Esta
semana he dedicado unas horas a colorear estos dibujos tipo mandala, os lo
recomiendo, es una actividad muy relajante, calma la mente y desarrolla la
paciencia y la precisión.
Aparcas
por un rato las prisas y sales de la espiral de pensamiento en bucle que nos
suele acompañar buena parte del día, diría que te conecta de algún modo con tu
lado más primitivo y tu mayor pretensión es combinar colores y lograr cierta
armonía.
Es
necesario un poco de disciplina y perseverancia dos cualidades que dan muy buenos
resultados en todas las facetas de la vida.
Mientras
pintaba pensaba que iba a hacer con ellos, me vinieron a la mente los mandalas
tibetanos, los realizan con arena de colores y cuando terminan los conservan
veintiún días y después los destruyen, esto les permite mantener su
flexibilidad creativa y disfrutar del presente sin apegarse al pasado.
Lo
único que permanece en la vida es el cambio, hay que fluir por eso los budistas
los destruyen, se entrenan para dejar ir lo que temen perder.
La
verdad no me imagino destruyendo las cosas que amo, no me imagino perdiendo a
mis hijos por mucho que no sean mis hijos y sean hijos de la vida, no me
imagino tirando mis vaqueros favoritos, ni borrando mi galería de fotos… y no
pasa nada, así está bien, es bonito pasear por el camino de la evolución
dejando huellas imperfectas.
INMA
REYERO DE BENITO
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