viernes, 11 de octubre de 2019

COMO LA VIDA MISMA: LA SUERTE



Decimos que hay personas que han nacido con estrella, a las que parece que les luce más lo que hacen que a los demás, como si poseyeran un don sobrenatural que les predispusiera al éxito. Incluso nosotros mismos sentimos en ocasiones que estamos en racha, que todas las dificultades que nos vamos encontrando se solucionan solas y las cosas vienen rodadas. Me acuerdo ahora de la poción “felix felicis”, tan importante en la trama de “Harry Potter y el Príncipe Mestizo”, que otorgaba al que la tomaba unas horas de suerte, en las que todo lo que emprendiera le saldría necesariamente bien. A todos nos gustaría tener unas cuantas botellas de esta poción mágica en la bodega para degustar en las ocasiones…

Nos deseamos suerte unos a otros cuando nos vamos a enfrentar a una situación decisiva o complicada. Y, aunque también se dice que “la suerte es para el que la trabaja”, lo cierto es que prima la idea de que la fortuna es caprichosa y no siempre sonríe al que la merece. Dice la sabiduría popular que “vale más caer en gracia que ser gracioso”, como queriendo indicar que ese estado de beatitud no depende de nuestras características o de nuestro esfuerzo, sino de algo ajeno a nosotros, llámese destino, capricho, azar…

Pero volviendo a Harry Potter, parece lógico que gracias a la poción “felix felicis” Harry consiga la información necesaria para vencer a Lord Voldemort. Pero me resulta más sorprendente lo que sucede cuando Harry simula derramarla en la bebida de su amigo Ronald Weasley, justo antes de realizar la prueba para entrar en el equipo de quiditch (deporte mágico que se practica volando sobre escobas). El mero hecho de creerse invencible dotó a Ron de una fuerza y una habilidad que no creía poseer, y le dio la seguridad en sí mismo que necesitaba para enfrentarse a sus miedos, dando una lección de habilidad y destreza como portero. Obtuvo los mismos resultados que con la poción, pero sin tomarla.

Cada vez estoy más convencida de que la magia reside en nuestro interior y sólo necesitamos creer que algo está a nuestro alcance para lograrlo. Si afrontamos las situaciones difíciles pensando que nos van a superar, es casi seguro que así será. Por el contrario, cuando nos sentimos llenos de confianza en nuestras posibilidades tenemos medio camino hecho para triunfar. No se trata de creerse “superior” o “invulnerable”, porque eso no es verdad y negar la realidad no puede llevar a nada bueno, sino de no dar por supuesto que vamos a fracasar. De decirnos interiormente “¿por qué no?” en lugar de “es imposible”.

Tampoco tiene sentido confiar en que una fuerza externa va a solventarnos los problemas mientras estamos tumbados en el sofá, porque ya dice el refrán “A Dios rogando, y con el mazo dando”. Si no compras lotería, no te puede tocar, por más novenas que reces y más conjuros que pronuncies. Busca tu suerte y probablemente la encuentres. Lucha por tus objetivos y tendrás muchas más posibilidades de alcanzarlos que si te quedas de brazos cruzados esperando que el maná caiga del cielo.

No es objetiva la percepción fatalista de que el destino me es desfavorable porque no me han salido las cosas como deseaba y, por eso mismo, con cada desengaño aumentan las probabilidades de una nueva decepción. Lo que llamamos “error” no es sino un paso previo al acierto y cuantas más equivocaciones llevemos acumuladas más cerca nos encontramos de dar con la solución, aunque sólo sea por descarte. Es más, si una estrategia nos conduce a resultados aceptables o mediocres podemos conformarnos, sin buscar algo mejor, lo cual sería mucho menos enriquecedor a la larga que un fiasco patente, que nos obliga a intentarlo de nuevo, de otra forma.

Pienso sinceramente que el “estado de gracia” tiene que ver con la inocencia original, con afrontar cada situación como si fuera completamente nueva, sin estar condicionados por el pasado, ni temerosos del porvenir. Con una mirada limpia de prejuicios veré con más claridad mis circunstancias, mis opciones, mis cualidades, mis posibles colaboradores, las actuaciones que se requieren para lograr un objetivo… y tomaré decisiones más acertadas. La suerte pasa, creo yo, por vivir centrados en el momento presente, porque no es la mejor forma de atraerla declararnos vencidos de antemano o atribuir la responsabilidad de lo que nos sucede a factores externos, ni tampoco dejar de intentar algo porque hemos fracasado antes.

Ana Cristina López Viñuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario aparecerá una vez revisado por el moderador de la página. Gracias.