Seguro
que te contrataron por eso (ja, ja). Desde la amputación, que han pasado ya
doce años, habrás tenido, como todo el mundo, tus momentos profesionales altos
y bajos. Durante los doce años posteriores a este acto tan importante, ¿la vida
te ha sonreído siempre y nunca has tenido que tirar de esta resiliencia que
tienen personas como tú?
Cuando salgo
de Airtel para amputarme, no estoy mucho tiempo en paro, porque me contrata
Siemens a pesar de estar todavía sin pierna ortopédica. Al cabo de un año y
medio no me acabo de adaptar bien a la cultura de Siemens, me salgo y me meto
en una empresa israelí. Yo nunca he escondido el tema de mi pierna. Me
contratan y me pongo a viajar por todo el mundo sin ningún tipo de problema,
pero la burbuja de las telecomunicaciones revienta y tengo que cerrar esa
empresa y me encuentro durante otros ocho meses en paro.
Vale, eso
es una situación que la gente ve como muy traumática también porque tú tenías a
tus hijos aún adolescentes, ¿no?
Lo pasas mal
porque mi sector de actividad es el de las telecomunicaciones, afectado en su
totalidad por la crisis. Tras ocho meses en paro, me contrata RIM (Balackberry)
para montar la empresa en España. Me quedaban en la cuenta 850 euros y el drama
que eso puede suponer para respirar y vivir es tremendo.
Yo creo que
en esos ocho meses sí que me ayudaron las cosas que me habían ido fortaleciendo
en lo del cáncer y la pierna. Esa máscara de la que hablábamos antes, que ya se
convierte en uno mismo, me la volví a poner y otra vez a tirar de la familia, a
la que digo: “eh, un minuto, frenad un poco los gastos porque no hay ingresos”.
Y bueno, justo antes de Blackberry, encontré un trabajo donde me requerían para
hacer algo de lo que yo no tenía ni idea, pagado cinco veces menos de lo que
solía yo ingresar, pero bueno, más vale dar un salto para detrás y recomponerte
que estar preguntándote: “¿de qué vivo?”. No lo cogí al final porque tuve la
suerte de que antes de empezar en esta empresa, RIM-Blackberry viniera a
buscarme. Posiblemente viajé más que en toda mi vida. Estuve viajando durante
casi seis años, un promedio de entre tres y cuatro día todas las semanas por el
mundo entero, tan lejos como Sudáfrica o India. Y el tema de mi perna, bueno, sí,
hay momentos en que te duele, hay momentos en que el miembro fantasma vuelve y
te empiezan los dolores de una pierna que no existe, y coges y te masajeas una
parte que es metálica, pero tu cerebro sigue buscando una pierna que ya no
existe.
¿Tienes
alguna cosa que contra que tú, ahora, a posteriori digas: “hombre habría hecho
las cosas de manera distinta; ahora, con la visión que tengo, podría haber
hecho otra cosa”?
La mayor
estupidez que hice por soberbia fue darme de baja, dimitir de Airtel para amputarme
la pierna.
Y ahora,
tantos años después, ¿por qué? Quiero decir, ahora, contándomelo a mí, dime,
¿cuál fue la razón? Antes has dicho que fue la soberbia.
Por un lado
está el sentido del deber: a mí no me parecía correcto cobrar una nómina sin aportar
nada a la empresa.
Forma parte
de la educación que cada uno hemos recibido y me parecía que era coger un
dinero que no me había ganado. Si estás solo, actúas de una cierta forma, pero
si tienes una familia que mantener y que no hay ninguna garantía…. Si hubieran
sido tres meses, pero fueron ocho meses de baja.
Cuando me
encontraba en lo más hondo de la depresión -porque estuve realmente deprimido
en la segunda amputación (que no podía levantarme de los dolores que tenía)-,
estaba un día en la cama y vinieron un grupo de jóvenes que yo había contratado
cuando estaba en Canal+, de 22 o 23 años, y que luego, cuando entré en Airtel,
se vinieron conmigo. De repente se compincharon con mi mujer -yo no sabía nada-
y aparecieron una tarde en mi casa, uno de Bilbao, dos de Barcelona, de
Santiago de Compostela, de valencia, de Sevilla… Todos aparecieron en mi casa,
me vistieron y me sacaron de casa. Era el estreno de la película Le dîner
des cons (La cena de los idiotas), y montamos un grupo que hoy, muchos años
después, sigue existiendo, y nos vemos cada seis meses. Me sacaron a cenar. El
día que te pasa eso, dices: “oye, mira, me doy de baja médica porque no puedo
más; voy a ir a que me amputen la pierna”. Y haría lo que todo el mundo hace en
las empresas, y es que estás de baja médica, cobrando lo que te corresponde
cobrar, y cuando ya estás bien, te reincorporas a la empresa.
De joven
ya eras un tío simpático, optimista, que hacías reír, querido por todos, no sé
si también un poco alocado. ¿En algún momento eso te ha ayudado a que tu vida
sea mejor?
Sí. Recuerdo
un accidente que tuve a los 13 años, casi me mato al tirarme a una piscina con poca
agua y darme en la cabeza, todo por impresionar a una chica, por cierto.
Siempre he
sido muy impulsivo, y eso lo voy a ser hasta que me muera. Creo que todo lo que
me ha pasado, ese optimismo y esa forma de ser como un niño, muchas veces me
permite superar cosas que como un adulto no hubiese superado. Un adulto actúa
como un adulto, un niño es más inmune a ciertas cosas, te imaginas otras
distintas. Y yo muchas veces creo que soy un niño grande. Por eso no sé qué puede
suceder, pero prefiero jugar esa baza de niño pequeño porque hago que mi
entorno baje la tensión a otro nivel. Hago que la gente se sienta más en confianza
al ponerme a un nivel diferente del que debería estar. Recuerdo a mis padres
cuando les oía hablar como adultos. Con mi edad actual les veo como personas
mayores y yo no me siento como una persona mayor. A mí me pones con niños y en
cinco minutos estoy fusionado con ellos. Creo que eso ayuda muchísimo. Ayuda
mucho el no tomarse en serio. Es muy importante saber cuáles son las cosas
importantes, pero no tomarse demasiado en serio porque si no, no vas a actuar
de una forma que te pueda proteger o inmunizar contra otra serie de agresiones.
Aquí, es cierto que la enfermedad es una enfermedad muy grave, si te dicen que
tienes este tipo de cáncer, que has estado un año y medio con el cáncer, que no
se ha hecho nada al respecto, y que seguramente estés invadido por todas
partes, lo que te puede entrar es una depresión inmediata. Y es muy difícil
luchar contra una enfermedad si estás deprimido. La lucha la tienes que hacer
con un optimismo muy grande. Cuando volví de París sin pelo, me puse a trabajar
en Canal+ y me dijeron que la quimioterapia hace adelgazar mucho y que eso es
un mal signo. Que tenía que intentar no adelgazar. Me hinchaba a comer
chocolatinas. Había una máquina de chocolatinas en Canal+ y me acuerdo que
todos los días me tomaba un Mars. Me puse gordo con la cortisona y todo. Y el
primer día que fui sin pelo, me acuerdo que reuní a todo mi equipo, era verano,
y tenía la peluca torcida. Se empezaron a reír y dije: “esperad nos vamos a
reír todos juntos”. Me quité la peluca, nos volvimos a reír y me la volví a
colocar torcida. No te tomes tan en serio las cosas, porque cortas también a
la gente y creas distancias. A mí no me gusta crear distancias. Creo que me he
protegido obteniendo el apoyo de la gente. Para mí ha sido fundamental el
apoyo y cariño de familiares, amigos y equipo de trabajo, y lo he buscado mucho
a través de la proximidad para evitar crear barreras, no buscando que la gente
me compadezca, no, sino que la gente me apoye. Que cuando me viesen decaído, me
metiesen caña para que fuese como tenía que ser. La verdad, creo que ese juego
al que he jugado de forma posiblemente voluntaria, y a veces involuntaria, me
ha ayudado enormemente.
Seguiremos
en próximos días con esta bella historia de resiliencia.
A veces la vida nos gasta una broma y nos lo tomamos como un drama.
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