viernes, 27 de marzo de 2020

¿QUÉ ES LA ESCUCHA ACTIVA?



Si miramos el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), por “escuchar” se entiende lo siguiente:
1.    Prestar atención a lo que uno oye.
"escuchar la radio; escuchar un concierto; llevo un rato hablándote, pero no me escuchas; no está bien escuchar detrás de las puertas".
2.    Hacer caso de un consejo o aviso.
"debes escuchar los dictados de la conciencia".

Por lo tanto, es bueno que nos quedemos con “Prestar atención a lo que uno oye”.

Si volvemos a mirar el diccionario de la RAE, por “Prestar atención" dice:
1.               Aplicación voluntaria de la actividad mental o de los sentidos a un determinado estímulo u objeto mental o sensible.
2. Acto que muestra que se está atento al bienestar o seguridad de una persona o muestra respeto, cortesía o afecto hacia alguien.

Es decir, como vemos hay un acto voluntario de actividad mental ante lo que nos dicen (o mejor “nos quieren decir”) y, en la segunda definición podemos destacar tres palabras: bienestar, respeto y afecto.

Por lo tanto, podemos deducir que, por ESCUCHA ACTIVA, entendemos “un acto voluntario de actividad mental ante lo que nos quieren decir (captar el mensaje, no la literalidad de lo que nos dicen), mostrando interés, respeto, cortesía y afecto hacia quien nos comunica algo”.

Para hacer correctamente esta escucha activa podemos hacer los siguientes ejercicios:
1.    Parafrasear o resumir lo que ha dicho. Si hay partes de la conversación que nos han llamado la atención, podemos preguntarle (retroalimentación) a la persona por el significado que ella da a esas partes. Con ellos logramos que el otro se percate que le prestamos dicha atención, ampliamos la información sobre el mensaje, y damos la oportunidad al hablante de que él también se escuche.
2.    Reflejar el estado emocional. La parte más verdadera de nuestras comunicaciones son las emociones. Éstas nunca engañan. Las emociones y sentimientos son signos que nos dicen la verdad sobre cómo hemos interpretado la realidad. Por ello, es muy útil ayudar al hablante a que exprese su emocionalidad. Con esto, ayudamos a la persona a compartir la parte más íntima de su ser.
3.    Aceptar lo que el otro dice: Aceptar una comunicación, un mensaje, no implica estar de acuerdo con él, es comprender que, si nosotros fuéramos esa persona, con su forma de entender e interpretar la vida, probablemente, haríamos los mismos juicios sobre las situaciones. Por lo tanto, es muy saludable aceptar lo que expresa, aunque no se esté de acuerdo. No hay que estar de acuerdo con el otro para empatizar con él.
4.    Ayudar al otro a reelaborar esa interpretación: Cuando una persona se queda fijada en un estado emocional negativo, se queda en la parte del problema, no activa su cerebro creativo para generar una respuesta adecuada ante la situación y, por lo tanto, no está en la solución. Por ello es bueno preguntar: ¿qué podrías hacer ante esta situación? ¿sobre qué aspectos, que tú tengas control sobre ellos, puedes intervenir?

¿Qué cosas no tenemos que hacer en una escucha activa?

1.    No rechazar las emociones que el otro manifiesta. Decir a una persona que no debería sentir lo que siente es absurdo, por cuanto que así lo siente. Más bien podemos ayudarla a que se de cuenta de qué interpretaciones (normalmente irracionales) están generando esos síntomas.
2.    No juzgar. Creer que estas cosas no nos sucederían a nosotros o que estas personas tienen alguna esencia de “maldad”, “estupidez”, etc., es ponernos en posición de superioridad sobre los demás.
3.    No eres el solucionador ni el salvador del otro. La persona que tiene una dificultad es la responsable de cómo se siente y de cómo actúa, y es ella misma quien tiene que aportar el cambio de actitud necesario para modificar eso.
4.    No cortes a la persona en su expresión. Escuchar es dejar que la otra persona se manifieste, permitiendo que desahogue sus sentimientos. No estar pendiente de cuando podemos meter nuestras ideas en la conversación.
5.    No sueltes tu historia. Ahora estás en la historia del otro. No eres el “abuelo porretas”, que aprovecha cualquier situación de este tipo para contar sus batallas.
6.    No eres un consejero o recetador. Si te piden un consejo u opinión, puedes darlo, pero sé cauto y trata de que las soluciones las aporte la persona, ayúdale a que se responsabilice de su vida.
7.    No descalifiques cuando des tus opiniones ni a la persona con la que hablas, ni a aquellas de las que te puedan hablar. Esta persona te está contando su interpretación de la "película", seguro que los participantes de ella tienen más versiones. No eres un juez que aplica sentencia.
8.    No quites importancia. El valor o la importancia que está dando el sujeto a la situación puede ser desproporcionado, pero es la misma persona, reevaluando la situación, la que tiene que cambiar esa valoración.

Espero que, en este día de la escucha del Teléfono de la Esperanza, a los que agradecemos los bellos oídos que ponen a esta sociedad, os sirvan estas palabras. 

Ya sabéis lo que dijo Zenón de Citio: Tenemos dos orejas y una boca para escuchar más y hablar menos.

Un abrazo.

Juan Fernández Quesada.

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