Ya dije anteriormente que nuestra mente tiene mucho ruido.
Un tipo de ruido son las preocupaciones. Cuando en mis charlas hablo de las
preocupaciones, siempre digo que hay que transformar la “preocupación” en una
“ocupación”. La primera, la “preocupación”, es ansiedad, es anticipación de una
amenaza, y a las amenazas hay que ponerles cara. ¿Qué quiero decir con esto? El
mayor problema de la ansiedad es que se genera ante un estado de incertidumbre
¿Qué pasará? ¿Qué sucederá? ¿Qué es lo que va a ocurrir? Y, por supuesto,
creemos que nada bueno va a suceder, tan solo algo malo sucederá. ¿Hay alguna
certeza de esto? Ninguna. Pero nuestra mente divaga y divaga con los peores
presagios. Ante esto una buena pregunta siempre será: ¿Qué es lo peor que me
puede ocurrir? Y esta pregunta obliga al organismo a generar una respuesta, a
poner cara a ese fantasma sin rostro. Y, curiosamente, cuando al fantasma sin
rostro le ponemos cara, todo se hace llevadero, porque sabemos a qué nos
podemos enfrentar.
Cuando pregunto a las personas qué hora les viene bien para
preocuparse, todos me ponen una cara de sorpresa como diciendo: ¡Este tío está
como una regadera! Pero, ciertamente, es que en este mundo hay que estar un poco
loco para generar cordura, porque el pensamiento es paradójico. Entonces, les
digo que si por ejemplo han elegido preocuparse de 5 a 6 de la tarde, y lo
tienen que hacer, a partir de las 6, se acabaron las preocupaciones, y si surge
alguna preocupación nueva, hay que dejarla para la hora señalada del día
siguiente.
¿Qué crees que suele ocurrir ante esta propuesta? Pues que
a todo el mundo le resulta estúpido ponerse a preocuparse intencionalmente.
Pero es que, curiosamente, hacer esto intencionalmente nos hace tomar
conciencia de la estupidez de la preocupación.
Podemos hacer unas fichas por cada preocupación que nos
asalte, bien sean preocupaciones por algo pasado, presente, o a medio o largo
plazo. Yo os aconsejo que las hagáis, Y sobre dicha preocupación preguntaros en
qué aspectos de ella tenéis control y en qué aspectos no tenéis control.
Lógicamente en lo que no tenéis control, nada podéis hacer, pero sí os podéis
ocupar de lo que tenéis control. Pues manos a la obra. Entonces, comprobaréis que
vuestra ansiedad se convierte tan solo en una pequeña intranquilidad, si acaso,
y ganaís en control y resolución sobre la situación.
Las preocupaciones deben atajarse de esta forma y no perder
de vista lo que realmente tiene importancia, NUESTROS OBJETIVOS MÁS PROFUNDOS,
porque éstos si son a los que debemos prestar atención, nuestro sentido de vida
o nuestros sentidos de vida. Si alguien no ha leído aún el libro de “Marta ya
no se acuerda” de nuestro querido compañero y amigo del Teléfono de la
Esperanza, Alfonso Echávarri, le aconsejo que lo haga. Se encuentra en la
biblioteca de Santa Nonia, y si no, compradlo, ayudaremos a la difusión de la
obra de nuestro amigo y, además os aseguro que es un libro para tener siempre
ahí.
Distraernos de nuestra función, de nuestros objetivos
profundos, es andar sin rumbo, perdidos. Cuando no conectas con tu mundo
interior, es porque estás demasiado pendiente de lo externo, y eso no te puede
aportar serenidad, ni plena conciencia de lo que quieres en la Vida. No te
distraigas. El camino se abandona un poco para beber y tomar fuerzas, pero
retoma el sendero.
Recuerda, hasta ahora hemos visto 6 puntos para alcanzar la
sabiduría:
1) Despertar
a la necesidad de cambio.
2) Cuestionar
el presente.
3) Reforzar
nuestras creencias potenciadoras.
4) Confiar
en uno mismo y en nuestro espíritu.
5) Vaciarse
para llenarse y sentirse pleno.
6) No
distraerte de tu función.
Siempre es un placer compartir contigo unos momentos.
Juan Fernández Quesada