martes, 17 de marzo de 2020

LOS INGREDIENTES QUE APARECEN EN TODA PSICOTERAPIA



En la mayoría de las personas que acuden a consulta psicológica hay una ansiedad que surge de los esfuerzos conscientes e inconscientes por hacer frente a la vida, a la existencia.

Nos solemos encontrar principalmente con 4 ingredientes:
1)   La inevitabilidad de la muerte. Aquí no solo nos referimos a la nuestra, sino también la de nuestros seres queridos.
2)   La libertad de elegir nuestra vida. Los condicionantes que la vida nos impone con nuestros miedos a enfrentarlos.
3)   La soledad. Ese sentimiento que nos abruma, sobre todo cuando no sentimos adecuada compañía en nosotros mismos.
4)   La ausencia de un propósito o sentido de nuestra vida. Algo por lo que vivir.

Dar respuesta a estos supuestos significa curar nuestro ser, porque el problema de la vida, como decía Viktor Frankl, no es lo que nos ocurre, sino qué hacemos con lo que nos ocurre, cómo respondemos.

Decía Spinoza que “todo se esfuerza por persistir en su propio ser”. En cuanto a la muerte está el eterno conflicto entre el deseo de seguir viviendo y la realidad perceptual de que la muerte es inevitable.

Hacemos muchos ejercicios para evitar esa realidad de la muerte, pero el miedo siempre es el que acecha por las esquinas. Pero ¿cómo vamos a tener miedo a algo que no sabemos qué es? No hay miedo, hay incertidumbre, ¿qué será? Y esa, la incertidumbre es la que invade nuestra existencia. Perdemos demasiado tiempo en esa incertidumbre y, mientras, no nos ocupamos de lo que da valor a nuestra existencia.

Dice Yalom Irvin, en uno de sus libros, que en su experiencia psicoterapéutica con pacientes de cáncer hay dos creencias poderosas que les ayudan a vivir:
a)   La creencia en la singularidad personal.
b)   La fe en un salvador.

En cuanto a la primera, es la creencia de que uno es invulnerable, inviolable, que estamos más allá de la biología y del destino.

En cuanto a la segunda es la creencia de que hay un poder, una fuerza que siempre está con nosotros protegiéndonos.

Ambas creencias posibilitan un encuentro en nuestro ser de las fortalezas necesarias para afrontar todos los retos surgidos. Es, como yo llamo, “el Cristo en nosotros”. Este encuentro nos descubre unas seguridades que nunca habíamos experimentado. Realmente el poder está en nosotros.

La libertad de elegir, el segundo supuesto o ingrediente, implica responsabilidad, hacernos cargo de nosotros mismos. Este supuesto es como soltarse de la mano de mamá y decir "ya puedo ir solito". Da miedo, porque hemos estado muy habituados a que alguien nos dé esa seguridad y responda o se responsabilicen de nosotros. Sartre decía que “ser responsable es ser autor”. Somos los autores que escribimos nuestra historia y nuestro devenir. Estamos, como decía este filósofo francés, “condenados a ser libres”. Pero da tanto miedo volar sin red. Esta asunción de responsabilidad nos hace dueños de nuestros sentimientos y actos. No hay crecimiento sin esta asunción. No hay ejercicio de libertad sin esta asunción. Creer que el mundo externo es el responsable de cómo me siento y de lo que hago o no hago es meterse en el mundo de la queja, de la rumiación. Siempre hay alguien responsable de lo que nos ocurre, nunca nosotros. El paciente o cliente (que me gusta más llamarlo así) siempre crea sus problemas. No hay cambio sin asunción de responsabilidad.

Para hacerse responsables es necesaria la voluntad, es decir, el deseo o intención. La voluntad es el móvil de la acción. Hay muchas personas que tienen bloqueada la voluntad porque no saben qué sienten ni qué quieren. Yo les suelo preguntar lo que no quieren, para después, con ellos, darle la vuelta y concretar lo más posible en lo que quieren. Si no tienes deseos te conviertes en un parásito de los deseos de los demás. Hay personas que se pasan la vida pidiendo recetas para hacer y si se encuentran con salvadores propicios, están rellenando recetas todos los días.

La voluntad tiene dos etapas: el deseo, y actuar mediante una decisión. Hay personas que, aunque ya sepan qué desean, no deciden, y se quedan en la indecisión por el temor a qué se enfrentarán y si serán capaces de enfrentarlo. Dice John Gadner en su novela Grendel que “las alternativas excluyen”. Por eso, una persona que decide, sabe que tiene que renunciar a alguna de las alternativas. Cada decisión elimina o mata otras opciones. La raíz de la palabra decidir tiene que ver con la muerte, por eso, una persona que es dependiente emocional de otra y que no se libera, sabe que tiene que matar (en distancia) a la otra. Por eso, decidir, psicológicamente, es “matar al otroo a la otra opción”. Cuando nos decidimos por algo o alguien, eliminamos las otras opciones.

El tercer ingrediente, la soledad, es una realidad que nos cuesta asumir. “Yo estoy separado de los otros”. Es la ruptura de los cordones umbilicales. Es la separación que impone los cuerpos, pero también es la invitación para llegar al universo personal, sin el que no se logra el crecimiento. Imaginémonos un niño que siguiese con el cordón aferrado a su madre, ¿cómo crecería?

Hay dos soledades, la interpersonal y la intrapersonal. La primera, la interpersonal se acomete con la comunicación íntima con los demás, a nivel emocional. La intrapersonal ocurre cuando uno siente que tiene partes del Yo dividido. El Análisis Transaccional con los Estados del Yo, Padre, Adulto, Niño, nos ayuda a darnos cuenta de qué estados están en nosotros sobreponderados y qué estados hay carenciales, y hay que trabajar. Para reequilibrarse una persona, tiene que trabajar a su Padre: sus normas, valores, raíces; a su Adulto, su sentido de la realidad en el aquí y ahora, recabar información fiable para tomar decisiones y resolver problemas; y, por último, su Niño, recuperar su mundo emocional, expresarlo, manifestarlo, y disfrutarlo.

En cuanto al cuarto ingrediente, el de los propósitos y sentido o sentidos de vida. No tienen tanto que ver, como algunos autores esgrimen de ¿por qué vivo?, sino ¿para qué vivo?, lo que adquiere un carácter instrumental, práctico, de utilidad. Sócrates cuando planteaba sus tres filtros, el de la Verdad, el de la Bondad y el de la Utilidad, sabía que éste último daba consistencia a los otros dos. El sentido de la vida (o sentidos de vida, que a mí me gusta más) tiene que ver con encontrar en cada cosa que nos acontece la respuesta de ¿para qué me ha ocurrido esto? y dar dicha respuesta. Es la Vida la que nos hace preguntas y nosotros somos los que generamos respuestas. Al fin y al cabo, la Vida es eso Estímulo y Respuesta. Pero tus respuestas deben ser tuyas.

Tienes tarea para trabajar en estas vacaciones impuestas.

Espero haya sido de tu agrado.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada.

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