El sábado nevó en la ciudad.
La nieve cubrió las formas de los edificios, los coches, los árboles… haciendo
que el paisaje cotidiano se viera distinto. El aire se sentía más limpio al penetrar
en las fosas nasales y el contacto de cada copo con la piel era una sensación
vivificante. La nieve crujía al pisar y nuestras huellas se grababan
profundamente, dejando una estela de nuestro caminar. Durante un momento el
tiempo pareció detenerse y todo era nuevo, como recién hecho.
Una sensación parecida se
produce en el terreno espiritual cuando afrontamos vivencias fuertes, que nos
conmocionan, de un tipo u otro: desde la muerte de un ser querido a un cambio
de trabajo o residencia, un compromiso, una experiencia estética o espiritual
relevante… que nos dejan una impronta en el alma y sentimos que marcan un antes
y un después en nuestras vidas. En algunas ocasiones es así, pero otras veces
esa iluminación acaba siendo diluida por la rutina y desapareciendo bajo capas
superpuestas de quehaceres, preocupaciones y pensamientos del día a día.
Si eso sucede con
experiencias de carácter extraordinario, cuánto más si se trata de intuiciones
que nos asaltan en la vida cotidiana, en una conversación, meditando, al leer
un mensaje de Whatsapp o Facebook… que nos mueven el corazón y nos crean una
inquietud. Fácilmente se pueden desdibujar y desaparecer si no tomamos
conciencia de esas señales y buscamos la manera de concretarlas en una realidad
vital.
Ahora que tenemos frescos
los propósitos de año nuevo puede ser buen momento de hacer balance, ¿tenemos
presente algo que desearíamos hacer o cambiar, alguna habilidad o costumbre que
nos gustaría incorporar? A lo mejor llevamos una temporada diciendo que deberíamos
adelgazar, o hacer ejercicio, o aprender idiomas, o consagrar unos minutos al
día a la meditación, o dedicar más tiempo a la pareja, la familia o los amigos,
etc. Pero no acabamos de empezar a concretar el qué, el cuándo y el cómo, de
forma que las buenas intenciones no se pierdan en el vacío. Y luego dicen que
para adquirir un hábito hace falta practicarlo durante 21 días… Yo, por
ejemplo, a raíz de un vídeo compartido en un grupo de whatsapp, me propuse
comenzar a escribir en el blog de Dones y Talentos y, de momento, parece que
estoy bien encaminada. Así que si veis que lo abandono, me convertiré en un
ejemplo del refrán “consejos vendo y para mí no tengo”… Pero confío en que no
sea así.
No todos los días nieva,
pero el sol, la lluvia, la niebla… también son hermosos y evocadores. De la
misma forma, hay que prestar atención a las señales que recibimos
cotidianamente, si no queremos perder las oportunidades que nos brinda la vida
para aprender, mejorar y sacar el máximo partido de nuestra existencia. ¡Ánimo
y a por ello!
Ana Cristina López Viñuela
Como cuesta prestar atención a esas intuiciones que surgen en los pocos instantes lúcidos del dia. Hay que estar atentos, siempre despiertos :) Preciosa refelexión.
ResponderEliminar¡Un abrazo!