Has
hablado de lo importante que es el apoyo de la gente, pero me da la impresión
de que hay que ayudarles a que te ayuden, ¿no? ¿Cómo haces tú para que te
ayuden?
Mira, cuando
volví a Madrid, durante la quimio, sin pelo, reuní a todo mi equipo de Canal+ y
les dije: “Chicos, esta es mi situación. No voy a dejar de trabajar en ningún
momento, que lo sepáis, pero me voy a cansar mucho más de lo normal porque
cuando hago cien metros, se me pone a 180 pulsaciones el corazón. Nos vamos a reír,
miradme sin peluca, voy a engordar muchísimo. Sigo siendo el de siempre, pero
físicamente me vais a ver un poco cambiado. Por favor, no quiero compasión
ninguna, ninguna en absoluto. Lo que quiero es que me deis la misma caña que
siempre. Sigo siendo la misma persona. Lo que estoy pasando es temporal y lo
liquidaré yo mismo”. Y seguimos haciendo el mismo trabajo como si no pasase
nada. Pero les pones al tanto, no les dejas que se imaginen cosas a partir de
rumores, porque entonces tú mismo, te estás creando una barrera y estás
alejando a la gente de ti, mientras que de esta forma estás integrado como
siempre. Tienes que buscar la proximidad con la gente; y con tu familia lo
mismo. Les das explicaciones y no dejas que la gente te compadezca ni te
ignore. Así buscas su apoyo.
Esta
resiliencia que tú has demostrado, incluso desde niño, ¿hasta qué punto se
puede aprender? Piensa no ya en casos de enfermedades o traumas físicos, sino
de depresión, de problemas psicológicos…
Mi padre era
una persona con mucha ambición, muy próspero, muy optimista, jovial, muy buen
vividor, y de repente se viene abajo porque se da cuenta de que su hermano
mayor no era como él había pensado toda su vida -recto, honrado- y, además, le
había estado engañando. Mi padre fue educado en la tradición judía, en la que
te enseñan a respetar a tu hermano mayor, y mi padre no solamente le respetaba,
sino que le ponía de ejemplo tantas y tantas veces… ¡Fue extremadamente duro
para él! Nunca se repuso de eso, y a partir de entonces mi padre se encerró en
sí mismo y está totalmente desconectado del mundo ahora mismo. Se sienta a
esperar el final del día. Y está así día tras día, por más que le sacudo.
Recuerdo que ya hace años le decía para hacerle reaccionar: “papá, si te llega
a pasar lo que me ha pasado a mí, ¿cómo hubieses actuado?”. Y no me respondía.
Muy muy triste para todos nosotros.
Yo pienso
que el apoyo de tu entorno, el que tú no te sientas externo a un círculo, eso
es fundamental y quizá sea lo que falla en mi padre. Es como si se hubiera
bajado del tren y hubiera dejado que el tren siga. Está sentado fuera. Ha
dejado que el mundo pase sin que él esté dentro durante veinte años. Hay que
evitar esto. A la gente hay que decirle: “métete aquí, dentro, pelea por estar
aquí dentro, no hagas que la fuerza centrífuga te eche para fuera”.
El cáncer le
costó una pierna, pero no le quitó la vida ni la sonrisa (ver vídeo):
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