortisona y todo. Y el primer día que fui sin pelo, me acuerdo que reuní a todo mi equipo, era verano, y tenía la peluca torcida. Se empezaron a reír y dije: “esperad nos vamos a reír todos juntos”. Me quité la peluca, nos volvimos a reír y me la volví a colocar torcida. No te tomes tan en serio las cosas, porque cortas también a la gente y creas distancias. A mí no me gusta crear distancias. Creo que me he protegido obteniendo el apoyo de la gente. Para mí ha sido fundamental el apoyo y cariño de familiares, amigos y equipo de trabajo, y lo he buscado mucho a través de la proximidad para evitar crear barreras, no buscando que la gente me compadezca, no, sino que la gente me apoye. Que cuando me viesen decaído, me metiesen caña para que fuese como tenía que ser. La verdad, creo que ese juego al que he jugado de forma posiblemente voluntaria, y a veces involuntaria, me ha ayudado enormemente.

Seguiremos en próximos días con esta bella historia de resiliencia.

 

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