Suena Kevin Kern de fondo, un
pianista que nos recomendó Juan, porque es una delicia, Machín también, pero le
reservamos para los atascos. Una vela dibuja sombras sobre un folio en blanco,
mientras pienso que no sé si darle la razón
a mi madre que decía que el que llega tarde ni oye misa ni come carne, o
a los que defienden que más vale tarde que nunca.
Lo importante es que llegué. Me senté
en la última fila, la sala era acogedora, las sillas cómodas, muchas espaldas
conocidas, a los lados algunas ausencias y de frente, como siempre, Juan. Salió
la pregunta del millón ¿qué quieres en tu vida? Salió la reflexión de ¿Cómo te
va? ¿Mal? Pues cambia.
Nos invitaba a quitarnos la careta y
mostrar nuestras emociones de una manera modulada. Anoté frases sueltas: "Nuestra inocencia es nuestra fortaleza
(UCDM). Las cadenas siempre te las pones tú. La vida nos regala cada día
tiempo, y tenemos que establecer prioridades respecto a cómo invertirlo. Amor y
libertad van de la mano, el amor no tiene condiciones".
No me digáis que no dice cosas muy
interesantes este hombre, respiré y me sentí afortunada de estar allí.
Una parte del intensivo trataba sobre
el eneagrama, una herramienta de desarrollo personal que sostiene que todos
tenemos nueve tendencias de personalidad que adquirimos en la infancia y nos
alejan de nuestro Yo esencial o el niño interior que salta en los charcos sin
miedo.
Con ayuda de unos cuestionarios
descubrimos, unos más que otros, con qué
número nos sentimos identificados y a partir de ahí con percepción consciente,
autoobservación, comprensión de lo que experimentamos y sin juicios,
pasamos de reaccionar a responder, a
autogestionarnos para lidiar con el ego sin que nos tiranice. Comprendernos y
comprender a los demás facilita la empatía y la compasión.
Detrás de Juan había un escenario y
mi mente empezó a imaginar una pequeña obra de teatro con los números como
protagonistas.
El 4 mantenía las distancias entre su
colorida vestimenta y el resto, por si se le pegaba algo de la gente gris y de
paso para que se fijaran en él, porque él era especial, muy especial, original
y único. Se le veía muy centrado en su ombligo, a punto de caer en el río como
Narciso.
El 7 llegó tarde, venía de otro
evento, y se iba rápido porque había quedado en dos sitios distintos a la misma
hora, aprovechó para pedir el Instagram de todos los asistentes y compró por
internet una maleta y un patinete eléctrico para tener más tiempo y poder hacer
más actividades. El que sufre es porque quiere, se aprieta un poco más la
agenda y listo, se decía.
Al 9 le costó arrancar, esos cursos
remueven, mejor empezar suave, buscó la calma acercándose a una persona con una
conversación muy amena que le permitía no intervenir mucho. Hizo de mediador
entre un 1 y un 7, el primero no comprendía
porqué el segundo llegaba tarde, decía que le parecía intolerable
interrumpir al resto, ¡una falta de ética total! repetía indignado. Las normas
están para cumplirlas. Caminaba muy rígido, como si llevara un corsé. En un
descanso puso recto un cuadro, que estaba torcido y no le permitía
concentrarse.
El 8 se cambió de sitio para
controlar mejor y al pasar arrastró una silla, el 9 enseguida la colocó para
evitar otro conflicto. En ese momento,
el 2 se vino abajo porque el 8 le gritó que era un blandengue, que había
que tirar para adelante como él, sin tanta pamplina, enseguida se acercaron
otros números a decirle que no hiciera caso, que era un amor, eso le animó, era
justo lo que necesitaba, amor. Rápido pasó a la acción de nuevo, muchas
personas allí tenían problemas y él todas las soluciones. Sabía que ocupándose
de los demás no le quedaba tiempo para pensar en sus necesidades.
El 5 no fue a las charlas porque
temía que tuviera que expresar sentimientos y prefería aprovechar para leer
sobre los últimos descubrimientos de restos arqueológicos. En la comida era el que más sabía de vinos, y
de hacer paella, y de todo, se sentó al lado de
un 8 con el que tuvo sus más y
sus menos. Les gustó todo, porque ahí no hay fallo, Sergio lo borda.
El 3 llegó el primero, y abrió la
puerta, y se fue el último, y cerró la puerta, y se encargó de colocar las
mesas, y de que no faltara nada de nada, y cuando fue al baño no funcionaba el
dispensador de jabón y lo arregló, y vendió lotería, y estaba pensando en el
próximo intensivo, y se encargó de que funcionaran los equipos informáticos… y
se lo fue contando a todos ( porque yo, porque yo, porque yo…) para que le
confirmaran que ya era bastante valioso y le dijeron que si, para que se
callara y parara un poco.
El 6 tenía dudas, no sabía de quién
fiarse. Necesitaba sentirse seguro, por eso buscó personas afines con las que
hacer piña y sentirse como en familia. Analizaba tanto que lo que interpretó
como una muestra de deslealtad de una
persona le provocó un pequeño ataque de ansiedad, yo nunca lo haría, pensó.
Por mayoría absoluta, con un voto en
contra y ninguna abstención dimos por finalizado el único intensivo del mundo
en el que está permitido montar el numerito.
Nos despedimos con besos y abrazos,
en la calle llovía, pero agua de lluvia no quita riego, dicen en mi pueblo.
Caminé hacia casa dispuesta a ponerme manos a la obra para empaparme por dentro
y aprobar mi asignatura pendiente: amar a los demás COMO A MI MISMA.
INMA REYERO DE BENITO