La
lógica le decía que él y ella no envejecerían juntos, que le inventó y en
verdad no era para tanto, ni siquiera era para ella.
Porque
nada es nuestro, todos estamos de paso, de lo que no pudo pasar es de que se le
acelerara el corazón cuando se iluminaba la pantalla del móvil y aparecía su
nombre al lado de una estrella fugaz, seguro la puse ahí como una premonición,
pero no, primero no lo veía y después no quería verlo, somos expertos en
escuchar lo que nos interesa.
No
entendía que para que haya luz tiene que haber también oscuridad, sólo veía su
brillo.
El
corazón le decía que de todo lo que pasó algo fue real porque por un momento
sus vidas compartieron un espacio en el que las palabras sobraban y las
explicaciones eran innecesarias.
Algo
en lo más profundo de ella le susurraba que le dejara marchar, aunque ya no
pudiera ser del todo, una parte se quedaría con ella, la que le ha devuelto la
sonrisa, la que le espera a la vuelta de cada esquina, la que sólo entiende de
miradas brillantes, la que le recuerda que si te empeñas en un imposible lo
atraes.
Normas
no escritas gritan que hay un abismo entre ellos, que nadie en su sano juicio
arriesgaría tanto y ya no sabe si es mejor irse o dejarse llevar.
La
lógica le decía que si no lo hubiese intentado ahora ni siquiera tendría su
cálido recuerdo para abrazar en las noches frías, le decía que nunca le tuvo y
así no sufrirá porque no puede perderle.
Una
tarde se iluminó la pantalla, miró de reojo, suspiró, vio borrosa la estrella
fugaz, una lágrima resbalaba por su mejilla...ya no sentía nada.
INMA
REYERO DE BENITO
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