Salas
de espera, antesalas de esperanza.
Miradas
perdidas, cuerpos nerviosos acomodándose en sillas que no parecen hechas a la
medida de nadie.
El
tiempo pasa lento, se agudiza el oído, sólo quieres oír tu nombre y que todo
acabe, mientras tanto revisas el móvil en busca de nada, entablas
conversaciones intrascendentes, miras a ver si llevas un caramelo en el bolso
cuando sabes que nunca llevas.
Todo
se vuelve relativo, esperas, desesperas, dos filas más allá una mujer
somnolienta da cabezadas como si no le interesara su diagnóstico; un padre y un
hijo hablan animados… probablemente sólo se vean en esas situaciones, una breve
llamada por sus cumpleaños, un día en Navidad y poco más.
Los
nervios te hacen pasear, lees carteles que no memorizas, contestas
mecánicamente preguntas que no escuchas, en tu mente reina el caos, no sabes
cuánto tiempo llevas allí, a estos sitios hay que venir sin prisa… esperar…
Un
conductor de ambulancia acerca a un hombre con un andador, se mueve torpemente,
lleva la cabeza vendada, el conductor le
"aparca", tiene prisa, el hombre está solo, ni siquiera parece
tenerse a sí mismo, la enfermera es amable, él se muestra impasible, su hija no
ha aparecido, no parece importarle, agacho la vista, pienso que lo mío no es
nada y que si un día acabo así tampoco quiero acordarme, recojo la lágrima que
rueda por mi mejilla y espero…
Esperas,
respiras, el aire es pesado pero de todos es sabido que mientras hay vida,
mientras hay espera… hay esperanza.
INMA
REYERO DE BENITO
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