En la relación humana, el arte de relativizar es una de las actitudes o
forma de vida que más beneficio o sufrimiento nos producirá, tanto personal
como colectivamente. Dicho arte, estará determinado por el sentido e
importancia que demos a los acontecimientos en nuestro quehacer cotidiano. Ante
esta situación, tenemos dos posibilidades: relativizar en positivo -a
la baja o minimizar- o, por el contrario, en negativo- al alza o
maximizar la situación-. De la actitud que adoptemos dependerá en gran medida nuestro bienestar
como el de las personas de nuestro entorno.
Desde la evolución y madurez alcanzadas, estaremos más capacitados en saber
distinguir y valorar, en su medida, las circunstancias y los hechos que
nos rodean. De tal modo, evitaremos juicios de valor, negativos e
innecesarios; daremos importancia a aquellos acontecimientos que realmente
deban ser evaluados como tales, desechando los intrascendentes. Pero, ante
todo, tenemos el deber de recabar la opinión de las personas interesadas,
antes que opinar gratuita y equivocadamente. Con este acto de madurez y de
relatividad positiva, evitaremos crear un conflicto dónde realmente no
existe.
El hecho de relativizar negativamente
comportamientos de otros seres humanos podría ser parte de nuestras proyecciones
reflejadas en el prójimo. Por lo tanto, esta opinión negativa tiene un alto
porcentaje de error: puede llegar a ser o convertirse en el espejo de
nuestra personalidad.
Relativizar en positivo - a la baja-. Esta es una de las actitudes
más "sanas, cercanas y sabias" que podemos adoptar en el transcurso
de nuestra existencia: Nos proporcionará la paz interior; ahuyentará los
"diablos" de nuestra mente; descubriremos otros aspectos
positivos, cuando normalmente existen; crearemos unos vínculos más próximos y
sólidos. Al relativizar en positivo, establecemos una corriente de
cercanía y harmonía de las que anteriormente carecíamos: abrimos las puertas al
diálogo y a la concordia, al tiempo que evitamos las nocivas y peligrosas
interpretaciones fruto de nuestra imaginación, las que nos abocarán, muy
probablemente, a la confrontación.
Relativizar en negativo -al alza-. Por el contrario, esta es una de
las actitudes que más debemos rechazar para evitar contaminar nuestros
pensamientos, y sentimientos en la relación con las personas de nuestro medio.
De tal modo, evitaremos situaciones desagradables. La práctica de este
negativismo, más que probable, puede ser el medio por el cual puede llegar a
"aflorar" nuestra parte negativa.
La personalidad de base de cada uno de nosotros, así como la evolución
alcanzada, serán las que condicionen en gran medida, nuestra opinión en
positivo o en negativo en la relación de nuestro entorno. Haber vivido
situaciones difíciles o en un medio agresivo -en la niñez o de adulto-, de una
u otra manera, puede condicionar y fomentar nuestro sentido negativo o,
vivirlo como un "falso" mecanismo de defensa que justifique nuestro
modo de pensar o de actuar.
Un abrazo sentido.
JOAN SÁNCHEZ-FORTÚN
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