Ya dije en mi artículo
anterior que no son los Hechos o situaciones (A) los que nos perturban (C),
sino lo que nosotros elegimos, percibimos, analizamos, valoramos, imaginamos,
creemos, etc., acerca de la situación, es decir, en síntesis PENSAMOS. No obstante
hay personas convencidas de que son las situaciones (A) las que les perturba,
ellos manifiestan que no piensan, sólo reaccionan. Tienen un diálogo del tipo:
“En
cuanto me insultó, le abofeteé”.
“Vi
la cara de mi madre y ya sentí que había ocurrido lo peor”.
“Vi
el resultado de lo que hice e inmediatamente me sentí muy mal conmigo mismo”.
“Cuando
me dijeron lo de mi hijo sentí rápidamente un dolor inmenso en mi corazón”.
…………
¿Dónde va la información de
cualquier acontecimiento que captamos a través de nuestros sentidos?
Lógicamente a nuestro cerebro, porque el cerebro cuando vemos, oímos, tocamos,
olemos o degustamos algo, hace un proceso de identificación con las
experiencias pasadas de qué es lo que estamos experimentando. El cerebro hace
dos cosas:
1)
Analiza el acontecimiento o experiencia con
calma, sin emocionarse, para saber qué es lo que estamos experimentando.
2)
Hace un juicio o valoración del suceso, para
saber si es algo peligroso, dañino, molesto, etc.
Es en la segunda parte
cuando, tras la valoración o juicio del cerebro de la información o el evento
acontecido, lo valoramos de alguna forma para producir una respuesta emocional
a través del hipotálamo, para reaccionar ante el peligro, el dolor, la
molestia, etc.
Todo esto ocurre casi de
forma instantánea, pero SIEMPRE PENSAMOS previamente. Y es aquí donde viene la
parte más importante: la activación de
sus programas, de sus creencias. Por ejemplo, si usted cree que no será feliz si no tiene a
alguien a su lado, en el momento en el que se encuentre sin alguien se
sentirá desdichado, porque esa es su creencia. Si usted cree que su vecino es una persona abominable, cualquier cosa que
haga su vecino le parecerá fuera de lugar, porque usted tiende a confirmar sus
expectativas o programas. Ya puede hacer lo que quiera su vecino, que usted
siempre lo pasará por el tamiz de lo “indeseable”. Si usted se dice que no puede tolerar o soportar las conductas
tiernas de su hija, usted se pondrá a estallar en cuanto ve a su hija sensible
o cariñosa.
Lo expuesto en el apartado
anterior le pone de manifiesto que conviene que usted tome conciencia de cuáles
son sus diálogos en cualquier situación ya que de lo contrario cualquier
reacción desajustada ante la situación le puede llevar a actuar de forma
inadecuada.
Supongo habrá oído hablar de la triste historia que
aconteció en Uruguay, en noviembre de 2011, en la que un padre mató a su hija de 24 años de un
disparo: Según relata la página web del diario El Observador, el suceso se produjo de madrugada, cuando la familia, que hace un mes había sufrido un violento asalto dentro de su residencia, se encontraba viendo la televisión en el salón de la casa. Al parecer, el hombre, su mujer y la hija fallecida, escucharon un ruido en el exterior de la vivienda. Así, el padre pidió a las dos mujeres que se resguardaran en la parte alta de la vivienda mientras salía a investigar, armado con una pistola de su propiedad, al jardín. El hombre pensó que los ladrones se encontraban dentro de la vivienda. En ese momento su mujer gritó desde el interior y el padre regresó a la casa, pensando que los ladrones se encontraban dentro. Al entrar en la vivienda, que se encontraba a oscuras, el hombre percibió la sombra de alguien que se le acercaba y disparó, sin percatarse de que se trataba de su propia hija, que falleció en el acto.
No todas las reacciones que tenemos pueden
resultar tan dolorosas como ésta, gracias a Dios, pero, algunas, no le quepa
duda, en las que no nos damos el tiempo adecuado para analizarlas, nos hacen ser responsables de
consecuencias indeseables.
Por ello, un primer
ejercicio a realizar es este: cambiar
sus diálogos irracionales a racionales o como también llamamos en
psicología cognitiva, pasar de externales a internales. Lleve siempre el control con
sus pensamientos:
Diálogo
irracional: “Mi
pareja me desquicia”.
Diálogo
racional: “Yo
me desquicio por lo que me digo acerca de lo que hace mi pareja”.
Diálogo
irracional: “Este
calor me mata”.
Diálogo
racional: “Lo que pienso de
que no puedo soportar este calor es lo que me hace aguantarlo peor”.
Diálogo
irracional: “No
puedo cambiar nada porque yo soy así”.
Diálogo
racional: “Sé que me va a
costar cambiar las cosas porque hasta ahora solo las he hecho de una manera,
pero puedo conseguir cambiarlo”.
Diálogo
irracional: “Mi
madre va a acabar conmigo”.
Diálogo
racional: “Puedo soportar lo
que hace o dice mi madre y actuar de la mejor forma que me convenga”.
Preste atención a sus
diálogos y transfórmelos de irracionales a racionales, será un buen inicio.
Un fuerte abrazo.
Juan Fernández Quesada.
Me ha encantado este articulo, me ha ayudado a ser mas consciente y estar mas atenta a mis pensamientos, gracias Juan
ResponderEliminarMe alegro, Mercedes, ese es el objetivo, tomar conciencia de lo que nos decimos, de otra forma, no podemos cambiar nada. Un besín.
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